RetoLiterautas Nº 22 (27 de abril, 2020)

Para esta semana el reto consiste en escribir una historia de amor que se titule: «La casa de muñecas». Estamos deseando leer vuestras propuestas.

Ejercicio de escritura 22

Para esta semana el reto consiste en escribir una historia de amor que se titule: La casa de muñecas. Estamos deseando leer vuestras propuestas.

Al contrario que con el taller de escritura, aquí no ponemos límite de palabras ni otro tipo de restricciones. Tampoco hay hora de entrega máxima, podéis publicarlo cuando queráis.

Puedes dejar tu texto como comentario a las entradas de este post. Y no te olvides de comentar los relatos de tus compañeros, así todos aprendemos. Si no sabes cómo comentar los textos, puedes leer nuestras entradas sobre el tema en: Cómo comentar los textos para el taller de escritura. ¡Feliz semana!

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Comentarios (32):

guiomar de zahara

28/04/2020 a las 12:17

La casa de muñecas
Nuria, desde la ventana abierta, contemplaba el parque por donde paseaban parejas, ancianos solitarios o niños jugando, bajo la atenta mirada de sus madres. Fue justo al echar la última ojeada antes de continuar leyendo, cuando le vio. Estaba apoyado contra un árbol y ella podía verle casi de frente.
Trató de adivinar quién podría ser, quien era, qué hacía, qué podía querer o buscar un chico joven con vaqueros y camisa de cuadros azules solo, en un parque urbano en una tarde de domingo; podía ser cualquier cosa: estar buscándose la vida, esperar a su novia, a un amigo o simplemente haberse evadido sin rumbo huyendo de la televisión familiar, o escapado de unos libros de un examen cercano. Lo más probable es que hubiera salido con la esperanza de conocer a alguna chica –pensó finalmente.
Por un instante le pareció que el joven miraba, sonriendo, hacia ella, y la hizo sentirse deseada; con ese sentimiento perturbador que se produce cuando la ingenuidad roza la fina línea en la que deja de serlo.
Fue entonces cuando pensó en la diferencia de edad. El muchacho parecía rondar la veintena, a él, pensó, una mujer cerca de los cuarenta años debía parecerle una anciana. Pero cuanto más le miraba, más atraída se sentía por su cuerpo perezosamente reclinado en un aire ausente ¿A esa edad un chico sabe lo que quiere? ¿Por qué asumir, que espera o busca a una jovencita? Para empezar, el conocimiento que se puede tener a los dieciocho o veinte años es tan corto, que no se ha podido averiguar lo que una mujer con experiencia, sabe. Y comparado con lo que ella se sentía capaz de ofrecer, muy poco le podría revelar una chiquilla, que tuviera la edad para jugar con su casa de muñecas.
Se sentía cada vez más atraída por él, por la curiosidad, por el deseo de desvelar la incertidumbre. Quería probar su capacidad de seducción.
El deseo vivo que experimentaba alteraba su seguridad, pero al mismo tiempo la hacía más capaz, más atrevida. Quería poner a prueba esa energía desatada de pronto, que otras veces no había sentido. Tenía que decidirse…
Hacía mucho tiempo que un hombre joven, no la perturbaba de esa manera, ya no sólo por su atractivo, sino por ese aura de misterio y peligrosidad que lo envolvía ¿Qué hacía allí, solitario, apoyado indolentemente en el tronco de un árbol de un parque concurrido? Se alejó de la ventana para calmarse un poco; bebió un sorbo de agua fría y volvió a la lectura.
Ya estaba declinando la tarde y aún no se había liberado ni del calor, ni de su desazón, ni de su enamoramiento.
El aire le parecía sofocante, en el horizonte se intuía ya, una grisácea capa de neblina que apagaba los reflejos y los tejados y el movimiento de las ramas, al igual que le ocurría a ella… atrapada en su silla de ruedas.

Amilcar Barça

28/04/2020 a las 19:07

¿La casa de muñecas?

Tengo una muñeca vestida de azul… Como cantaba Gigliola Cinquetti Non ho l’età per amarti, ya no tiene edad para amar ni para nada.
El jugar con muñequitas azules, pasó a la historia sobre todo cuando tuvo que enfrentarse a su primer parto. Gemelas. Dicen que esos ciclos se repiten y su abuela, también lo era. Pasó de la casa de muñecas de trapo a tener un par de muñecas que ocupaban todo su tiempo y sin haber tenido un mínimo cursillo de entrenamiento. Casi recién caídos los dientes de teta.
Todo era doble: los biberones, los pañales –entonces todavía usaban los mismos, lavados en múltiples ocasiones-, los lloros y las enfermedades infantiles. Todavía recuerda como a una niña la tuvieron que llevar a urgencias con 40º de fiebre y nada más ingresarla, se puso de sarampión como un tomate. Y la otra, para no ser menos, también se infectó, pero lo pasó en casa. Si tenía a una aupa, en brazos, la otra agarrada a sus piernas llorando, para que la cogiera aupa también. Se quitaban el chupete de una a otra, y la que lo perdía, a llorar. Noches en vela o cirio, qué más daba.
Cada vez que viajaban a París, regresaban con otra pareja de muñecas y vuelta a empezar. Hasta que se cansó y advirtió al Mariano: “A partir de ahora, vas a lavar a mano, haces solitarios o te buscas quien te ayude, pero a Francia, no pienso volver contigo”
A pesar de ser familia numerosa, suspira por un nieto que no sabe si alcanzará a ver. Esos son los recuerdos que le quedan de su casa de muñecas.

El chaval

28/04/2020 a las 19:14

LA CASA DE MUÑECAS

Lucía desde muy jovencita le atraía la costura, y con ayuda de su madre cuando alguna muñeca estaba deteriorada aprendía a coserla el desperfecto que tuviera.

Fueron pasando los años y montó un pequeño taller en el cuarto que daba al patio; tenía claridad y podía desplegar su ingenio en el dibujo, de manera que creaba figuras que salieran de lo normal para fabricarlas y ofrecerlas, a los pequeños comercios dedicado a la juguetería.

Tenía un marido extraordinario que la colmaba de atenciones; siempre tenía alguna cosa para obsequiarla, desde una flor un libro o entradas para la temporada de ballet. Eran muy felices; una ilusión entrañable que se hizo costumbre desde el primer día de casamiento: El preparaba el desayuno y juntos lo tomaban en la cama. Un detalle sencillo pero que les unía en la fidelidad del amor.

Como técnico en montajes especiales Juan, el marido, tenía programado para que dieran el último toque a unas instalaciones cuando llegó la orden de paralizar todo. Se suspendía el acontecimiento por las posibles consecuencias resultante del coronavirus.

En el patio de la casa, siempre se veía alguna muñeca, un oso de peluche un vestido de princesa, pantalones minúsculos, que tanto ella como él colgaban en los alambres de tendido de ropa y una figura de bruja: falda larga negra, una blusa del mismo color y el clásico gorro puntiagudo; le faltaba la escoba. Todos estaban vigilantes del loro Pico, metido en su jaula y que el marido había aleccionado para que cantara el himno de su equipo de futbol y a silbar, cuando el contrincante metía un gol.

Pasa el tiempo sin nadie en el patio, solo quedaba la bruja balanceándose ligeramente por la brisa. Llega el día en que Lucía, sola, y con Pico en su jaula, que una vez puesto en su pedestal no para de repetir “Lucía te amo…Lucía te amo…

Borja Molla

30/04/2020 a las 15:31

La Casa de Muñecas
Mario miró de nuevo. Mientras afuera, la tormenta que se había iniciado minutos antes, estallaba en todo su apogeo y hacía gemir la casa grande, lúgubre, hasta sus cimientos.
Mario estaba pálido, con la mirada perdida en el sucio vidrio amarillento, que le devolvía su reflejo aún más lívido, casi translúcido. Tenía el pelo entre cano y castaño. Ni largo ni corto y sus ojeras y pequeñas patas de gallo, denotaban sus cuarenta y bastantes casi cincuenta inviernos, que no primaveras.
La habitación dónde estaba, le acompañaba en su dolor patente. Una estancia que había conocido tiempos mejores. Tiempos dónde internet ni existía y los señores de la casa tenían servicio y dinero. Las cortinas dobles raídas, el polvo acumulado en la vieja cómoda o la desvencijada silla estilo Luis XV, eran el escenario perfecto para el dolor de Mario por la pérdida de ella.
Se conocían casi desde que él tenia consciencia y desde siempre, ella había estado a su lado, siendo cómplice y a veces partícipe de sus travesuras, locuras adolescentes y también, por supuesto, de sus febriles deseos. Deseos de sangre y dolor.
La primera vez, sucedió como quién no quiere la cosa. ¿Quién no ha odiado al típico profesor prepotente, que te deja en ridículo delante de tus compañeros?
Cuando Don José, el profesor, salió del colegio, se dirigió hacia el callejón que quedaba a la derecha del portón de entrada, para atajar y así llegar antes a su casa. Mala idea. Fue muy mala idea, porque Mario le esperaba, agazapado detrás de un contenedor, con la oscuridad como cómplice, con un cuchillo jamonero en la mano y los ojos brillantes. Cuando Mario entraba en ese trance, el desenlace estaba claro, pero él mismo aún no lo sabía. Era, ya dije, su primera vez. Se lanzó hacia el escuálido profesor y le asestó dos, no más, cuchilladas certeras al cuello y Don José cayó, desplomándose contra el suelo.
Mario corrió entonces hacia ella, su amada, su refugio. Allí dónde nadie le podía hacer daño. Allí dónde guardaba sus fetiches y sus primeros trofeos, cuando empezaba a cazar esos bichejos, perros, ratas…para empezar a acallar esas voces interiores de su cabeza.
Su amor, su gran amor, esa casa. La Casa de Muñecas, la llamaban las gentes del pueblo. Esa mansión que desde siempre parecía perdida en el tiempo y que para nadie pasaba desapercibida. Y el mejor lugar para Mario, el sótano sin duda.
Hacia allí corrió él. Bajó de dos en dos los escalones y se rindió a los brazos de la casa, que lo esperaba como siempre para protegerlo, pero aún más esta vez, porque por fin habían salido a flote todo ese potencial maníaco, oculto en el interior de Mario. Se acurrucó junto a la vieja caldera encendida y se durmió en su casa, su amor.
Mario se apartó de la ventana y fue lentamente bajando hacia el sótano. Muchos años habían pasado desde Don José, el profesor. A lo lejos, las sirenas aullaban en dirección a la casa y a Mario.

María Jesús

30/04/2020 a las 16:07

La casa de muñecas
Se llamaba Samanta y era la chica más cotizada del selecto club de alterne “La casa de muñecas”. Todos los hombres la deseaban y pagaban cifras astronómicas por gozar de sus placeres, hombres adinerados para los que Samanta era solo un capricho caro que se podían permitir.
No era ese el caso de Gustavo, el portero del edificio que había al lado del club, y que la veía llegar todos los días, preciosa, sin maquillaje y con ropa informal y juvenil que le hacía parecer una estudiante universitaria y no la prostituta de lujo que era.
Gustavo soñaba con poder pasar un rato con ella y estaba ahorrando para pagar una hora de su tiempo y declararle su amor. Seguramente sería rechazado pero estaba decidido a intentarlo.
Mientras Samanta, a su vez, soñaba con ser la anónima novia de ese sencillo portero que trabajaba en el edificio de al lado y parecía satisfecho con su vida simple y ordenada y no la existencia sórdida y concupiscente que ella llevaba.

Jess

30/04/2020 a las 16:41

Hola, buen día
Antes de mostrarles mi historia me gustaría comentar algo. Es la primera vez que envío algo en este reto y no se si es aquí mismo donde se comentan los relatos pues no veo comentario a alguno de ellos. De cualquier manera me gustaría dar mis impresiones a los compañeros; les pido que si no es aquí donde se publican me lo hagan saber. Muchas gracias.

Comentario a Guiomar:
Una historia buena, pude ver las escenas que relataste y me gustó el desenlace. Los parrafos 2,3 y 7 están, a mi punto de vista, redundando se podrían hacer uno solo y no afectaría a la historia.

Comentario a Amilcar:
Es un relato que divierte, a mi me parece bien contado. Creo que le ayudaría al inicio o al final una escena que describa el estado actual de la madre ¿está enferma, es de edad avanzada o sus hijas no se quieren casar? Para poder entender la incertidumbre de no tener nietos.

Comentario a El Chaval:
Es muy buena historia romántica con final triste con potencial de hacerse un relato más largo. Como comentarios a mejorar: Las palabras siempre y tenía aparecen varias veces. En la frase: ” Llega el día en que Lucía, sola, y con Pico en su jaula, que una vez puesto” la conjunción que, se puede sustituir para que no se escuche raro.

Saludos a todos y aquí les dejo mi historia.

LA CASA DE MUÑECAS

El líquido salió succionado desde su recipiente, atravesó la única salida que había, un pequeño orificio, el cual rápidamente lo fraccionó en diminutas gotas para que al contacto con el suave cuello de Linda todo el cuarto se llenara de su aroma. Era casi la hora pero, para estar presentable para su amor no importaba el tiempo solo estar junto a él. Conoció a Erik una mañana fría de Navidad, cuando lo vio se dijo: “envuelto como regalo para mi” de allí en adelante conquistarlo no fue fácil, primero su posición social y luego esa rubia “pelos de elote” (como ella la llamaba) que no se le separaba nunca, al final el amor se impuso
— ¿Lo amas?— Preguntó Jenny, su mejor amiga
— Desde la primera vez que lo vi— Contestó Linda
— Eres mi amiga y no quiero que sufras, debes tener cuidado de B…
— ¡No digas su nombre!— la interrumpió Linda
— Ok, se me olvidaba que hasta su nombre te molesta¬— Contestó Jenny sin mostrar expresiones en su rostro y al momento que movía sus manos en señal de calma prosiguió:
— Eres mi amiga y no quiero que sufras, debes tener cuidado de Pelos de Elote creo que algo malo trae entre planes oí que…
El sonido de un motor las interrumpió.
— ¡Es Erik! — Dijo Linda, y la sonrisa dibujada en sus labios. Lo miró desde el segundo piso de su casa, sin detenerse y olvidando las advertencias de Jenny, se abalanzó hacia él dando dos vueltas de carro y un salto invertido para caer en sus brazos, tanta distancia acortada en un instante era señal de lo que venía acercaron sus labios y…Una figura atemorizante cubrió a todos, primero les tomó por sorpresa y después…
— ¡Fernanda! ¿No te he dicho que no juegues con mis cosméticos? ¿Y mi perfume? ¿Te acabaste mi perfume?
— Pero, Mamá ya quedaba poquito
— Ya hablaremos, “Señorita” ya hablaremos— Dijo su mamá en tono amenazante y continuó:
— Por lo pronto guarda tus juguetes para que bajes a comer.
Fernanda con actitud resignada, se incorporó del suelo, tomó a Linda, Jenny y a Erik el oso de peluche y los guardó en su casa de muñecas.

Laura

30/04/2020 a las 19:08

—Fe-fe-fe..felizcumpaños— y a continuación Rafa me tendió un paquete toscamente envuelto. Estaba pegado con gran cantidad de cinta transparente. El moño, de un brillante color rojo, parecía quitado de otro paquete por el estado de deterioro que tenía. Era el día en que yo cumplía diez años.
Nos acercamos a la mesa. Todos teníamos curiosidad por saber qué me había traído. Saqué a tiras el papel que envolvía el regalo. Una caja de cartón apareció a mi vista. No entendía nada.
—Es una ca-es una ca-es una casa de muñecas. La hice yo solito —explicó Rafa con orgullo desde el otro lado de la mesa. Escuché algunas risas. Giré la caja. Pude ver que había pintado la caja con lápices de colores. Probablemente se le había terminado el amarillo porque pronto el color cambió a rojo, siguió azul, verde, anaranjado y una parte quedó a medias pintar. En el centro había una figura de mujer recortada de alguna revista, rubia, y a su lado la cabeza de un hombre en un cuerpo de cartón toscamente dibujado.
—E-e-esta…esta eres tú, Margarita… —dijo Rafael, más colorado de lo que jamás se había puesto.
Escuché unas risas a mis espaldas.
—Y supongo que ese eres tú —impostó la voz Braian, dando lugar a un coro de carcajadas.
—Es una ca-una ca-una casa de muñecas,la-la-lahice-lahiceparati.
Las carcajadas arrecieron.
—¡Es una ca-una ca-una ca-una caca…una caca…una casa de muñecas! —remedó Braian.
—¡Con Margarita y Rafa casados! —Seguían las burlas
—¿Cuándo se casaron, Margarita?
—Y donde están los niños?
—Yo…yo…yo…
Rafael no atinaba con las palabras. La burla era demasiado cruel. Yo me sentía avergonzada. Quería a Rafael, era un buen niño, pero esto era lo último que me esperaba. Estaba furiosa, me sentía humillada.
—No lo quiero —le dije, tirándoselo. —Es feo, además, yo no te quiero y nunca me voy a casar contigo
Al instante los ojos bizcos del muchacho se llenaron de lágrimas. Tomó los restos del paquete y se fue. La fiesta siguió, no quise seguir pensando en él. Ya demasiado era que el chico tonto de la escuela hiciera semejante regalo.
Han pasado veinte años desde aquel cumpleaños. Estoy a las puertas del número treinta, sola. He tenido varias parejas, siempre terminaron mal. Mi madre fue la única persona que se acordó. Me saludó por teléfono, una breve llamada con gusto a nada. Nadie me ha visitado.
El departamento huele a encierro, a humo de cigarrillos, a sudor. Un paquete sin etiqueta alguna me invita a una última fiesta solitaria. Nada me importa.
Hoy me levanté con el recuerdo ese cumpleaños, de mis palabras hirientes, las burlas. Al día siguiente había buscado a Rafael. No sabía si quería disculparme, sólo sabía que me había comportado como una idiota. Fue difícil lograr que me escuchara, lo había herido en lo más profundo. Creo que me perdonó, sé que siguió enamorado de mí.
Apago el último cigarrillo con una decisión tomada. Desparramo las pastillas sobre la mesa, las alineo. Son de un blanco puro. Tomo una de ellas, la miro largamente. Es perfecta, el boleto para un último viaje.
Suena el timbre, me sobresalto. No espero a nadie. Abro la mirilla, una margarita me saluda. No lo puedo creer, el corazón me salta de alegría. Salgo y me abrazo al muchacho regordete que me mira con una amplia sonrisa, algo sorprendido por mi reacción. No ha cambiado. Sus ojos bizcos siguen siendo los mismos, solo que ahora usa anteojos.
-Fe-fe-feliz cumpleaños, Margarita —y me tiende el ramo de sencillas flores.
Sé que tengo una oportunidad para ser feliz, no la pienso desaprovechar.

Laura

30/04/2020 a las 19:20

Comentario a Jess

Me ha gustado mucho tu relato de la pequeña jugando con los cosméticos de la madre.
Confieso que no sabía que son los pelos de elote, los tuve que buscar. Es una muy hermosa expresión para alguien que está molesto con otra persona.
Mis saludos.

Comentario para María Jesús
Realmente, una bella historia de amor con final abierto. Creo que podías omitir tanto uso de los nombres de ambos personajes ya que son los ùnicos y por sus acciones se los puede identificar.
Mis saludos.

Danie Acero

01/05/2020 a las 12:27

¿sabes esa sensación de que algo va a ocurrir pero luego no pasa nada? Como cuando vas a hacer pipi por la noche y corres por el pasillo hasta tu cama de nuevo y cuando estás bajo la sabana sabes que no había nada y te sientes estúpido, pues asi me sentía yo. Estaba de pie, frente a la puerta de la casa, el porche me invitaba a pasar, escalones de madera blanca, plantas verdes, algunas con flores de algún color bonito en las cuales revoloteaban pequeñas mariposas y una puerta de madera entreabierta protegida por una mosquitera que dejaba entre ver un recibidor amable, una casa donde apetecía estar, una casa en la que vivía el amor de mi vida.
Reúno valor, inspiro profundamente y subo los escalones. Golpeo con los nudillos el marco de madera que recubre la mosquitera, tres veces, tres golpes que suenan tan leves que creo que se escucha mas el palpitar de mi corazón que esos golpecitos tímidos.
– Hola Quique! por fin has llegado.- Claudia, la madre de María abre la puerta y me recibe con una sonrisa que ilumina. Es una mujer bella, de la misma edad que mi madre pero con mucha luz en el rostro, mucha mas que mamá que siempre oculta su mirada bajo unas gafas de sol.
– Ho…hola- titubeo mirando al suelo, muerto de vergüenza -María me invitó a merendar y a jugar – digo mientras miro al suelo y rasco mi pantorrilla izquierda con el dorso de mi zapatilla derecha.
– Lo sé Quique. María me lo contó y me pareció una estupenda idea. Anda pasa, no te quedes ahí.

Me empuja suavemente de la cabeza invitándome a entrar, me guía hasta las escaleras y me indica que suba. quince escalones, quince y allí estará ella. Comienzo a subirlos despacio, mientras repaso mis pintas. Mama me obligo a ponerme esta camisa de manga corta, aunque yo me salí la mía para ponerme las zapatillas que tanto me gustan.

Llego al piso de arriba y justo frente mi hay una puerta blanca entre abierta, tiene una cartulina rosa pegada a ella, decorada con un arcoíris y su nombre en azul, María, lo leo en mi mente, ha usado un azul tan dulce como sólo ella lo es. Abro tímidamente la puerta que chirria sutilmente y allí está ella, tiene el pelo recogido en una coleta con dos mechones que caen sobre su cara. No me había fijado antes en el color que va cogiendo su piel, aunque hace poco que empezó el verano ya se va poniendo morena y su pelo dorado hace un contraste que enamora. Esta de rodillas frente a su casa de muñecas, se gira al escuchar el sonido de las bisagras.

– Hola Quique – Me sonríe, es preciosa, le sonrío.
– Hola María.
– Ven, estoy jugando con mi casita. si quieres podemos jugar.
Me pongo de rodillas junto a ella, me da un muñeco que ni siquiera miro, solo puedo mirar sus ojos que tiene el color de un helado de avellana. Su madre entra en la habitación, nos deja una bandeja con galletas y dos batidos de fresa, nos dice que merendemos pero yo no quiero merendar, yo quiero estar con María, sentado de rodillas junto a ella, y por qué no, viviendo juntos en su casita de muñecas.

El chaval

01/05/2020 a las 17:09

Hola Jess. Muy bonita historia, que al principio te desorienta y extraña por tanta algarabía y locura que demuestra Linda con su amor, para después dibujar una amplia sonrisa en mi cara al leer el final.
Es extraordinaria la fantasía que se llega a desarrollar cuando se es una criatura.
Felicidades. Ah! Gracias por pasarte por mi relato, tomo nota de tus observaciones y ya ves que desde aquí se puede contestar.
Una observación que sirve para todas: Observa como pongo las rayas y observa las tuyas: —¿Lo amas?—Preguntó Jenny, su mejor amiga. …. —¡es Erick!—dijo Linda y/ mejor (con) la sonrisa … Nos leemos el próximo y también en cafe literautas.

Danie Acero

01/05/2020 a las 18:34

Hola a todos!
Acabo de descubrir este blog y me parece una maravilla!
un abrazo a todos!

María Jesús

01/05/2020 a las 19:23

Gracias por tu comentario, Laura, tu relato me ha parecido muy tierno, aunque empieza de una manera un tanto infantil da un giro dramático inesperado para devolverte la esperanza al final. Un saludo.

Shajka

02/05/2020 a las 06:13

La casa de muñecas

Siempre que pasaba por una pequeña casa de mi pueblo, volviendo del trabajo o de alguna compra, esa vieja fachada me transportaba hacia el pasado, otro siglo, otra vida, cuando por las noches solitarias de buenos aires salía a caminar rumbo al rió. En esas caminatas, cargadas de ansiedad y despilfarros, solía terminar en el burdel de la costanera, donde las mujeres que servían allí parecían auténticas muñecas, delicadas y lúgubres, que avivaban el placer de un hombre solitario, incluso para acompañarlo hasta el pueblo más recóndito del país, hasta la muerte.

Salud!

Laura

03/05/2020 a las 00:42

Hola Shakja.
Me ha gustado tu texto, pero pienso que le ha faltado un poquito de tiempo para trabajarlo un poquito:
-Buenos Aires: se te pasaron las mayúsculas.
Considero que debes hacer un párrafo nuevo cuando comienzas con –En esas caminatas…
-se te deslizó el acento de río (rió)
Creo que tienes oraciones algo largas, pero es cuestión de estilo.
Mis saludos.

Laura

03/05/2020 a las 00:47

Hola El Chaval
Me da la impresión de que a tu texto le ha faltado un poquito de tiempo. Considero que hay demasiadas cosas que no aportan al mismo (el desayuno en la cama, el trabajo del esposo,) y que termina en forma algo repentina (quedan la mujer y el loro)
Lo he leìdo varias veces, y siempre me queda el mismo sabor a poco.
Mis saludos.

Laura

03/05/2020 a las 00:50

Para Danie Acero.
Hola.
Tu relato tiene alguna semejanza con el mío, me ha encantado la inocencia de Quique.
Considero un gran acierto que hayas calificado al color azul de dulce. Estoy tratando de imaginar ese azul.

Mis saludos.

Laura

03/05/2020 a las 00:55

Para todas las madres de España

la madre Teresa de Calcula se ha dirigido a ustedes con este maravilloso poema

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo
enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño
enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida
pero sabrás que cada vez que ellos vuelen,
piensen, sueñen, canten,vivan
estará lo sencillo del camino enseñado y aprendido.

Porque cada madre es madre siéndolo, y lo es enseñando.
FELIZ DIA A TODAS LAS MADRES

elvocito

03/05/2020 a las 11:44

Una historia infantil tan romántica.

Un día de asueto que mi infancia podía hacer en los tiempos de lluvia, brumas y nieblas prolongadas. No faltaban en una habitación trastera no tan repleta, pero si ordenada. Allí con mi primer muñeco, mi madre invitaba a la niñas a que jueguen conmigo. La creatividad cándida no tenía límites. El pequeño mundo de un cuarto convertido sin querer en la más pura ignorancia: La casa de las muñecas, qué delicia morbosa en los años de la niñez.

Algunas amiguitas me regalaron muñecas de distintos tamaños y colores, por eso las coleccionaba imaginando follármelas como si se trataría de un prostíbulo al estilo del nene guarillo.

En un ambiente de religión férrea y nacional-católica deberíamos hacer la “ormeta” italiana. Un pacto de silencio entre algunas niñas que quería jugar a médicos. Algún chaval para mi corazoncito encogido por el miedo a ser descubierto en esos juegos de críos, y que los mayores los llamaban “sucios y pecaminosos”, simplemente se bajo los pantalones entre risitas, una manita dulce lo acaricio, era una chiquilla con el fuego en el cuerpo, lo palpo y dijo que el “palo” estaba caliente y los huevitos resultaron suaves y blanditos.

En un ambiente tan placentero como el de San Valentín pequeños enamoramientos se encendieron, y nos desnudamos todos a divertirnos en una orgía pueril, miedo a que se quedarán embarazadas, nos contaron que no eramos núbiles ni eramos sementales. Habíamos sido unas simples criaturas que hacíamos los roles de papa y mama. Con las muñecas como si fueran nuestros bebitos. Pues, nos hacíamos como casamenteros y casamenteras en plan futurista.

Estábamos embebidos de regocijo como si se trataría de un pub de alterne infantil, la excitación como si fuera un orgasmo cundió en un clímax, se abrió la puerta y nos descubrió esas guarradas, mi madre y las suyas nos clausuraron la mal llamada “La casa de las muñecas”…

Dani

03/05/2020 a las 12:56

Hola Laura!!!

Siiiiii! Lo leí después, no era un plagio ni nada así. No me di cuenta.
Gracias por tu comentario tu texto me gustó mucho.
Saludos!

Pánfilo Gil

03/05/2020 a las 14:51

Bárbara estaba muy preocupada por la prolongada ausencia de su novio, Kenny, situación que no había ocurrido nunca y le generaba terribles pensamientos que, rayaban con el temor impidiendo su cotidianidad.
Su romance de dos años era como el de todos los enamorados apasionado, integro y entusiasta, pero con una peculiaridad específica concebido, desarrollado y mantenido dentro de un centro comercial, según ellos, allí lo tenían todo no necesitaban de otro entorno. Era su edén.
Bárbara buscó, indagó e investigó por la desaparición de su amado Kenny, pero la respuesta no llegó, sólo conjeturas.
El mejor sedante para su angustia era el llanto por eso lloraba y lloraba hasta que sus ojos quedaban secos y rojos y su ropa toda mojada.
Luego de cinco días sin noticias de su novio, un empleado del centro le informó que vió a Kenny acompañado de una niña camino a la salida. Esta revelación la dejó pasmada; salir del centro comercial era una circunstancia que jamás estuvo en su agenda, era enfrentarse a situaciones desconocidas, irse para siempre y lo más grave no volverse a ver-
Encerrada es su refugio – la casa de muñecas – se sedó con llanto hasta que el cansancio y el sueño vencieron su cuerpo, pero antes pensó que algún día una niña vendría por ella.

YAYI

03/05/2020 a las 17:33

La casa de muñecas.
Villa Real del Río había sido una importante población desde los más remotos tiempos; en la actualidad solo queda de aquello, casas semiderruídas, piedras a las que los arqueólogos e historiadores consideran vestigios de una antiquísima ciudad. Monumentos que a los lugareños no parece interesarles demasiado ya que casi todos han abandonado la población y han huido a las ciudades.
El espléndido palacete que está junto a la antigua carretera, rodeado con su arboleda que el río atraviesa tampoco está habitado, ya que, muerto el viejo conde, a ninguno de sus descendientes parece agradarle.
En este lugar vive Daniel, el único “mozo joven” que ya cumplió los cuarenta y otros dos matrimonios que ya no cumplen los ochenta. Dani se siente feliz. No comprende a sus hermanos que viven en la ciudad una auténtica colmena, plena de enjambres, de el molesto ruido…Él es libre, tiene cuanto quiere: Un hermoso paisaje, una tierra generosa, el río y el monte son su gimnasio y puede leer cuanto quiere. ¡Hasta su perro, las gallinas y ovejas son libre allí! ─piensa sonriendo.
Así era hasta que el palacete fue pintado y arreglado, su jardín cercado y un enorme cartel que decía: “El conejito feliz” con enormes letras de neón.
Jóvenes señoritas con escasa ropa colorista atendían a los hombres que con sus enormes coches acudían a la casa. Algunas parecían niñas.
Dani sentía su espacio invadido y cierta pena y ternura por las muchachas a las que veía a veces paseando por el jardín, siempre acompañadas o vigiladas por un tipo atlético con cara de pocos amigos.
Una tarde tras la marcha de un coche una de las jóvenes salió corriendo y llegó a casa de Daniel, entró, no estaba él. Permaneció escondida. Le contó que era de Yugoslavia. Se llamaba Dana y llevaba tres años trabajando con esta gente, que le había prometido un buen trabajo en España con lo que podría ayudar a su familia. Nunca pudo hacerlo porque todo cuanto ganaba se lo quitaban y aumentaban sus deudas del viaje y manutención.
¡Ayúdame, por favor!─dijo.
Nadie encontró a Dana. Dani y sus vecinos cuidaron con cariño la herida que en su huida se hizo en una pierna.
Él descubrió que su casa era más luminosa, el cielo más azul y se sentía mucho más feliz con ella. Poco a poco su ternura se había convertido en amor.

Las luces de neón ya no iluminan “El Conejito feliz” y dejó de ser La Casa de muñecas desde que la policía supo los orígenes de cada Muñeca.

ANGEL

04/05/2020 a las 11:12

LA CASA DE MUÑECAS
¿Qué me está pasado? Me pregunto mientras miro desde mi ventana el resto de ventanas de mi calle.
Asomada con los brazos descansando en el poyete y con medio cuerpo fuera, miro a derecha, a izquierda, al frente. Estoy rodeada de ventanas y balcones donde al igual que yo la gente asomada mira que hacen los demás.
La verdad es que no conocía a casi nadie de mi calle, y conocer es decir mucho; algún buenos días, tardes o noches, ¿Cómo vamos? Y pocas frases más de esas que se dicen por cortesía a los vecinos que nos encontrarnos en la escalera. Al igual que ellos les pasaba conmigo.
Sin embargo y desde hace cuarenta días empecé a mirar hacia las ventanas, eso sí, poco a poco, para analizar lo que a veía a través de ella.
El marido que chillaba a su esposa. El que ni siquiera levantaba la vista del libro que estaba leyendo cuando ella le hablaba. El que se metía en la cocina. La o el que hacía gimnasia. Y así una sucesión de cosas que no hacían anteriormente en casa.
Otras personas hubieron que dedicaron el tiempo a hacer limpieza, Hacía mucho tiempo en que pensaban hacerlo, pero… Ahora se sentaban en el poyete, bajaban la persiana y la limpiaban por fuera, y después los vidrios. Otros se dedicaban a mirar todo lo que había por casa y tirar lo que no querían o creían que ya no les hacía falta.
Ha habido días que los cubos de las basuras estaban llenos de trastos y enseres viejos e inútiles que los basureros se daban prisa en recoger.
Yo también he hecho limpieza y entre mis antigüedades y recuerdos ha salido «mi casa de muñecas» aquel querido y solicitado juguete que me trajeron los reyes cuando yo tenía doce años.
La he puesto al lado de la ventana y cuando me asomo para ver a mis vecinos coloco a mis muñecos e imito los movimientos de mis convecinos. He de reconocer que algún muñeco ya está sin cabeza, o sin brazos o sin piernas y es que cuando he visto como actuaban y lo que hacían en un ataque de rabia lo he pagado con el muñeco.
Cuanto siento no haber podido hacerlo realidad, más de uno se lo merecía.

Laura

04/05/2020 a las 13:06

Para Dani C.
Suele suceder, que a veces,nos metemos mucho con un libro, peli, trama, situación, y la plasmamos sin darnos cuenta.
Yo me he dado cuenta recientemente que he realizado una especie de plagio, en mi mente, del desarrollo probable de la historia de Rafa y Margarita. No sé donde queda el límite, creo que es muy difuso.

Para Amílçar Barca: me ha encantado lo de la ¿Casa de muñecas?. Nos encontramos entre letras.

Mariela

05/05/2020 a las 04:35

Una tarde de calor intenso en la isla, después de tanto caminar debía hacer una parada antes de llegar a casa. Que mejor que refrescar la garganta con un licor de fresas, natilla y algo de Ron para darle la bienvenida al hermoso atardecer de Key West.
Nunca olvidaré esa mirada que detuvo mi gran entrada en la casa de muñecas, agitada, con un terrible dolor en los pies, y salpicando arena, estrelle mi retina en aquel rostro encantador que argumentaba mi bienvenida. Ojos verdes y piel morena, un descuidado cabello rizado enmarcaba los rasgos más perfectos que jamás hubiese visto. Revoloteaba un juego de llaves que sin querer dejo caer cerca de mis pies, sorprendida e inestable, no tuve más remedio que prenderme de aquella silueta caoba dejando expuesto el interés por conocer que había detrás de esa camisa con palmeras exageradas. Admito que mi presentación no fue la mejor, pero si muy bien compensada con una amplia sonrisa que causó efecto rebote, dejándome manotear tan solo la primera silla disponible de la barra.
El apuro por llegar a mi hogar perdió prioridad, lo que me estaba pasando le había dado un giro a mi vida que no llegaba a comprender, sentía que deseaba a ese hombre como nunca mi cuerpo había experimentado, estaba nerviosa, feliz, pero por sobre todo atrapada. Mi espalda marcaba distancia y un pequeño respiro a mi apresurado corazón, a sabiendas que él me continuaba mirando, lo percibía, aun escuchando su risa en complicidad con las bromas de sus amigos, sus ojos penetraban mi ropa y golpeaban en mi cuerpo, el fuego en mis mejillas absorbían la respiración húmeda de sus emociones. Aunque no se atreviese a sentarse a mi lado, podía tocarlo, acariciar su pelo y hundirme en su interior con la facilidad con que mis pies desaparecen en la orilla del mar.
El barman me comentaba historias de turistas mientras reojeaba mi trago a la espera de que le encomendara una copa más, cuanto tiempo había transcurrido, no tenía ni idea, tampoco podía combinar frases para que no se sintiese excluido de mi perímetro, o al menos arrojarle una sonrisa que descartara la ansiedad de la espera. Me esforzaba por verme relajada por si su aparición me tomara por descuido, intentaba mantenerme natural y espontanea, pero cada segundo pesaba demasiado, no soportaba esperar hasta que decidiera abandonar el grupo, todo se tornaba más y más incómodo, así que, con determinación gire el eje gastado de mi butaca poniéndome frente a la situación. Debía comprobar que proponían sus ojos, que intención demostraban sus gestos, y saber que tan lejos llegaría esta aventura silenciosa.
Mis huesos se quebraron al ver que sostenía la mirada de una manera tierna, no esperaba esa reacción, era innegable la atracción que espontáneamente que nació entre nosotros y con la fortaleza que se adueñaba de cada uno, sin embargo parecía que intentaba decirme algo diferente, comprometido; difícil de decifrar; dejaba aflorar su alegría, y a la vez la tristeza envolvía el mensaje; me confundió, generó en mí una expectativa más profunda, me urgía comprender, porque cada vez me enamoraba más.
Cuando se dirigió al closet y muy sutilmente me rozo al pasar atiné a devolverle una mueca y encogida de hombros para hacerle llegar mi conformidad, aunque no entendía su recado, sea lo fuese que intentaba decirme lo admitía completamente. La conexión dejó las palabras fuera, hicimos que el silencio repitiera cuanto nos pertenecíamos. Fuimos testigos de la transformación de un amor enigmático donde dos personas que ni siquiera conocen su nombre manifiestan un sentimiento consciente e incondicional.
La casa de muñecas, testigo de infinitos momentos, le puso el broche de oro a mi vida colocándome junto al hombre más maravilloso del planeta. –
Tenía que ser yo quién diese el primer paso, él lo esperaba, presentía que nada podría detenernos si en ese preciso momento si me lanzaba entre sus brazos. Mi cerebro que entrelazaba emociones y conjeturas sobre nuestro gran amor, pero aun así permitió que mis piernas se perfilaran a su encuentro. Dos pasos me separaban de la felicidad, cuando aquel hombre entro tempestivamente y se sentó a su lado, corrí la mirada para otorgarle privacidad, hablaron por unos instantes y de pronto comenzaron a marcharse. Mis zapatos se clavaron de inmediato en el piso de madera del viejo bar, me pareció sentir el estruendo que provocó mi grito al ver que lo estaba perdiendo. Él se dio vuelta y con la misma inocencia me sonrió, bajó la mirada y levantó sus manos dejando ver las esposas, encogió sus hombros y me lanzó el último beso de despedida.
La casa de muñecas me vio exhalar mi último suspiro, jamás regrese.

Alicia Commisso

06/05/2020 a las 22:40

La casa de muñecas

La casa de muñecas era el paseo obligado de todas las niñas de mi época. La Silvana era la utopía de muchas y la realidad de pocas. Algunas veces, en casa, insinuaba cuánto deseaba tenerla. Y en esa mañana gloriosa de cumpleaños mamá me despertó con un besote y un abrazo muy fuerte. Me dijo palabras tan lindas; “que yo era la razón de su vida y que me amaba más allá del cielo”, yo le dije que la amaba más allá todavía. Y entre risas y besos discutíamos quién amaba más a quién. Mientras desayunábamos me sorprendió con un paquetito envuelto en color azul. Sabía que no era lo que esperaba. Abrí el regalo con la vehemencia como lo hace una niña de siete años. Cuando la vi me enamoré de ella; una muñequita de trapo con un vestido rosa, zapatitos blancos y una carterita. También tenía un sombrero con un moño. Los días pasaban, yo no paraba de jugar con Loli, le contaba muchas cosas, me escuchaba muy atenta; éramos sólo ella y yo, la hamacaba mientras le cantaba canciones de cuna y dormíamos juntas.

Una tarde, temprano, llegó el cartero con una encomienda de mi tía madrina. La sorpresa fue inmensa. En la caja rectangular, enorme; más grande que yo, estaba Silvana con sus ojitos cerrados, la tome en mis brazos y los abrió; me miró como lo hacía yo con mi mami, no lo podía creer, mis sentimientos se mezclaban entre la emoción y lo increíble; pensaba que sólo había sido un sueño del que pronto me despertaría. “¡Pero no, es verdad!” Pensé. Jugué con ella todo el día, traía peines, hebillas, moñitos, bijouterie y diferentes atuendos con mucho brillo y flores. Era bella, con su pelo largo y ojos celestes. La cambiaba constantemente, la peinaba de mil maneras, me sentía fascinada. La ponía a dormir, y se dormía nomás. Con el entusiasmo me olvidé de Loli.

Una noche me desperté llorando. No entendía qué me estaba pasando. Creo que fue una pesadilla. Me levanté asustada. Le hablé a Silvana. No me escuchó. Seguía dormida. Entonces fui en busca de mi muñequita de trapo. Ella me escucharía, siempre estaba despierta, con sus ojos bien abiertos. Me dio alegría volver a verla, me calmó la angustia; era tan dulce. Me pareció escucharla decir que mamá estaba triste porque no había podido cumplir con mi deseo de cumpleaños. Extrañé a mi mamucha, con Loli nos metimos en su cama hasta que amaneció. Desde ese día nunca más abandoné a mi muñequita.

Los años pasaron, pero hay algo que siempre se asoma en mi sentimiento más profundo; la cálida tapadita en las noches eternas de invierno cuando mi madre me cubría con la frazada bien apretadita a mi cuerpo donde la calefacción no se hacía presente en los hogares humildes. El beso maternal a la hora de dormir y mi muñequita de trapo.

a la que amé y sigo amando a través de mis recuerdos.

Perla preciosa

16/09/2020 a las 17:27

La casa de muñecas

Cuando volvía de su paseo dominical empezaba a hacderse de noche en aquella ciudad hospitalaria y sin fronteras. Entró en casa sin apenas aliento y se dirigió hacia su habitacióhn. Allí comenzó a probarse, una a una, todas las prendas que se había comprado durante el paseo. “¡Qué preciosidad de vestido! ¡Parezco otra! Cuando me vea mi mitad, no me va a conocer. Sin embargo, me he equivocado en la talla de sostén, y me queda pequeño. ¡Yo que me las prometía tan felices con él puesto! Con esta bufanda me cambia hasta la cara, y este gorro me hace mucho más joven”.
Mientras hacía estas consideraciones y discutía consigo misma sobre el destino de aquel sostén que no le servía, pero que, pese a todo, no quería tirar, oyó una voz que la llamaba desde el piso de abajo. Era su madre, que la requería para cenar.
—¿Dónde has estado?
—Paseando y de tiendas. ¡Qué bonito está el Retiro últimamente: los jardines dan la impresión de haberse agrandado, y las flores la de haber crecido! Huelen muy bien, y se respira una sensación de primavera muy agradable.
—¿Qué te has comprado?
—Un vestido de encaje muy bonito y ropa interior. Ahora se han puesto de moda los sujetadores con un poquito de escote, y me he traído uno para que te lo pruebes —se atrevió a decir, recordando que a su madre le encantaba la ropa escotada. Si ella lo quería, ya no tenía que devolverlo.
Mamá Laura, que no era mala persona en general, sentía sin embargo y pese a su edad, una debilidad obsesiva por las pasarelas y un afán enfermizo por exhibirse ante los mozos con ropa provocativa, con el fin, no solo de llamar su atención y favorecer un posible encuentro, sino también de dar lugar a un posible noviazgo. ¡El caso era vivir la vida, que le quedaban cuatro días nada más, y no convenía perderlos tontamente en casa, viendo la televisión o haciendo ganchillo!
Así pues, cogió el sujetador de encaje de Beatriz, que le cubría solo la mitad del pecho, y al domingo siguiente apareció en la fiesta mayor de su barrio, presidiendo el espectáculo junto a los discjokeys, y bailando con cuantos la solicitaban, pues, según sus propias palabras, era un a niña, y por lo tanto, nada hab´`ia de malo, ni mucho menos de chochez, en aquellos movimientos tan obscenos con un cuerpo tan menudo, y en aquel aspecto tan sexy y provocador, hasta el punto de no descansar en toda la velada, de tanta cola de candidatos como tenía desde el principio.
Beatriz, que además del carácter y el cuerpo heredó de su madre una gran fortuna y un buen oficio, era igualmente una mujer muy aniñada, y recreándose en esta característica que la hacía tan peculiar, patrocinaba y hasta fomentaba las juergas de su madre, enviándole los señores más atractivos y más ricos que encontraba, pues, además de excitarla por su físico y sus amanerados bailes, siempre había para ella alguna moza igualmente disponible, a la cual, tras haber oído sus penas, prometía el paraíso en la tierra con su enorme fortuna.
Uno de aquellos candidatos que esperaban gozar de mamá Laura, tenía un cuaderno entre las manos, en el que apuntaba cada una de las nuevas experiencias que vivía, pasando así a formar parte de su diario personal, y dando parte después con ellas de la calidad del ocio, y particularmente del turismo sexual, en España. Era un turista francés, quien, tras entrar en el camerino de nuestra particular modelo, procedió pertinentemente, con el fin de obtener una buena nota, y comenzó a desnudarla y a masajearla de arriba abajo, prodigándole igualmente todo tipo de halagos y, haciendo hincapié de manera expresa, según le habían indicado, en su impecable juventud, pese a su madura edad. Tras ello, yacieron largo rato en una cama de lujo, y cuando la pàsión llegó al clímax, todos, incluida Beatriz, pudieron escuchhar los intensos y sonoros berridos de mamá Laura, los cuales, además de por su intensidad, se caracterizaron por su larga duración, la cual, según el cronómetro de muchos asistentes, duró algo más de cinco minutos.
—No te vayas tan pronto, mi vida,
No te vayas aún, mi amor,
Que muero por conocer los secretos
Que albertgan tu ardiente pàsión —decía entre espàsmo y espasmo.
Tras terminar, aplaudieron alegremente, y el turista escribió lo siguiente en su cuaderno: “Nunca hasta ahora había conocido en primera pèrsona la intensidad y pasión del amor esporádico. Merece la pena probarlo, mucho más con las españolas, cuyos manantiales no dejan de brotar ni de producir placer a cada segundo, minuto y hora. Los españoles son igualmente pasionales, constantes y abnegados, de forma que, en la primera relación, queda uno en éxtasis y sin aliento. Cuando vuelve en sí, cree haber tocado el paraíso con las manos. ¡Vengan pues todas y todos a conocer su amor español!” tras salir del camerino, dejó un juguete, por si mamá Laura, agotada la clientela, aún seguía con ganas de fiesta.
Todos quedaron muy sorprendidos ante esta reacción, y creyeron que el turista era un portento de lujuria en la cama y doña Laura una fuente de placer inagotable, dado que era la primera vez que la oían gritar con tal intensidad. Tras él, entró un señor de pocas carnes y aspecto mugriento, acompañado sin pudor por Beatriz. Era un mendigo con apetito voraz y lascivia incontenible, a quien había dado de antemano la cantidad que debía pagar a su madre. Ella no hizo ascos al verlo entrar, y, a instancias del nuevo cliente, se colocó en cuadrupedia, pues a él le gustaba siempre empezar por detrás, masajear la cintura simultáneamente, y terminar por delante. Sin embargo, esta vez no tuvo tiempo de hacer la faena completa, pues a penas empezó con la primera fase, nuestra modelo comenzó a gemir de placer, y llegó al orgasmo en pocos minutos, aunque, según fuentes de información fidedignas, este no fue tan intenso como el anterior. Con todo, los espectantes quedaron igualmente sorprendidos, y aún más si cabe que la vez anterior, pues no pensaban que alguien de esas características pudiera suscitar el más mínimo ápice de placer. Fue así, y solo entonces, como Beatriz, pese a su edad adulta, aprendió que el amor no conoce límites de edad ni de clases sociales, y que a nadie se debe privar de su disfrute; que, ricos o pobres, todos son personas y tienen derecho a tener las mismas posibilidades para vivir, conclusiones a las que, pese a su avanzada edad, hasta ahora no había llegado, pues su mentalidad infantil no le dejaba ver buena parte de la realidad que la rodeaba. Nada importaba entonces que su madre fuera una mujer tan enamoradiza y extremadamente excitable, y que gozara con todo tipo de personas, pues, a su entender, no tenía nada que perder: tenía comida y cama en casa, además de todas sus necesidades cubiertas sobradamente fuera. ¡Nunca es tarde para aprender, si la lección es instructiva!

Perla preciosa

18/04/2021 a las 00:07

La casa de muñecas

Cada mañana al despertar miro el horizonte, y lo primero que veo sobre mi cabeza es el retrato de mi madre, sonriendo y emocionada a mi lado mientras me hacían las fotos de la orla de licenciatura, tras lo cual nos hicimos una juntas, que colgaría sobre su cama, ensartada en un precioso marco de cristal. Ella ha muerto, y hoy, por primera vez en muchos años, vuelvo a sentir la soledad de otros tiempos, esa que me dejaba helada en las noches de llanto amargo de mi juventud perdida.
La nuestra parecía en verdad una orla pirata, pues en lugar de trajes lujosos y mucho más apropiados para la ocasión, llevábamos todas ropa deportiva, y en la cara una máscara de payaso. Lo habíamos hecho así a instancias de Olga, la más extravagante y encantadora del grupo, que siempre tiene alguna idea genial para las grandes ocasiones. Creíamos que no nos dejarían aparecer con semejantes atuendos en tan solemne evento, y sin embargo no nos pusieron ninguna pega.
Así pues, la orla quedó preciosa: nuestros vestidos le daban un toque original, extravagante y simpático. Cuando nos repartieron los ejemplares, la decana colgó el original en la pared de su despacho, guardó otro en una vitrina de cristal que después cerró con candado, y allí la ocultó, para llevarla al museo del Prado, como si de una reliquia artística se tratara.
No hacía más que pensar qué extrañas intenciones tendría esta mujer en mente al hacer eso, pues lo cierto es que no era nada original el retrato: ninguna de nosotras era demasiado guapa, y nuestros trajes, tan inapropiados para la ocasión, dejaban claro que no teníamos aspecto de artistas.
Me fui a casa pensando en esto sin poder evitarlo:
—Tenemos pinta de modelos, Cárol —le comenté a mi compañera nada más llegar.
Ella movió la cabeza con escepticismo.
—¿Por qué lo dices?
—La decana ha llevado la orla al Museo del Prado.
—¡Esto sí que tiene guasa! ¿No te ha explicado por qué? —preguntaba Cárol roja de asombro. Su cara no parecía normal.
—Se ha fijado precisamente en nuestros trajes: dice que le parecen muy originales, y que bien podrían ser dignos de figurar entre las obras más ejemplares, así como de la inspiración de algún pintor, que podría pintarnos al óleo. Ya sabes que le gusta mucho la pintura.
—De todas formas, me parece una exageración la idea. ¿Te ha pedido permiso acaso y le has dicho que sí?
—No le he dicho nada, Cárol: ¡figúrate qué bochorno! Me he quedado sin palabras, pero a ella no parecía importarle.
—¿No habrá sido Olga la que ha tenido tan brillante idea?
—¿Tú crees?
—Según lo que cuentas, no me extrañaría nada: tiene un amigo pintor, y puesto que a ella también le apasiona la pintura, me llegó a contar una vez que quería la orla pintada. Lo que no se me ocurría es que llegara a hacerlo. Tú también la conoces y sabes cuáles son sus debilidades: cuando se empeña en algo, tiene que conseguirlo a cualquier precio.
—Entonces, ¿no debemos denunciarlas?
—¡Déjalas, querida! Está claro que Sandra no debería haberle hecho el favor de llevarnos al Prado. Es por su parte un exceso, que tal vez podremos echarle en cara, no mucho después de todo esto. Mientras tanto, ¿quién te dice que no nos pintan y aparecemos entre los cuadros más prestigiosos de la historia? ¿No te parecería original y muy atractivo? ¡Imagínate que nos pagan!
—¡Cárol, yo no quiero ser famosa a costa de esto, y mucho menos cobrando! ¡Me parece una frivolidad!
Ahora era yo la disgustada, y quien cargaba penosamente con la sensación de estar perdida y desamparada en el mundo: sabía que a Cárol le gustaba el arte de la pintura, pero no me imaginaba que pudiera llegar a tanta falta de escrúpulos consigo misma, ni tampòco conmigo. ¿Qué dirían de mí si me veían en sitios tan inapropiados?
La sensación de haberme equivocado de compañera me dominaba, y no sentía más que ganas de llorar a lágrima viva: ¡si me hubiera hecho esto el día anterior, no me lo hubiera creído! ¿Por quién me toma esta chica?
Me sonó el teléfono. Lo descolgué, pero no pude articular ninguna palabra: era tan profunda la decepción que sentía por Cárol, que estaba plenamente obnubilada.
—Sonia, ¿eres tú?
Colgué el teléfono. Era Irene, mi mejor amiga de la infancia. “Te llamaré cuando pueda, cariño. No me encuentro bien” —le dije vía mensaje de texto, mientras seguía sollozando.
—No te pongas así, preciosa —me dijo Cárol estrechándome entre sus brazos—. Olga tiene muy buen gusto y no nos meterá en ningún compromiso. Mientras decía esto, me besaba en ambas mejillas.
—Gracias, Carolina, pero estoy muy cansada y prefiero descansar un rato. Tal vez después podamos hablar con más tranquilidad.
Con ello dejaba clara mi indisposición a seguir hablando del tema, pues no estaba por la labor de ceder. Tras esto me encerré en mi habitación, dispùesta a dormir un largo y prohfundo sueño, del que casi deseaba no despertar. Sin embargo, dos horas despùés lo hice. Cárol no estaba en casa. ¡Se ha marchado sin avisar! ¿Tendrá valor a dejarme sola en medio de esta tormenta?
Me imaginaba ya famosa a nivel internacional, conocida de todo el mundo, y en lugar de felicitada, denostada por cualquiera. Me sentía hortera, y hasta impresentable, vestida de esa manera y contemplada a tan grande escala. ¿Cómo podía tener Cárol un gusto tan chabacano? Era tanta la angustia que sentía y tan grande la falta de valor que experimentaba, que no me atrevía a salir a la calle ni a dirigirme a sitio alguno, mucho menos a Comisaría a dar cuenta de esta violación a mi intimidad, como pensaba por momentos. ¿Denunciaría sin embargo a Cárol? Con ella desperté de un largo y pesado sueño infantil, en el que me sentía muy avergonzada ante el mundo y ante mí misma cuando una mujer me atraía y sentía deseos de estar con ella. Mi hermana, que se había dado cuenta en alguna ocasión, me lo reprochaba a cada momento, pues en verdad no podía disimularlo, y las compañeras me abandonaban de muy mal humor cuando me veían en esos trances. Ella sin embargo me enseñó a fingir, y a expresar lo estrictamente necesario, cuando convenía y a quien procedía, de forma que me sentí mucho más segura conmigo misma; me enseñó a soñar despierta y a amar apasionadamente, como pocas veces lo había hecho; con ella aprendí a volar y a sobrepasar o a equilibrar el horizonte de mis deseos, perdiendo el miedo a las habladurías y siendo al fin yo misma, algo que hasta entonces no había logrado; con ella conocí las noches apasionadas, plagadas de ardientes besos y profundos abrazos, y las albas doradas, de cuyas gozosas caricias mi adolescencia había carecido.
En estas meditaciones me hallaba, cuando entró Cárol por sorpresa.
—Cariño, vengo dehablar con Olga: al igual que yo, se ha disgustado mucho al comprender que debía excluirte de la pintura. Se lo he reiterado varias veces sin embargo, y al fin ha accedido. Me ha propuesto empero otra solución…
—¿De veras? ¿Y cuál es ella? —le pregunté emocionada y relajándome a la vez. Olga es tan detallista como para complacer a todo el mundo.
—La de hacer dos óleos: uno particular, que sería solamente para nosotras y en el que saldríamos todas, y otro público, del que estarías excluida, que sería llevado al Prado.
—¿Lo dices en serio?
¡Esto sí que era una solución auténtica y un gran alivio para mí! Esta era otra de las numerosas pruebas que Cárol me había dado de su lealtad y de su amor incondicionales, con cuyas dudas me torturaba a cada momento. Ahora sabía que ella percibía las lagunas más recónditas y delicadas de mi tétrica y derrumbada mansión y de mi fina piel en el presente, así como de mi trágico pasado, y comprendía mi escepticismo y mis altibajos.

Perla preciosa

18/04/2021 a las 00:59

Querida Guiomar:
Abusas bastante de las comas, además de cfolocar mal otros signos de puntuación y entonación. Te voy a corregir algunos ejemplos para que lo veas:

“a él, pensó, una mujer cerca de los cuarenta años debía de parecerle una anciana. Pero cuanto más le miraba, más atraída se sentía por su cuerpo, perezosamente reclinado en un aire ausente. A esa edad, un chico, ¿sabe lo que quiere? ¿Por qué asumir que espera o busca una jovencita?”
En esta frase además, podrías quitar la preposición, y te quedaría incluso mejor, dado que lo buscado no es conocido.
Por otra parte, entre el verbo y el objeto directo, no debe haber coma.

“Para empezar, el conocimiento que se puede tener a los dieciocho o veinte años es tan corto que no se ha podido averiguar lo que una mujer con experiencia sabe.”

” Y comparado con lo que ella se sentía capaz de ofrecer, muy poco le podría revelar una chiquilla que tuviera la edad para jugar con su casa de muñecas.”

Por lo demás, está bien. Muy tierno.

Samantha

09/02/2022 a las 13:22

La casa de muñecas
Ana sentada en el alfelizar de su ventana, miraba el mundo pasar niños jugando, personas paseando perros cuando un particular joven le llamo la atención era un joven con un gran sombrero de copa y debajo de le veían unos rubios cabellos cruzados Le pareció chistoso cuando oyó pasos era su madre y le gritaba para que se cambiase el pijama y fuese a la escuela.
Ana era una joven de 15 años que amaba jugar como una niñita lo que más disfrutaba era sentarse en su ventana y ver el mundo pasar mientras escribía historias de amor de dos completos extraños que torpemente se encontraban y se enamoraban perdidamente los llamaba Inés y Luis, ella siempre soñaba con encontrar a un increíble chico y ser feliz como Inés y Luis pero en su más profundo ser siempre se decía lo fea que era, aunque fuese falso, sus castaños cabellos y sus ojos grises, su suave piel, su inocente sonrisa y su maliciosa voz

Sabrina

22/02/2024 a las 06:51

Amor!
●Existe El Amor?
Rta.: Sí.
●Qué Es El Amor?
Rtas:
“Camino”
“Vestido”
“Vínculo”.

El “14 De Febrero”

¡QUÉ VIVA EL AMOR
EN TODAS SUS INFINITAS
FORMAS! Molina
Cada uno de nosotros
podemos Celebrar “La Fecha Del Amor”.

*Amor Es Sentido Espiritual : El Origen Mismo.
Los Seres Humanos Nacemos Siendo “PORTADORES DE FE”. “Sui Géneris” & nosotros, Conexión Directa En Ambos Sentidos. ¡Sublime!

*Amor / Amistad.
*Madrina/ Padrino y Ahijado/da.
*El Amor De Los Padres hacia los Hijos y Viceversa.
*La Música y El Amor:
“TODAS LAS CASITAS
DE MUÑECAS
DONDE CELEBRABA FIESTAS…”
Amaral “EL UNIVERSO SOBRE MÍ”

EL AMOR NO SE REDUCE A LA RELACIÓN DE PAREJA.
LAS PERSONAS NO SOMOS
“EL AMOR”.
LAS PERSONAS PODEMOS ELEGIR EL AMOR COMO FORMA DE VIDA.

ESE CHICO ES UNA DE TUS “HISTORIAS DE AMOR”.
HOY, DE UNA MANERA DISTINTA.

Fuentes : ♡Las Sagradas Escrituras DEFINEN AMOR.

☆Sra Marcela.

Inspiración Plenamente
Divina y

yo.

Sabrina

22/02/2024 a las 06:58

EL FUNDAMENTO DEL
AMOR ES ESPIRITUAL.
“EL AMOR ‘ES
SENTIDO ESPIRITUAL’.
EL ORIGEN MISMO.

Sabrina

22/02/2024 a las 07:07

EL FUNDAMENTO DEL
AMOR ES ESPIRITUAL.
“EL AMOR ‘ES
SENTIDO ESPIRITUAL’.
EL ORIGEN MISMO”.

ESE AMOR ES PURO.
ESE AMOR ES
CONSECUENTE CON LA
LIBERTAD. LIBERTAD RESPONSABLE Y CONSCIENTE.
NO ES “AMOR ROMÁNTICO”(‘Sentimentalismo’)
AUNQUE “ROMANTIZA LA VIDA”.
AMOR PLENO.
AMOR ETERNO.

¡SAGRADO!

Fuente: ●Santas Escrituras
●IURD/ IURD Burzaco.

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