Para esta semana el reto consiste en escribir un relato en el que aparezca un monstruo en el lugar más inesperado.
Recuerda que en estos retos no hay límite de palabras ni otro tipo de restricciones. ¡Feliz escritura!
Puedes dejar tu texto como comentario a las entradas de este post. ¡Feliz escritura!
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Comentarios (36):
rfog
25/05/2020 a las 09:19
¡Casi me muero del susto cuando descubrí que el monstruo era yo!
Gorka Fernández
25/05/2020 a las 12:07
CALLA HO
“No comas más gominolas que te vas a empachar”, escuchó decir a su hijo mientras ella cocinaba. Volvió a pensar, “otra vez hablando con ese trasgu”.
Te tengo dicho que no hables solo.
Calla ho, hablo con mi trasgu – le respondía Yago, enfatizando que le parecía increíble que su madre despreciase a su amigo.
Ella volvía a comentar lo ocurrido con el padre, mientras este se centraba en comprender un párrafo de una novela de Faulkner. “Cosas de chicos”, le respondía y volvía a la lectura.
En Navia los muchachos jugaban con la bicicleta, al hinque, la calle era su patria… Menos Yago. Él se recluía en casa y jugaba con el trasgu, que su madre negaba firmemente. Esta consultó a la psicóloga del colegio, sin sacar nada en claro solo un “ya se le pasará”.
En plena adolescencia Yago conoció a una muchacha que vino a su colegio en cuarto de la ESO, eran muy parecidos. La muchacha también tenía una trasgu como amiga. Ambos hablaban maravillas de su amistad forjada con el paso del tiempo, hasta que comenzaron a salir, a hablar más entre ellos y menos con sus trasgus.
La madre de Yago se alegró por el cambio de su hijo, sobre todo porque lo vio salir, socializarse, ya no hablaba solo en casa con nadie.
Yago y su compañera de clase iniciaron una relación cuyo punto álgido se concretó en la playa de Cambaredo donde él le pidió matrimonio, ambos habían terminado sus respectivas carreras universitarias y el hecho de que él hubiese estudiado en Salamanca y ella en Oviedo no los había separado. “Pensé que nunca me lo ibas a pedir” le dijo ella no sin cierto reproche.
Todo preparado en Navia para el banquete, la ceremonia austera, pero en el restaurante en el segundo plato muchos no paraban de repetir: “Toi fartucu como un gochu”. Estaban a tope, pero faltaba el postre. Con música de Strauss de fondo se acercó la tarta a la mesa presidencial. Yago sostenía un plato y la novia se preparaba a servir el primer cacho de tarta con una espada. Al hincarla todos vieron que de entre el merengue aparecían dos trasgus que a la vez gritaron “¡vivan los novios!”
Yago miró a su madre y esta solo pudo soltar un “Calla ho” (¡Calla hombre!).
Mar y olé
25/05/2020 a las 13:34
Había sido, sin lugar a dudas, el peor día del confinamiento.
Desde que se había levantado, las cosas no habían ido bien: el audio de Whatssap de uno de sus alumnos llorando por un problema familiar, un ganglio inflamado en el cuello que había encendido la alarma de su hipocondría, el niño que no quería hacer la tarea ni responder a que si tenía 6 plátanos y 4 manzanas, había dos plátanos más que manzanas y que para saberlo tenía que restar… Además, sabía que no había sido buena idea decir cómo se sentía de una forma tan pública y en solo dos líneas.
Lo sabía: “No siempre menos es más”. De hecho, tenía la más absoluta seguridad de que “menos” era el origen del KAOS.
Y ahí estaba ella, asustada, muerta de miedo, esperando que llegara la ola q se la tragara en medio de esa aparente marejadilla.
Y llegó, vaya si llegó.
Fue a la cocina buscando un vaso de agua fría para tranquilizarse y que su hijo no viera cómo le temblaban las manos y en ese momento pasó: sonó el móvil, se acercó a mirar quién podría ser y lo vio. RAP. Fue entonces cdo el monstruo la engulló.
Ocitore
25/05/2020 a las 15:20
Cuento infantil
Esta historia está hecha especialmente para vosotros, mis queridos niños—dijo el profesor de literatura—. El objetivo es que no os equivoquéis en la vida. Sabemos que en la actualidad hay movimientos en favor de la igualdad de razas y la fraternidad, justicia e igualdad, pero ¡No os equivoquéis! Bien sabéis que desde los tiempos de Moisés y los grandes monarcas el hombre siempre ha estado dividido en dos partes, blancos y negros, inteligentes y tontos, creyentes y ateos. Os pido, por favor, que escuchéis con mucha atención y recordéis siempre la moraleja de esta historia y jamás tendréis problemas en vuestra vida porque sabréis en qué radica la verdad de las cosas.
Hace muchos años en un reino muy lejano vivía un horrible monstruo. Estaba deformado y su voz era la de un ser de ultratumba. El pueblo lo había recluido a una cueva para que no espantara a los demás. El mismo Rey visitó el lugar y mandó construir una muralla para que el horripilante ser no traspasara su territorio. No había quién se atreviera a cruzar la línea que marcaba la frontera entre el Reino de Luz y La tierra de las sombras. Nadie sabía exactamente cómo era ese monstruo y qué tan malo sería. Había intrépidos jóvenes que decían haberlo visto y hablado con él. Según sus palabras no era tan terrible porque no se alimentaba de carne, no tenía la apariencia de un diablo, sino enormes deformaciones en la cara, la espalda y la cabeza. Según las descripciones era como un enano con cabeza de elefante o algo así.
El Rey se ocupaba de sus asuntos y para la prevención de algún tropiezo de sus descendientes, permitía que laboraran solo personas sin antecedentes en sus familias. La prueba de accesos al castillo era muy dura. Se pedían todas las referencias, el origen del apellido, una lista completa de enfermedades padecidas por la parentela y, una vez comprobado todo, se admitía al candidato para el puesto de cochero, cocinero, doncella, ama de llaves, etc. La seguridad en palacio era muy buena, pero un día sucedió algo que acabó con aquellas normas. Se presentó ante el consejero del soberano una muchacha muy pobre de corazón tierno y dulce. Era, además, hermosísima. Se le pidieron los mismos requisitos que a todos, pero no tenía nada. Era originaria de un poblado cercano. Se le negó el empleo y se vio en la necesidad de vagar pidiendo limosna. La gente se compadecía y le daba cosas. La muchacha carecía de preparación y era muy sencilla y directa. Pasaron algunos meses y la suerte de la chica parecía que no cambiaría nunca, pero el Rey en uno de sus paseos por la ciudad la vio por casualidad. Al principio no comprendió nada y la imagen de aquel bello rostro le quitó el sueño. Después de padecer el insomnio por unas semanas, se decidió a preguntarle a su ayudante si había en el reino tal jovencita. La respuesta fue inmediata. “Es Alicia—le dijo el consejero—. Vino a pedir un empleo, pero no se lo concedimos”.
Saltándose todas las reglas que había implantado, el Rey, mandó llamar a la joven. La llevaron para que la entrevistara y al conversar con ella el pobre monarca se enamoró. Ya no pudo más contener el deseo y se casaron. Alicia era en verdad hermosa y tenía el poder de mantener a su cónyuge semanas encerrado en su habitación gozando de su compañía. Al final, ella se embarazó y a los nueve meses dio a luz a un hermoso niño, sin embargo, los doctores predijeron que padecía una enfermedad muy extraña. Sucedió que al niño le creció la cabeza y se le encorvó la espalda, a los dos años ya era un pequeño engendro de la fealdad. El Rey lo escondió y mando buscar entre sus antepasados algún antecedente que pudiera explicar lo que sucedía. Se repasaron todos los libros, se buscó en todas las bibliotecas y se consultó a todo tipo de sabios. Al final se dedujo que la culpable era Alicia y un poco después se supo que, en verdad, descendía de una familia de monstruos y fue condenada a la hoguera.
En resumen, queridos niños. Con esta historia os queremos mostrar que tan fatídico puede ser llevarse por las apariencias, así que tendréis que ir por la vida dudando de todos y comprobando que detrás de una gran belleza no se esconda un desagradable monstruo.
Daniel Rosado
25/05/2020 a las 16:03
Dos arrugadas y callosas manos sostienen a duras penas las agujas con las que la solitaria anciana da puntada tras puntada, tejiendo la prenda con gran dificultad, pero con diestra precisión. El silencio llena la sala, presidiendo su matutino ritual sagrado.
Ya hace más de setenta días que se confinó en casa, sola.
Y aparte de los repartidores, solo recibe las inoportunas visitas de la asistenta social que lleva su caso. Una chica joven y agradable, pero molesta y persistente al extremo.
María tiene ochenta años, y sí, está mayor y sola, pero es perfectamente capaz de cuidarse ella misma y no está dispuesta abandonar su hogar.
Ahora que lo piensa, la muchacha lleva días sin aparecer.
Tal vez sea alérgica a los gatos, y haya dejado de venir por miedo al gatito callejero que entró por la ventana de la anciana hace algunas semanas y que ahora vive con ella.
Para bien o para mal, María no ve demasiado bien. Así que no sabe, que, en realidad, su nueva mascota no está viva técnicamente, sino que se trata de un gato muerto, echo de remiendos de cadáveres putrefactos y revivido artificialmente por el científico chiflado de la puerta de al lado. Tal vez, por eso la dedicada asistenta haya perdido su motivación.
Incluso la vejez tiene sus ventajas…
Amilcar Barça
25/05/2020 a las 17:38
Ocitore, no estoy de acuerdo con la crueldad de la moralina. Venimos al mundo sin haber sido consultados, para encima tener que soportar las maldades divinas, humanas y las de los escritores. Siempre ganan los ricos, los humildes llenos de mocos y suciedad (No te enfades, pero los monstruos también tenemos nuestro corazón)
Amilcar Barça
25/05/2020 a las 17:40
los humildes llenos de mocos y suciedad, acaban pagando el pato y volviendo al lugar de donde nunca debieron haber salido
Adela López Gómez
25/05/2020 a las 19:29
Estoy sentada frente al cuadro. El mismo cuadro. La misma hora, al atardecer cuando todavía hay luz pero dentro de la estancia sólo hay penumbra. Lo miro fijamente para no perderme el momento. Y justo cuando la figura del cuadro se funde en grises veo un leve brillo en el óleo y aparece él.
Cara afilada, ojos penetrantes, un bigote fino que se junta a la perilla afilada. Me mira fijamente, siempre. Yo le devuelvo la mirada. Hasta que invariablemente, con los ojos me indica una dirección.
Yo no sé…no habla, no le entiendo…
Se va la luz, sólo oscuridad.
Mañana volveré a verle.
Ocitore
25/05/2020 a las 20:22
Hola, Amilcar, gracias por leerme. Te comento que el tema de los monstruos es muy extenso y se ha escrito muchísimo sobre la fealdad y la maldad. Pensé que mostrar una generación racista del pasado serviría para recapacitar un poco, sin embargo, creo que no he logrado mi objetivo. En lo que dices estoy de acuerdo y te invito a leer mi cuento “El leproso errante” en el que sí hago un análisis serio de la pobreza y los marginados. Te dejo el enlace por si te interesa.
https://clubdeescritura.com/?p=3102233
Adela López Gómez
25/05/2020 a las 20:49
Es verdad que los monstruos existen. No sólo en los relatos. Yo a veces lo he sentido dentro.
El chaval
26/05/2020 a las 20:02
EL MONSTRUO
Que tranquilo es este vecino de al lado —dijo EL —cuida su jardín y pequeño huerto, donde tiene plantados tomates y hortalizas y que nosotros en alguna ocasión hemos probado gracias a su gentileza. Después, cuando baja el sol, se sienta en su mecedora bajo el porche a leer un libro, que debe ser muy interesante por cuanto no se mueve de sitio en mucho tiempo.
—Y así estamos nosotros tan felices suspira ELLA, cuidando de nuestra descendencia, que por ser la primera vez que vivimos juntos, con dos pequeños estaremos muy ocupados.
Bueno—dijo EL —Si te parece me voy a descansar un poco, que me duelen las extremidades de tanto bajar y subir a observar al cruel vecino y monstruo que tenemos abajo.
El cruel vecino y monstruo, es cazador de pájaros con el sistema de redes y se acompaña de unas jaulas con diferentes especies: jilgueros, verderones o canarios, que con sus cantos atraen a los pobres infelices que serán cautivos de por vida. Peor suerte tienen los gorriones, que los despluma y los pasa por la barbacoa.
No han pasado un par de días cuando ven al monstruo del vecino que se aproxima al árbol donde están, armado con una motosierra y empieza la labor de derribarlo ante el terror de los dos, que a pesar de sus gemidos y arrullos ven como sus dos polluelos se estrellan contra el suelo.
El vecino bueno, sabedor de que esta pareja de tórtolas anidaban en el árbol, observa con tristeza durante varios días, como vuelan juntos y pasan y repasan con estridentes gorjeos y gemidos el terrible vacío en que ha quedado sus felices sueños.
Paola
26/05/2020 a las 20:54
“MÍRATE”
—¡¡Dime qué demonios te pasa!! Santo cielo ¡NO CORRAS!
La voz retumbó como una tormenta eléctrica en el pasillo de la casa, y detrás, un portazo.
—¡Déjame en paz! ¡¿Es que no lo ves?!
—¿Qué es lo que no veo? Estas haciendo que pierda la paciencia ¡Abre la puerta ahora mismo!
—¡No! ¡No lo haré! ¡No dejaré que me lastime más!
Los llantos eran punzantes como agujas afiladas. Tenía las manos tapándole la cara llena de moratones. Temblaba y sentía que las fuerzas se le escapaban de a ratos.
—No hagas que me ponga peor —dijo él con los nervios contenidos.
—No-hagas-que-las-cosas-se-agraben…—continuó.
Ella titubió.
Dejó de llorar.
Murmuró: —No, no abriré. No dejaré que me vuelva a coger…
—¡Abre la maldita puerta, JODER! —El trueno de su voz cayó quebrando la noche, haciendo temblar las paredes. —Si no abres tú, abriré yo y ambos sabemos que no será lo mejor… —dijo con una calma ficticia, ensayada, falsa.
Ella se metió debajo de la cama, acurrucándose en el rincón más profundo.
—Sólo abriré si no lo dejas entrar… —balbuceó sorbiéndose los mocos.
—Maldita sea…— susurró — Vale — dijo con firmeza — pero ¡ABRE YA!
—Daa…dame un minuto…
Salió de debajo de la cama, estiró el puño del jersey, se secó las lágrimas y la nariz que aún goteaba sangre.
—Espera… que yo te digo cuando entras…
El miedo se reflejaba en su voz.
—Por todos los santos— expresó él por lo bajo apretando el puño.
La paciencia no era su fuerte; la amabilidad, menos. No se puede pedir mucho de alguien que sólo lleva frustraciones y cobardía en los bolsillos.
Se apoyó en el marco de la puerta con las manos hundiendo la cabeza entre sus brazos, esperando a que abriera.
Su calma era la de un rinoceronte a punto de embestir. Esa tranquilidad que le da saber que es más fuerte y que la presa no tiene chances. Es solamente aguardar a que se sienta confiada.
Ella abrió y volvió asustada a meterse bajo la cama.
Él entró con paso firme. Los enormes pies se quedaron a medio palmo de su nariz. Empezó a sollozar hundida en la oscuridad que curaba las heridas.
—¿No lo habrás dejado entrar…verdad?—dijo a media voz.
El hombre puso sus brazos en jarra y lanzó un suspiro de esos que hielan el corazón porque denotan nervios contenidos.
—A ver… Cuentame, querida ¿A quién demonios no tengo que dejar entrar? No logro entenderte… —se puso en cuclillas para poder hablarle con suavidad, sería la única forma de que ella saliera de allí.
—Ya sabes… —murmuró.
—No, no sé— una falsa sonrisa se dibujó en su cara.
Ella tragó saliba y se asomó.
—¿Lo ves? Estamos solos… vos y yo… —aseguró él con cinismo.
La mujer con un poco más de confianza salió a rastras y una vez fuera se quedó acurrucada, abrazandose las piernas y sin querer mirar del todo.
—No estoy segura de que no lo hayas dejado entrar…
Entonces él estalló como una bomba, como una tormenta que lleva días esperando reventar; la cogió de los pelos y gritando le dijo: —¡¿PERO DE QUÉ DEMONIOS ME HABLAS?!
Ella miró hacía atrás de él, con la mirada desencajada:—¡Ahí está! ¿No lo ves? —dijo temblorosa, señalando sus espaldas.
Él se giró y vió un espejo, enorme, volvió la mirada hacía ella con los ojos inyectados: —¡AHÍ SÓLO HAY UN ESPEJO! —gritó.
—¡Pero! ¡¿Es que no lo ves?! ¡Es ahí donde está el monstruo! ¡Lo has dejado entrar!
El hombre se movió lentamente. No sabía lo que se iba a encontrar.
Al girar lo único que vió fue su propio reflejo. Ella seguía gritando que el monstruo estaba ahí, en el espejo.
Él se acercó y tocó la imagen reflejada: eran sus manos con cabellos arrancados entre los dedos; su cara roja de ira con unos ojos vacios; era su propio cuerpo, robusto y sin alma…
Era él el mismísimo monstruo…
Amilcar Barça
26/05/2020 a las 21:11
MONSTRUOS, S.A.
De imaginación corta, confieso que me resulta difícil imaginar escenas e histerias o historias que no he visto o vivido. No es necesaria la fabulación para hallar, entre los humanos, degenerados que de haber monstruos reales, tal y como la mente visionaria de algunas personas relata, se sentirían avergonzados de la comparación.
Otra cosa es el miedo que, unos más que otros, hemos sentido cuando nos hablaban del hombre del saco o del coco. Tardamos tiempo en descubrir que todo eran engaños para aplacar nuestra resistencia a dormir o a tomar alguna medicina, tanto como la falsedad de los reyes magos, aunque en este caso, éramos más listos que nuestros padres pues seguíamos el juego so pena de hallar a las siguientes Navidades, la ventana vacía de algún juguete. Yo “pillé” a mi madre dejando un juego de parchís en la ventana, pero utilicé el truco anteriormente descrito; ya era suficiente con que, siendo crédulo, algún año pasaran de largo sus majestades.
Y miedo de verdad, yo pasaba arrobas. Los había intrépidos que continuamente hacían rastros por doquier sin temor al cinturón de su padre. A mí me enviaban a cerrar, ya de noche, la puerta de la paridera donde dormían las gallinas, y pasaba verdadero terror, no literario sino del bueno. Si alguien hubiera querido gastarme una putada desde dentro de la oscura paridera, hubiera quedado convertido en una estatua de sal, como la mujer de Lot; ella sucumbió a la curiosidad, yo hubiera palmado de terror.
Sin embargo, fiel al niño que no me ha abandonado nunca, las historias de monstruos simpáticos me seducen. Es película animada llamada Monstruos, s.a., la he visto varias veces y me sigue fascinando si tropiezo alguna vez con ella en alguna emisora de TV. No voy a relatar aquí el argumento que me figuro conocerán, sino a esos personajes de ficción que arrastran todos los defectos y virtudes que los humanos padecemos.
El monstruo bueno, la niña revoltosa, el monstruo malo, la “jefa” inflexible… Y todo eso no hace falta imaginarlo, está ocurriendo a nuestro lado cada día tal vez sin percatarnos; en nombre de muchos sacrosantos principios, para quien los impone claro está, sin tener en cuenta el llanto de niños y mayores e incluso, como esta maldita pandemia nos está demostrando, sacando lo peor y lo mejor de la raza humana.
Paola
27/05/2020 a las 09:00
Hola Amílcar Barça
Muy bonito tu relato.
Me resultó muy fluido.
La verdad es que extraño el anterior funcionamiento del taller, cuando leíamos y comentábamos todos…
A ti y a algunos mas solía leerlos aunque no me tocara.
Bueno, un abrazo.
Que todo se normalice pronto… incluso este taller 😉
Paola
27/05/2020 a las 09:04
Hola El Chaval
Ay! Por favor! con lo que quiero yo a los pájaros en libertad! Estaba para tenerlo de vecino a ese jajaja no me dura un día!
Un abrazo.
Buen relato… aunque me ha dejado un poco así… 🙁
Amilcar Barça
27/05/2020 a las 10:56
Paola: había leído tu relato. Esas situaciones tan trágicas, me desbordan. reconozco que no hay que hacer el avestruz pero no las comprendo.
Gracias por tu amable comentario. salu2
Paola
28/05/2020 a las 10:48
Gracias Amilcar Barça por leer mi relato!
No, desde ya… son situaciones irracionales pero que suceden.
A mi también me desbordan y me llenan de tristeza.
Son de esos tipos de monstruos que no deberían de existir.
Gracias de corazón.
Un abrazo!
elvocito
28/05/2020 a las 10:54
El acorralado tutsi
En una lejana aldea en medio de la selva casi toda la población era de la etnia tutsi. La calma parecía que no habría más guerra como antes. Eso no. Los aldeanos hacían la vida normal sin contratiempos. También alejado de los roces racistas que se estaban desarrollando en las urbes y villas más pobladas.
Las radios animaban a los hutus a exterminar a los tutsis. Nada se sabía en Carine. Alguien corrió la voz de alarma, pero muchos estaban ciegos y no le creyeron.
Un chaval de unos 12 años, al ver que se acercaban los monstruos en el lugar más inesperado, porque ya se había ido adentrándose en el bosque tropical, aparecieron ellos rodeándolo llevaban machetes en forma de hoz.
En un golpe de suerte, solamente eran cinco, tres de ellos se hundieron en la ciénaga oculta tras dar un paso en falso, mientras el acorralado se subió velozmente a los árboles. Y los monos, mandriles, algunos gorilas al grito del niño, les arrogaron todo tipo de cocos, ramas, demás madera para frenar la matanza, huyeron despavoridos tras herirles de un cocazo en las cobardes cabezas.
María Jesús
29/05/2020 a las 20:48
Sombras chinescas
La niña reía entusiasmada cuando su madre, detrás de ella, proyectaba sobre la pared hermosas figuras usando solo las manos. Con gráciles movimientos hacía aparecer un conejito atusándose las orejas, un perrito ladrando, un gato meneando la cola hasta una paloma volando. La luz titilante de una vela era toda la iluminación que necesitaba para crear esas bellas figuras que hacían reír a su hija. Un caballo al trote, un elefante sacudiendo la trompa..De repente las manos de la madre rompieron su armonía para abrirse abruptamente y proyectar sobre la pared sus dedos crispados. La niña sintió un escalofrío cuando la sombra del la cara de su madre se reflejó en la pared, su cuello atenazado por otras manos fuertes. La pequeña, paralizada, no se atrevía a mirar atrás mientras oía el aterrador sonido que la mujer hacía mientras se ahogaba. El monstruo había vuelto.
María Jesús
29/05/2020 a las 20:55
Hola Paola me ha gustado mucho tu relato, una original manera de describir la violencia machista.
Ocitore
30/05/2020 a las 15:05
El club de literatos
Era una época en la que los recuerdos eran en blanco y negro, aunque la vida nos diera la alegría del color, las películas, las fotos y hasta las transmisiones de radio eran en blanco y negro. Era por eso que me desconcertaban algunas cosas que mantenía en la memoria de una forma y las evidencias de la vida real empañaban mis recuerdos. Solo una remembranza tenía aspecto carmesí. Un rojo muy subido y líquido, diría. En aquellos años estaba relacionado con un grupo de escritorzuelos que llegaron a ser famosos muchos años después, pero de los treinta que empezaron solo dos alcanzaron el éxito. A mí me invitó Joe Jackson un joven de descendencia irlandesa que creía que yo podría convertirme en escritor algún día. Para mi suerte en aquella época no se me daba nada la poesía y mi prosa era muy desagradable. Me faltaba imaginación y no podía hilar una historia completa.
Nos reuníamos casi cada noche para competir con nuestros escritos y el perdedor de siempre era yo. Por eso, cuando a Charles se le ocurrió la idea de hacer un concurso, quedé excluido el primer día. En realidad, tuve mucha suerte porque de no haberme resignado a esa suerte ya no estaría aquí para contarlo. Se decidió que los cuentos se les enviarían a unos profesores de talleres de literatura, catedráticos o escritores reales. Quien ganara saldría premiado. No fue tan sencillo contactarlos porque siempre estaban ocupados o se negaban a dar su opinión sabiendo que éramos unos donnadies. Estuvimos a punto de olvidarnos de ese plan y seguimos muchas semanas escribiendo y analizando todo lo que creábamos, es un decir porque a mí solo se me permitía escuchar. James, un chico con carácter bohemio tenía una facilidad como la de Thomas Wolf para escribir kilómetros de papel, pero sus descripciones eran tan largas que habrían faltado diez rollos de diez metros para escribirlas completas. Había muchos chicos muy ilusionados, pero a los que más recuerdo son Joe, Charles, James, Roger y Mike, los demás se fueron desvaneciendo en mi memoria y, por fortuna, no los recuerdo en absoluto.
Casi nadie tenía novia. James era guapo y podría haber conquistado a cualquier mujer con su natural encanto narrativo, pero fue el primero en desaparecer. Para mí, él, era como uno de esos poetas de la antigüedad que podía armar en su mente una costura de versos como si se tratara de tejer una bufanda con palabras bien alternadas y colocadas en el lugar preciso. Charles era otra cosa, a él le gustaba la brevedad. Tenía una capacidad de razonamiento increíble, lo malo es que su talento solo servía para hacer historias muy cortas y entre más se extendiera, más difícil le resultaba escribir. Se encontraba a gusto con los cuentos de una cuartilla, pero en cuanto pasaba cierta línea, el cuello de su botella narrativa se hacía tan estrecho que lloraba para que le salieran las palabras. Roger era un fotógrafo, hacía unas descripciones como Virginia Wolf o Turgueniev. Daba mucho gusto escucharlo, pero sus historias eran como un álbum de imágenes preciosas yuxtapuestas que dejaban un encantador sonido en la cabeza, pero nada más. Mike era la fuerza destructora, cogía los temas para sus distopías, adoptaba cualquier tema para darle la vuelta y mostrarnos un mundo horrible de degradación total. Fumaba marihuana y se inspiraba de verdad con un solo porro. Tenía una prosa que todos llamábamos “física”, pues usaba los tres estados de la materia para describir. Lo sólido lo hacía gaseoso o líquido y sus historias hipnotizaban de verdad. No por nada ha llegado a ser uno de los autores más reconocido de nuestro tiempo. Tal vez su maldad se alimentó de las víctimas de nuestro club.
Había dos amigos inseparables: Martin y Ricky. Escribían juntos y eran tan banales que daba pena escucharlos. Eran vanidosos y en su afán de impresionar estaban dispuestos a copiar textos de Dostoievski, Kafka o Poe y adaptarlos a la época. En una ocasión contactaron a unos profesores de un taller literario y les comentaron sobre la idea de Charles. Estuvieron de acuerdo en aceptar los escritos en los concursos. Al principio todo mundo se puso feliz. A la primera convocatoria se enviaron los mejores textos de cada uno, pero la desilusión llegó muy pronto. Cada vez que en nuestras discusiones se debatía sobre la historia que debía ganar, los encargados la omitían o la incluían, por equivocación o casualidad, en las finalistas. Martin y Ricky dijeron que no merecía la pena hacer esfuerzos inútiles. Se habló mucho, pero Charles hizo una de sus bromas y al ser tan parco en explicaciones dio lugar a que se malinterpretara lo que deseaba y entonces comenzó la bulla, los insultos y las agresiones directas. Se hizo un pacto y en una hoja todos firmaron con sangre del pulgar.
En la fecha establecida, el 27 de febrero, de cada año se presentaban los escritos y se enviaban a un grupo de especialistas. Todos estaban convencidos de que ganarían los mejores, pero sería por las demandas del público, las ideas viciosas de los miembros del jurado u otra razón, por lo que ganaban los escritos que se habían considerado entre nosotros como los más pésimos. En un arranque de ira Mike dijo que tal parecía que el premio se lo daban a los peores y que se merecían una bala por estúpidos. Alguien secundó sus palabras y después sin saber por qué se dejaron arrastrar por la demencia. Se acordó algo que sonó a broma, pero se cumplió después de cada premiación. Se presentaron los textos y ganó James. La noche que le esperábamos para felicitarlo y llevar a cabo el ritual del club, no llegó. Supe años después que había sido asesinado en extrañas circunstancias. Al siguiente año no asistí porque me dieron un trabajo en un periódico y me alejé de aquellos locos. Llegué a encontrar a Mike algunas veces, pero nunca me contó nada. Hablaba de forma muy general de los chicos. Nuestra vida cambió por completo, me enteré de los éxitos de Mike y Charles por casualidad y siempre quise encontrarme con ellos para que me firmaran sus libros, pero nunca tuve tiempo para asistir a sus presentaciones. Después se abrió un hueco insuperable en nuestras vidas y lleno de olvido.
Hace unos días me pidieron hacerle una entrevista a Mickey Malcolm, que es nada menos que Mike con una lista considerable de novelas y ensayos sobre literatura. Tiene varios premios importantes y me ha sorprendido que lo haya olvidado por completo. Soy un asiduo lector, pero siempre investigo sobre lo que me piden en el periódico y nunca tengo oportunidad de publicar en la sección cultural. Cuando me sobran algunas horas busco los libros de Tolstoi, Dostoievski, Dickens, Kafka, J Roth, Faulkner entre otros. La literatura actual me parece muy decadente y cada vez aumenta la cantidad de autores que después de sus cursillos de literatura comienzan una prolífica carrera llenando las estanterías de historias en gordos volúmenes que se venden como Best Sellers y no me atraen nada. Malcolm no es de esos. Él sí que cuenta historias de verdad. Tiene algo de Roberto Louis Stevenson y Andrei Platonov. Es una combinación extraordinaria porque el primero es un maestro de la aventura y el suspenso se mantiene en cada capítulo, del segundo tiene esa prosa mágica que usaba también James. Leí con interés la novela “Los suicidas intelectuales” y me quedé de piedra porque mis empolvados recuerdos se despertaron causándome una sensación nauseabunda. Cada página me enroscaba el estómago y me revivía imágenes de aquella época en la que murieron James, Martin y Ricky. No sé por qué razón mi curiosidad me llevó a investigar el paradero de aquellos pobres muchachos y al dirigirme al departamento de policía supe que habían muerto asesinados y que nunca se había podido encontrar a los criminales. El investigador Carlson, quien me explicó sobre esos casos me dijo que entre esos expedientes abiertos había otros más, que eran unos veintisiete. Esas cifras no me dijeron nada, pero al leer el libro fui reconociendo a los personajes, luego aquel juego absurdo de enviar textos a una comisión formada por escritores de talla media y profesores de talleres literarios. El club de los suicidas condenaba a los miembros que fueran elegidos el 27 de febrero. Me dirigí a al inspector y le pedí que me diera una lista de los crímenes que se habían cometido en la noche de cada 27 de febrero hasta la fecha. Lo que encontré fue una serie de nombres conocidos. En el libro no se mencionaba la fecha, pero se seguían las mismas reglas. Según el narrador del libro a los concursantes que recibieran premios por parte de los que consideraba escritores de poca talla, los mataban. Eso creaba un ambiente tenso en el club, pues cada año escribían un libro y quien escribiera el peor, que era el que por lo regular ganaba, recibía un premio que lo condenaba irremediablemente. Eso era la motivación para convertirse en un escritor de mucha talla, pues cualquier desliz o error podía hacerlo terminar en el fondo de un río. La coincidencia era enorme y no sabía qué preguntas hacerle a Malcolm. Soñé que le cogía la entrevista y me revelaba, o más bien confesaba, que él y Charles, que tampoco se llamaba así, sino Chaterley Yan, se habían ocupado de aquellos ingenuos soñadores.
El día de la entrevista me levanté sin ánimo, fui a la oficina de Thomas Walk y le dije que no podía hacer lo que me pedía. Discutimos más de media hora y, al final, me sustituyó por Andreu, un chico listo que estaba en el mejor momento de su carrera. Había sido finalista varias veces en el Pulitzer y sabíamos que pronto lo ganaría. Conversé con él, le dije el tipo de preguntas que debía hacer. Con mucho ingenio y certeza garrapateó lo más importante y salió a hacer mi trabajo. Me encerré en mi pequeño gabinete y saqué una botella de whisky. El agitado ritmo de trabajo del periódico ese día brillaba por su ausencia y el silencio era tétrico. Salí a las seis de la tarde y me crucé con Andreu que iba muy contento. No le quise preguntar nada y me fui a un bar a ahogar mis recuerdos. No lo logré. Ni ese día ni los que vinieron después.
Amilcar Barça
30/05/2020 a las 19:18
El club de los poetas muertos. Ocitore, te has quedado ancho aunque si no fuera por los muertos, pensaría que te has basado en los nobel que pululamos por estos paghos. Al menos, estos son asesinatos decentes
Ocitore
30/05/2020 a las 21:16
Amilcar, es más bien por despecho ante los “fallos” de un club literario en el que llevo cinco años escribiendo y siempre pasan de mi. Ya no recuerdo cuál fue la última vez que me eligieron como finalista. Es frustrante pensar que en lugar de mejorar e ido degradándome poco a poco. Es por esa razón que los he condenado con este texto. Muchas gracias por tu comentario y te reitero mi aprecio.Saludos.
La Profe
31/05/2020 a las 06:40
Witdrawal
Invierno en su vida; corpúsculos blancos en el aire. Por las noches en sus ojos era el día y navegaba un tobogán de sobresaltos. Por la mañana, los despojos en el dintel de su ventana y al fondo del espejo el monstruo susurraba otra batalla.
Amilcar Barça
31/05/2020 a las 13:02
Ocitore, he intentado comentar en tu blog, pero me ha dado la impresión de que no entraban los comentarios. salu2
Ocitore
31/05/2020 a las 17:08
Muchas gracias, Amilcar, los comentarios del blog se publican después de la autorización del administrador. Te agradezco mucho el detalle. Saludos
paolarosanabavaro@gmail.com
01/06/2020 a las 09:29
Gracias Maria Jesús!
La violencia de género es una mala enfermedad en la sociedad… Tapándonos los ojos solo logramos dejar de verla… Pero sigue estando ahí, haciendo daño…
Un abrazo! Gracias por leerme! De corazón.
Paola
01/06/2020 a las 09:41
Hola Maria Jesús!
Acabo de leer tu relato.
Entiendo que “el monstruo” era algo/alguien recurrente en la vida de la madre y la niña.
Me gusta mucho porque, si dejo mi imaginación volar pueden ser varias cosas en diferentes escenarios… Pensé en violencia de género, pensé en la violencia que ejercían los amos sobre sus esclavos. Pensé en muchas situaciones.
Podría ser algo inmaterial, también.
No sé si era tu idea.
Un abrazo!
Maurice
01/06/2020 a las 13:46
ALGO BAJO MI CAMA.
Se me ocurrió buscarla allí. No quedaba otro lugar donde pudiese estar; y desde una semana atrás su compañera estaba sola, en el cajón, sin poder reunirse con ella. Las medias deben estar juntas; pero cuando se meten en el aparato, por ahí se lavan en diferentes tiempos porque no se introducen a la vez.
Lo que voy a contar no tiene que ver con calcetines o cualquier cosa doméstica. Más bien con lo sobrenatural (de un momento), difícil de creer o entender por quién lea estas líneas.
Echado boca abajo sobre la cama pero con la cabeza colgando, dirigí la mirada hacia el interior de aquel submundo, generalmente inexplorado por los seres vivientes de la casa, excepto por parásitos, arañitas, a veces hormigas, todos sobrevivientes en la magma de pelusa y polvo que, después de un tiempo, irremediablemente se acumula en el espacio cuando la escoba no hace su presencia. Hablo del período transcurrido desde que mi esposa limpió por última vez.
Pensaba, pienso; probablemente ella (la media, no mi mujer), en un desapercibido puntapié, quizá en la mañana al levantarme, fue enviada hacia el lugar penumbroso quedando allí abandonada al olvido, separada de su íntima compañera.
Aunque en verdad, lejos estuve de hallar lo que buscaba (sin mucho interés y desde hacía tiempo). En su lugar, mi acotada visión pareció divisar una figura sin forma, como un espectro escapado de un lugar recóndito, oculto para la esfera de mi conciencia.
En la oscuridad, cerca de mi invertida mirada, me impresionaron dos puntos luminosos, estáticos, que en forma intermitente desaparecían y volvían a brillar. A pesar del frío recorriendo mi espalda por la inesperada aparición, no ceje en mi búsqueda e introduje uno de mis brazos en medio de la oscuridad; a tientas, lo desplazaba de un lado para otro tocando suavemente el piso polvoriento con la esperanza de que, en algún momento, mis dedos palparan la toallita de la pequeña prenda.
Pero no. La misma no hacía acto de presencia. Sin embargo, en un instante que me pareció fuera de toda realidad, mis manos toparon con una estructura algo tubular, consistente pero a la vez flexible, peluda. Y simultáneamente, como si fuese una brasa la que inadvertidamente toqué, retiré la mano con un movimiento rápido y brusco. Todo ocurría en segundos, a la vez que mi cerebro se devanaba en separar realidad de fantasía; ilusión de ensueño.
Levanté la cabeza enderezando mi espinazo, para volver a la parte de arriba de la cama; sin que el tiempo me diera la oportunidad de ordenar lo que ocurría en mi interior, la voz de mi mujer me trajo al presente:
— ¡Oliii…!
Y la gata salió como una exhalación rumbo al comedor. Y con la media en su boca.
YAYI
01/06/2020 a las 22:21
Hola Mauri:
Me ha gustado mucho tu relato que has acabado con un final sorprendente.
Un abrazo
Alicia Commisso
04/06/2020 a las 23:53
Morir dos veces
Aquella mañana, muy temprano, antes de ir a la clínica, Alcides, el mayordomo, me trajo el café a mi despacho. Me veía como loco revisando carpetas de los cajones del escritorio. Cualquiera se hubiese dado cuenta que estaba enfurecido.
“¡Conécteme ya mismo con Enrique Salas!”, grité, malhumorado.
“Disculpe doctor…, pero… ¿Quién es Enrique Salas?”
“El nuevo contador del sanatorio. Aquí tiene el número.”
Salas tardó en llegar. Yo mismo lo recibí. Mientras nos dirigíamos a mi oficina un aroma entre perfume importado y alcohol emanaba a su paso. Ni bien entró, comencé a insultarlo. Le recriminé sobre el desfalco, los abusos, las drogas. Lo tomé de los brazos, lo zamarreé. Le dije que era un monstruo. ¿Cómo podía estar ebrio a esa hora del día? Me descontrolé. Se asustó, no sabía qué decir. Estaba demasiado confundido. No podía sostenerse en sus pies. De pronto, se fue inclinando hasta caer encima del escritorio. Se hizo un silencio sepulcral, traté de reanimarlo, pero fue en vano. Abrí la puerta. Desde el umbral sólo pude gesticular unas pocas palabras entrecortadas.
“Sucedió una tragedia, maté a Enrique Salas. No fue intencional. Por favor Alcides, llame a mi abogado.”
“Tranquilícese doctor y luego piense qué va a hacer.”
No sé qué me pasó pero ni siquiera tuve una idea preconcebida. Sentí que como profesional había llegado a mi fin. Estaba muerto en vida ¿Dónde había quedado aquél reconocido cirujano, director de la clínica de cardiología? No tenía fuerzas para seguir. Alcides decidía por mí. Y me dejé llevar. Me convenció diciéndome que su amigo Ismael me daría una mano; limpiaría las huellas digitales y haría desaparecer el cadáver usando el auto del contable.
Tan pronto como sacó al muerto emprendió el viaje hacia el litoral, donde arrojaría el vehiculo con el cuerpo sin vida. El miedo y el remordimiento comenzaron a atormentarme.
Alcides me sugirió que fuese al nosocomio y me mostrara sereno para no levantar sospechas. Yo estaba desasosegado. Insistía en llamar a mi letrado y entregarme a la justicia. Él hizo lo imposible para contenerme. Reconocía que yo era un hombre de bien. Intachable. No quería abandonarme en semejante situación.
La noche llegó con muchas vicisitudes. Después de la cena subí a mi aposento; me sentía como alguien quien hubiese envejecido veinte años. En la lobreguez profunda, menos negra que mi alma, y envuelto en un denso vacío, sólo escuchaba la voz de mi conciencia que no paraba de torturarme. Asfixiado por la realidad, bajé y bebí tres vasos de whisky mientras pensaba tantas cosas; las veces que soñé con dejar atrás mis responsabilidades para dedicarle más tiempo a mi familia. Volví a mi habitación, subí las escaleras reptando. Sofocado, mareado, me costó sacar el bolso del placard, meter mis medicamentos, ropa interior y documentos; llamaría a mi defensor y luego me entregaría; creía que esa sería la mejor decisión. Pero me quedé allí, inmóvil, atrapado, alucinando.
“¿Qué hace este monstruo aquí? ¿Por qué volviste?”
Su figura era temible, anómala. Se iba acercando con pasos lentos. Lloré, le pedí perdón pero fue inútil, no me escuchaba; seguía avanzando con actitud amenazadora. Y entre gotas perfumadas y una respiración agónica me amarró del cuello, me oprimió como una frazada de goma. Fue difícil desprenderme de sus manos. Lo empuje con furia y lo volví a matar dejando atrás la oscuridad y la opresión.
Andrea Sanchez
05/06/2020 a las 00:28
siempre que camino en los pasillos de mi casa soy feliz, bueno es un casa de buen tamaño a lo que le podemos llamar casona de esas antiguas, es una casa muy peculiar ya que a pertenecido desde hace mucho tiempo a mi familia; en esta casa vivimos mis abuelos, mis padres,mis dos hermanos gemelos mayores y yo.
siempre en los libros e historia siempre pasan todo tipo de cosas extrañas en este tipo de casas, bueno por el momento lo que llevaba viviendo aquí no a pasado nada.
un dia jugando a los exploradores con joe uno de los gemelos encontramos un pasadizo al final del pasillo muy cerca de la habitación de los abuelos, el descubrimiento ocurrió por accidente cuando joe movió un de los cuadro del tatarabuelo joel entramos a esa misteriosa habitación y lo que encontramos fue una biblioteca con unos libros muy misteriosos, uno es especial me llamo la atención ya que era un libro de historia de lo ocurrido en la casona en la que vivimos,bueno eso me dijo joe ya que apenas aprendia a leer, me conto lo que decia aquel libro
“cuando en las noches el reloj marca la 10 en el ático se escucha un toc,toc, toc, eso anuncia la llegada del misterio de la casona sanclair la cual esta condena a ser cuidada por un eterno guardián que atemoriza a los mas chicos y le jala los pies,y uno a uno se le come cada uno de los dedos del pies”
como un nudo en mi garganta escuchando cada una de la palabras de joe.
siento en mi espalda un pequeño escalofrió y siento una mano que recorre desde mi pierna hasta mi pie, de repente siento un tirón y grito con todas mis fuerza,al observar bien miro la cara de john, era una broma de mis fastidiosos hermanos.
al llegar la hora de dormir un poco asustado aunque fuera una broma,todavía tenia un poco de miedo,con mi sabana hasta cabeza y un poco asustado, miro de reojo el reloj y son las 9:59 falta un minuto, un minuto, entre en pánico quería saber si era verdad;justo dieron las 10 en techo de mi habitación escucho un toc,toc,toc me dirijo al ático a ver que era lo que pasaba,siempre me he caracterizado por ser mas curioso que miedoso,bajo las escaleras para poder subir, camino despacio por las escalera , al llegar lugar entre la cajas donde guardamos las cosas antiguas, se mueve algo,algo salta entre las caja, me acerco para ver que es,y era un ratón,me volteo y veo que se cierra el ático, grito y grito, hasta que mi abuela se acerca y lo vuelve a abrir,cuando bajo y con lagrimas en los ojos por el susto abrazo a mi abuela, me acerco a abrazarla y siento en su espalda una peluda cola , la siento mas peluda de lo normal, al abrir mis ojos viene a mi el recuerdo de que mi abuela había muerto hace una semana entonces que es lo que estoy abrazando, el temor no me deja reaccionar no puedo mirar para arriba,no puedo mirar sus ojos monstruosos.
Verset.
16/07/2020 a las 23:14
“HORRIBLE MIRROR”
Leí la última página de Frankestein, miré el número de la misma y aparté el libro.
Aún abierto con el dedo pulgar entre las hojas, lo dejé descansar sobre mi pecho, mientras mis ojos miraban el techo blanco de la habitación al tiempo que cavilaba sobre el relato y los sucesos ocurridos en él.
Hechos terribles habían sacudido la vida del Doctor protagonista, quien cegado por la ambición creó una criatura tan mordaz como para ser capaz de devastar la vida de su propio creador. Un ser socavado por la soledad, el rechazo, la incomprensión. Razones que lo habían llevado a cometer destrucción de todo lo vivo que por el camino a su paso encontró. Por un odio profundo hacia su propio creador. Padre lo llamó de manera despectiva en alguna ocasión. Y alrededor del mismo una serie de actos que arrebataron la vida de sus seres más allegados.
Pensar en la profunda culpa del Doctor me hizo pensar en lo que ambiciono y aquello que en realidad tengo, poniéndolo en contraposición y reflexionando sobre historias que había escuchado o leído de personas que no miraron nada más que por su ambición, perdiendo a la gente que le quería por el camino. Quizás existiera otra manera de conseguir aquello que deseamos, enfocándonos en lo que queremos pero sin olvidarnos de los otros.
Inspiré profundo y solté de a poco, cerré el libro y estiré el brazo para dejarlo sobre la mesita. Me quedé con la vista en el techo un rato más. Luego parpadeé, mis ojos viraron hacia el frente, donde un espejo reflejaba mi imagen. La imagen de una persona que por el camino estaba perdiendo a los demás, como a la persona que hasta hace poco compartía el sueño conmigo. Recordé nuestra última discusión. Llena de gritos, llanto y reproches.
Mi pecho lo sentía angustioso, mi garganta enrarecida y los ojos caídos, con bolsas bajo cada uno. La melena caía por mis hombros, tal vez demasiado larga, enclenque y lacia. Cuando mi cabello era de un rizado indomable. Dos nudos de pelo se habían alzado desde el cocorote, por el que asomaban dos cimas sutilmente separadas. Me miré la ropa de dormir. El camisón de repente cambió a color rojo sangre. Pegué un grito y corrí hacia atrás, cayendo de espaldas sobre la cama. Giré sobre mi misma y me reincorporé, tocándome mi propio pijama de color blanco. En el espejo también era blanco.
Quedé perpleja sobre lo que acababa de ocurrirme. Traté de pensar en que sólo fue una mala jugada de la mente, cansada de tanto luchar por lograr mis ambiciones. Pero no. Era un aviso de la misma por lo que me estaba convirtiendo. Un monstruo vestido de rojo envuelto en color sangre.
Samantha
08/02/2022 a las 02:04
Siempre es en el armario o debajo de la cama pero el monstruo de mi cuarto vive en otra parte pero antes creo que debería presentarme soy Zack tengo 10 años y mi madre dice que tengo mucha o mejor dicho demasiada imaginación pero ella no lo entiende yo veo monstruos mi casa está plagada de ellos o uno es azul y vive en el fregadero de la cocina otro en el inodoro del baño de mi hermano y el último no lo sé pero esta en mi cuarto Siempre lo oigo riéndose de mi y saltando le gusta asaltados es todo lo que se de el me gustaría saber más pero no lo sé y eso me molesta me asusta pensar que algo me podría pasar algún día por culpa de este monstruo, pero la otra vez al fin de tanta búsqueda lo encontré:
Había llegado de mi práctica de básquet y cuando llegue me tumba en mi cama a dormir una siesta habíamos corrido mucho y me cansé mis párpados me pesaban tanto y el sueño al final logró vencerme pero me desperté por unos extraños sonidos y lo vi de cuatro brazos con tres ojos y de color blanco estaba en el techo dando vueltas que molestia estuvo allí todo el maldito tiempo y yo buscándolo bajo la cama o detrás del ropero ¡maldita sea! Ese idiota le grite pero me ignoro perdí mi tiempo pero al menos ya se donde vive
Camid
24/05/2023 a las 01:48
Marco abrió la puerta del baño. Asentó la mochila, se desabrochó el cinturón, levantó la tapa del retrete y… El monstruo saltó con sus manos sobre el cuello del muchacho.,
Si, me puse político. El tiempo, sorry
24/05/2023 a las 01:49
Saliendo de la Universidad, Carolina y mi persona nos encontrábamos caminando por el Mother´s park, cuando de repente !PUM! Un motociclista atropello a uno de nuestros compañeros, David Waters. Reconocimos el cadáver, lo acompañamos hasta el hospital y !ZAS! que revive el muy estudioso. Le cuestionamos su acción y dijo lo siguiente: He visto a una criatura monstruosa parado lado el puente… Calla, calla, le dijimos. Cuando en las noticias se reportó lo siguiente: Lasso se ha tirado de un puente en Cuenca.