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Los errores más frecuentes al escribir diálogos (y cómo evitarlos)

¿Quieres mejorar tus diálogos? Descubre los errores más comunes y aprende cómo escribir diálogos creíbles y efectivos para dar vida a tus personajes.

Los errores más comunes al escribir dialogos

Si me conoces desde hace tiempo quizá ya sepas que una de mis partes favoritas a la hora de escribir son los diálogos. Gran parte de mi trabajo como guionista consiste en escribirlos e incluso tengo un libro entero dedicado a cómo escribir buenos diálogos. Por eso quizá tengo como una cruzada personal el ayudar a los lectores de Literautas con la escritura de sus diálogos.

Con esa idea en mente, he preparado una breve recopilación con algunos de los errores más comunes al escribir diálogos y cómo evitarlos. Recuerda también que en el blog tienes un montón de información sobre el arte de escribir diálogos.

1. Diálogos mal puntuados

Es el fallo más evidente de todos y mucho más frecuente de lo que podría parecer, sobre todo en lo concerniente a usar guiones cortos (-) en lugar de rayas largas (—) y confundir mayúsculas y minúsculas en las acotaciones del narrador.

La única solución para este fallo es conocer las normas y practicarlas hasta que las acabemos interiorizando. En el blog tienes un artículo completo sobre cómo puntuar diálogos correctamente. Te recomiendo echarle un vistazo, anotar las normas en una hojita a modo de chuleta/resumen y recurrir a ella cuando escribas. 

Si tener que revisar las normas de los diálogos te agobia porque te hace perder el hilo mientras escribes, no te preocupes. No hace falta que las tengas en cuenta mientras escribes el primer borrador de tu historia. Simplemente revisa bien los diálogos cuando hayas terminado para corregir todos esos pequeños fallos. Verás como, poco a poco, te acaba saliendo de forma natural.

2. Exceso de verbos dicendi “creativos”

Los verbos dicendi son aquellos que se usan en las acotaciones del diálogo para indicar quién habla (dijo, comentó, susurró…). Cuando tenemos muchas acotaciones seguidas, puede quedar raro, monótono y repetitivo: “dijo Manuel”, “dijo Sara”, “dijo Pepe”.

Para evitar esta reiteración, muchos autores recurren a otros verbos más “creativos” y, en lugar de “dijo” usan “masculló”, “vociferó”, “reclamó”… como si las acotaciones fuesen un muestrario de sinónimos posibles del verbo decir. 

En realidad, salvo que la acción lo exija (por ejemplo, “susurró” si el personaje realmente tiene que susurrar), lo más recomendable es usar “dijo”. Es un verbo neutro al que estamos tan acostumbrados que apenas reparamos en él al leer, lo que favorece la fluidez del diálogo. Mientras que un exceso de verbos llamativos puede sacarnos  de la narración.

La clave está en el equilibrio. Puedes emplear un verbo alternativo de vez en cuando, pero lo ideal es intentar reducir al mínimo necesario las acotaciones de diálogo. Lo cual nos lleva al siguiente punto.

3. Exceso de acotaciones de diálogo

Las acotaciones de diálogo son los fragmentos en los que el narrador interviene en medio del diálogo. Son necesarias, por supuesto, porque cuando escribimos un diálogo necesitamos que el lector entienda quién está hablando en cada momento, pero hay que usarlas en su justa medida para no frenar el ritmo del diálogo ni distraer demasiado.

Existen trucos, como emplear vocativos o afinar bien la forma de hablar de cada personaje para que se diferencien sin tener que recurrir cada dos por tres al narrador. Si tienes problemas con este punto, te recomiendo echarle un vistazo al post que publiqué hace tiempo con una lista de consejos para mejorar el narrador en los diálogos.

Tampoco hace falta que te centres en esto a la hora de escribir el primer borrador. Podrías dejarlo también como una tarea a pulir en las revisiones del texto.

4. Todos los personajes hablan igual

Cada personaje es (o debería ser) único y  su forma de hablar también. Entre otras muchas cosas, los diálogos nos sirven para caracterizar a los personajes y mostrar directamente al lector cómo son. Lo que calla, lo que dice y cómo dice lo que dice, son herramientas que nos ayudan a seguir construyendo a ese personaje.

Para que un personaje tenga su propia voz necesitas hacer dos cosas. La primera: tener muy claro cómo es. Construye su personalidad, sus antecedentes, su contexto… Ya sea con una ficha de personaje o con otro método que prefieras, has de tener claro quién es, cómo piensa y cómo se expresa.

La segunda cosa que necesitas es observar. Cuando estés en el autobús, en una cafetería o caminando por la calle, escucha. No por cotilleo, sino como ejercicio de escritura. Fíjate en cómo habla la gente, en sus expresiones, en los giros que usan, en los silencios. Cada persona tiene su propia voz. Hay, además, arquetipos  (por edad, contexto social, profesión…) que te permitirán diferenciar con pequeños matices a personajes secundarios en tu historia, sin que tengas que crear todo un desarrollo y un transfondo para ellos.

⚠️ ¡Ojo! Esto no quiere decir que tengas que escribir los diálogos exactamente cómo habla la gente en la calle. Por suerte, los diálogos son una representación de la realidad, pero no la realidad misma. Las conversaciones reales están llenas de interrupciones, muletillas y frases inconexas. Si las escribiéramos tal cual, serían muy pesadas de leer. Como siempre, la clave está en encontrar el equilibrio.

5. Exceso de información

En ocasiones hay personajes que se ponen a hablar para explicar algo y se convierte en un monólogo larguísimo y tedioso, como si se tratase de un nuevo narrador. Aunque siempre habrá algún personaje con más verborrea que otros, estos soliloquios resultan poco realistas.

Para que el diálogo suene más natural, puedes intercalar acciones, gestos o intervenciones breves de otros personajes. Así mantienes la fluidez y haces que la conversación respire. También es buena idea dividir la información en partes más pequeñas y distribuirla a lo largo de la narración, o usar otros recursos como la descripción para evitar que el diálogo se convierta en una retahíla de datos.

Por ejemplo, en La princesa prometida, de William Goldman, el abuelo tiene que contar una larga historia a su nieto, ya que le está contando un cuento. Pero el autor aprovecha los diálogos para incorporar intervenciones del niño, volver al plano de la realidad y aportar cosas sobre la historia y los personajes:

🎓 Ejemplo:

—Buttercup estaba casada con Humperdinck. Habían hecho los votos. Estaban unidos ante el sacerdote, ante la multitud, ante el reino entero. Ya nada podía separarlos…

—¿¡Qué!? ¡No puede casarse con Humperdinck! ¿Qué clase de historia es esta? ¿La princesa no se queda con Westley?

—Estoy leyendo lo que dice aquí. Si no quieres que siga, cierro el libro.

—No, no… sigue. Pero esto está muy mal.

Otra cosa que me encanta del juego que hace este autor es el hecho de que, a través del niño, pone voz a los propios pensamientos del lector. Nos identificamos con sus emociones porque son las que sentimos en ese momento. Rompe la narración del abuelo para volver al plano de la realidad, pero también es un respiro en el ritmo narrativo que ayuda al lector a procesar la información y a mantener la curiosidad en un momento que, de otra manera, podría resultar frustrante. He aquí la importancia de emplear bien los diálogos.

6. Los personajes se cuentan cosas que ya saben

Otro error común (este me lo he encontrado sobre todo en guiones, donde es más complicado explicar cosas al espectador al no contar con un narrador al uso) es usar los diálogos para que los personajes digan en voz alta información que ellos ya conocen, pero que el lector o espectador necesita saber. El resultado suele ser un diálogo artificial, forzado y poco creíble, con frases como esta:

❌ Ejemplo de un diálogo incorrecto:
—Como tú ya sabes, hermano, nuestros padres murieron en un accidente de tráfico cuando tenías doce años.

¿A que suena ridículo? Cuando revises tus diálogos, pregúntate si tiene sentido que un personaje le diga algo al otro y por qué se lo dice. Busca otras formas de transmitir esa información: dosifícala, cuéntala de una forma natural y aprovecha para que revele emociones, conflictos o detalles de los personajes.

Tomando el ejemplo anterior, podemos transformarlo en una discusión que no solo tiene sentido dramático, sino que también aporta profundidad:

✅ Ejemplo de diálogo correcto:

—¡No vuelvas con eso! Tú no provocaste el accidente.

—Sí que lo hice.

—Lucas, escúchame bien, papá y mamá no murieron por tu culpa. Los mató un borracho.

—Pero iban en ese coche porque les pedí que fueran a buscarme.

—¡Tenías doce años!

La información que damos es la misma: son hermanos y sus padres murieron cuando Lucas tenía doce años. Pero en el segundo caso la información se comparte de forma natural en medio de una conversación. Así, aunque ambos tengan ya estos datos, suena creíble porque están debatiendo dos puntos de vista distintos. Además, al hacerlo, el diálogo revela heridas, emociones y vínculos entre ellos al tiempo que hace avanzar la historia. Lo que nos hace avanzar a nosotros al siguiente punto.

7. Diálogos que no sirven a la historia

Los diálogos, al igual que el resto de elementos de una narración, tienen que estar ahí para algo. Han de aportar, sumar o contarnos algo. Las conversaciones triviales o los saludos de más de dos líneas de diálogo que no contienen ningún subtexto ni lectura oculta, no ayudan a la historia.

Si quieres profundizar más en este tema, puedes revisar el post sobre para qué sirven los diálogos, donde encontrarás una lista más completa con las posibles funciones y cómo sacarles partido.

A modo de resumen, la clave es que el diálogo ayude a la narración: ya sea caracterizando a los personajes, haciéndolos evolucionar, impulsando la trama hacia adelante, rompiendo el ritmo o aportando velocidad en un momento en el que el narrador lo pide. Cuando revises tu historia, analiza cada uno de los diálogos y piensa por qué está ahí y qué propósito tiene. Si no encuentras respuesta, quizás debas eliminarlo.

Cómo escribir diálogos
Cómo escribir diálogos

Conclusiones

Esta es la lista con los errores más frecuentes a la hora de escribir diálogos y estoy segura de que vosotros también os habéis encontrado con alguno de ellos (o con todos) en alguna ocasión. Pero, ¿qué te ocurre a la hora de escribirlos? ¿Alguno de estos fallos se te atraganta? O, por el contrario, ¿te salen los diálogos de forma natural?

Puedes dejarme en los comentarios cualquier duda o dificultad que tengas respecto a los diálogos e intentaré ayudarte. Además, si te has quedado con ganas de más consejos, puedes leer mis diez claves para escribir diálogos eficaces.

¡Feliz escritura!

Comentarios (2):

Daniel Calleja

09/04/2025 a las 13:46

Buenos días, un post muy útil sumado a los enlaces que agregan. Yo diría que también los diálogos ayudan al lector a descansar, poniendo aire en las páginas y evitando el exceso de descripciones o acción continua. A mí, como lector, me gusta que haya diálogos que hagan avanzar la historia, cuenten cosas y nos muestran la personalidad de los personajes. Como escritor, una de las cosas que más me cuesta es diferenciar la forma de hablar de los personajes. Sigo trabajando en ello, tratando de no caer en estereotipos, como el mecánico que habla mal por su oficio o el pobre, que solo por ser pobre es inculto. Siento que a veces se abusa de ciertos arquetipos. Hay otros necesarios porque son parte del argot propio de algunos oficios, por ejemplo el policía que habla de “un masculino o una femenina” en lugar de un hombre o una mujer. Gracias por seguir aportando a la mejora de nuestra escritura. Nos seguimos leyendo.

Lidia Villa

10/04/2025 a las 12:11

¡Muy buen post! He tomado nota y lo tendré en cuenta para la próxima.

Un saludo.

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