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¿Qué es un antagonista? Las claves para crear villanos memorables

Siguiendo en la línea de posts sobre la creación de personajes, hoy quiero hablaros de uno de mis personajes favoritos cuando creo una historia: el antagonista. El antagonista es un personaje principal cuyos objetivos se enfrentan a los del protagonista. Es lo que se suele conocer como “el malo de la película” o el villano, aunque esto no significa que el antagonista tenga que ser siempre malvado. Simplemente se trata de un personaje cuyas metas chocan con las del protagonista. 

Qué es un antagonista

Para explicarlo de una forma sencilla: el protagonista necesita o tiene que conseguir algo y el antagonista no quiere que lo consiga, por los motivos que sea. Gracias a este choque es como surge el conflicto principal de la trama.

En una misma historia puede haber más de un antagonista, ya sea en forma de personaje o de fuerza abstracta, y existen, además, diferentes tipos de antagonistas, como veremos a continuación.

¿Qué es un antagonista? Tipos y ejemplos

Hay distintas formas de clasificar a los antagonistas: abstractos o concretos, externos o internos, grupales o individuales… A mí me gusta organizarlos según la propia naturaleza del antagonista, con el resultado de los siguientes seis tipos de personajes antagonistas:

1. El antagonista es un humano corriente

Es el tipo de antagonista más básico, donde un personaje normal (o grupo de personajes) se opone a otro. Tienen objetivos enfrentados y a lo largo de la historia tendrán que luchar, física o metafóricamente, para conseguir cada uno su meta.

Este tipo de antagonista da mucho juego porque, generalmente, no se trata de un villano en plan “malo malísimo”, sino de una persona corriente que quiere algo distinto. Esto puede hacer que realmente no existan buenos ni malos como tal en la historia, ya que cada cual tiene sus circunstancias y motivos para luchar. En algunos casos, la ambigüedad puede hacer que el lector llegue a comprender a personajes de ambos bandos.

Ejemplos de antagonistas humanos, los encontramos en El señor de las moscas, de William Golding; en El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas, donde los antagonistas son Danglars, Fernando Mondego y Villefor; y también en la serie de televisión Perdidos, donde “los otros” resultaron ser un grupo de humanos con los que el espectador podía empatizar también.

Otro caso llamativo de antagonista como humano corriente es el de la saga Juego de Tronos, de George R.R. Martin, ya que en esta obra coral nos encontramos con múltiples protagonistas que son antagonistas entre ellos.

* Para aprender más: Cómo crear personajes — La ficha perfecta

2. El antagonista es un monstruo

Otro caso típico, pero mucho menos ambiguo que el anterior, es el del antagonista como representación del mal, como monstruo temible y poderoso contra el que parece que los protagonistas no parecen tener nada que hacer. Pueden ser dioses, vampiros, fantasmas, demonios, bestias… Lo importante es que se trate de una lucha desigual, con una clara desventaja hacia el protagonista. El antagonista-monstruo debería hacernos sentir miedo o, por lo menos, respeto. Esto hará la victoria de los protagonistas mucho más valiosa.

Casos de este tipo de antagonistas los encontramos, por ejemplo, en el Sauron de El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien; Voldemort en la saga de Harry Potter, de J. K. Rowling; o el Conde Drácula en la novela homónima de Bram Stoker.

Sin embargo, no todos los casos son tan evidentes como los anteriores. Hay otros antagonistas que se mueven a medio camino entre el monstruo y el humano corriente. Por ejemplo, Annie Wilkes en Misery, de Stephen King; o Darth Vader en La guerra de las galaxias. En este último caso el antagonista parece implacable al inicio, pero luego acaba sacando su lado más humano y llegamos a entenderlo. Claro que esta historia tiene otro antagonista aún más poderoso y que sí entraría en la categoría de “malo malísimo”: el emperador.

3. El antagonista es la sociedad

Cuando uno de los antagonistas de la historia es la sociedad en la que viven, nos encontramos con una trama en la que los protagonistas tienen que rebelarse contra las normas establecidas. Como esto genera un conflicto un tanto abstracto, es habitual que los autores usen personajes concretos de esa sociedad para que sean ellos quienes pongan las trabas a los protagonistas. Puede parecernos entonces que los antagonistas son dichos personajes, pero en realidad son sólo una representación del grueso de la sociedad, que es la verdadera antagonista.

Algunos ejemplos los encontramos en Ana Karenina, de Tolstói, cuya protagonista se ve enfrentada entre las férreas convenciones sociales de la época y sus sentimientos. A lo largo de la novela, la sociedad aparece representada por personajes de su entorno, que se oponen a que ella se salga de lo establecido.
Lo mismo ocurre en El cuento de la criada, de Margaret Atwood, donde la protagonista tiene como antagonista al régimen opresor de Gilead, pero también a Serena Joy como personalización del régimen.

* Para aprender más: Cómo escribir una novela: los personajes principales

4. El antagonista es una máquina

Como ya imaginarás, este es un tipo de antagonista empleado principalmente en historias de ciencia ficción cuya trama suele consistir en la lucha de los humanos contra máquinas (en muchas ocasiones, máquinas creadas por nosotros mismos y que se han rebelado).

Es el caso de Hal 9000, la computadora de inteligencia artificial de 2001: una odisea espacial, de Arthur C. Clarke. También nos encontramos este tipo de antagonista en el podcast de ficción Titania, de Manuel Bartual, y en la serie de televisión Battlestar Galáctica.

5. El antagonista es una fuerza de la naturaleza

Ya sea un tornado, un volcán, un meteorito, el cambio climático o un tsunami, el quinto tipo de antagonista es una fuerza imparable de la naturaleza que amenaza a los protagonistas, cuyo objetivo suele ser sobrevivir al desastre. 

Este es el típico antagonista de las películas de catástrofes naturales, como Twister, de Michael Crichton y Anne-Marie Martin; El coloso en llamas, de Stirling Silliphant; o Lo imposible, de Sergio G. Sánchez y María Belón.

En ocasiones, en las historias con la naturaleza como antagonista, se busca humanizar de alguna forma a la catástrofe, para que parezca maligna, como si el meteorito que se dirige a la Tierra tuviera voluntad y estuviera deseando acabar con nosotros. Aunque es un recurso interesante, también resulta útil recurrir a un segundo antagonista como, por ejemplo, un general del ejército que no permite al científico que haga correctamente su trabajo para terminar con la amenaza del meteorito. Esto permite incrementar la tensión, crear nuevos conflictos y evitar que todo el peso del antagonismo caiga en un objeto de la naturaleza, lo cual puede resultar inverosímil si no lo desarrollamos con cuidado.

Cómo escribir una novela

6. El antagonista es el propio protagonista

El último de los tipos de antagonista es el que se conoce como antagonista interior y que se podría resumir en una frase típica de un libro de autoayuda: “A veces, tu peor enemigo eres tú mismo”.

Se trata de un antagonista que genera un conflicto del personaje contra sí mismo y nos lo encontramos en muchísimas historias, aunque no sea el antagonista principal ni el más evidente.

Cuando el antagonista es el protagonista, nos encontramos ante un caso de conflicto interior o dilema, que suele darle mucha profundidad a las historias. Es lo que las hace realmente interesantes. Tanto, que creo que este tema merece un artículo propio que publicaré próximamente, profundizando más en el conflicto interno de los personajes y en cómo crear dilemas interesantes.

Por poner un par de ejemplos aquí, antes de entrar en materia, el protagonista-antagonista lo podemos ver en El cuento de la criada, de Atwood, cuando la protagonista se debate entre sus deseos de rebelarse contra el régimen opresor, someterse o morir. También en El conde de Montecristo, cuando Edmond se encuentra atrapado entre sus deseos irrefrenables de venganza y el cariño que ha empezado a profesar al hijo de su mayor enemigo.

¿Cómo conseguir antagonistas memorables?

Ahora que ya hemos visto los tipos de antagonistas que podemos encontrarnos en una historia, quiero hablaros de algo que para mí es mucho más importante y divertido: crear antagonistas que sean creíbles y motivos sólidos para comportarse como lo hacen. Para ello, intento guiarme siempre por dos premisas que aprendí gracias a mi trabajo como guionista: 

  • 1. Todos los personajes son los protagonistas de su propia vida.
  • 2. Todos los personajes creen tener la razón para hacer lo que hacen.

¿Esto qué quiere decir? Que el antagonista, aunque para mí como escritora sólo sea un instrumento que funcione para crear conflicto en la historia, debería ser un personaje profundo, coherente y verosímil. 

Cuando pienses en el antagonista explicando sus motivos para hacer algo, deberías ser capaz de entenderlos, de identificarte con él en cierto grado. No significa que tengas que estar de acuerdo con esos motivos, pero sí que seas capaz de ponerte en su piel y entender por qué ese personaje, en esas circunstancias, hace lo que hace.

Al final, construir a un personaje de cualquier tipo es un trabajo de empatía. Tenemos que ser capaces de jugar a ser otros por un momento y entender el punto de vista del ser que estamos creando. Esto no sólo enriquece la historia, también a nosotros como escritores y como personas.

Encuentra el equilibrio entre protagonista y antagonista

¡Ojo! A veces hay que tener cuidado con los motivos y razonamientos que damos a nuestros antagonistas. Si son tan sólidos que consiguen estar por encima de los del protagonista, puede que el lector se cambie de bando y prefiera que sea el antagonista el que “gane” al final.

Por ejemplo, imagínate una historia de fantasía medieval en la que el protagonista es el heredero al trono de un país en guerra. El antagonista es un hechicero líder de una revolución que quiere acabar con el trono e instaurar una suerte de democracia en la que los sabios sean quienes gobiernen. Con esta premisa, si los argumentos del antagonista son sólidos y están bien formulados, es posible que muchos de nosotros comprendamos y compartamos su punto de vista hasta el nivel de querer que derrote al protagonista. Quizás nos parezca que persigue un sistema más justo para el pueblo.

Si ese no es el objetivo de la historia, tendríamos que darle una vuelta de tuerca a la trama y a los personajes para conseguir que el lector estuviese de parte del protagonista. Una forma de hacerlo podría ser convertir al heredero al trono en una persona justa y honrada, capaz de poner las vidas de los habitantes del país por encima de cualquier otra cosa.

El antagonista, por su parte, aún con unos motivos tan razonables, podría actuar de forma malvada y egoísta, arriesgando las vidas de civiles inocentes con tal de conseguir sus objetivos. En este caso, aunque las motivaciones de ambos están justificadas y son sólidas, es más probable que el lector empatice con el protagonista porque sus acciones le parezcan más razonables.

Es decir, al final la clave está en conseguir que tu antagonista tenga motivos de peso para actuar como lo hace, pero encontrando la forma de que la balanza se incline hacia el protagonista. Bueno, siempre y cuando tu objetivo sea que el lector apoye al personaje principal, claro.

¿Y cómo saber si hemos conseguido nuestro objetivo? La mejor forma de averiguarlo es a través de los lectores beta. Ellos nos darán información de cómo funciona la historia y lo que hay que cambiar para que la versión definitiva sea lo más parecida posible a lo que queremos.

Conclusiones

Hasta aquí mis trucos y consejos para crear antagonistas dignos y memorables. ¿Y tú? ¿Sueles tener en cuenta a los antagonistas cuando construyes las tramas de tu historias? ¿Tienes algún truco para darle forma? ¿Cuál es tu tipo de antagonista favorito?

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