Como os comentaba ayer, los retos de Literautas van a pasar a ser semanales en lugar de diarios a partir de hoy. Así que aquí va la propuesta para esta cuarta semana de confinamiento y consiste en escribir un relato que contenga la frase: “¡No abras esa caja!”.
Al contrario que con el taller de escritura, aquí no ponemos límite de palabras ni otro tipo de restricciones. Tampoco hay hora de entrega máxima, podéis publicarlo cuando queráis.
Puedes dejar tu texto como comentario a las entradas de este post. ¡Feliz escritura!
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Comentarios (28):
Helenicus
06/04/2020 a las 14:39
Miguel Ángel había conocido a su amigo en un grupo de Whatsapp, nunca se habían visto y sólo se dirigía a él por su seudónimo, “Il Braghettone”.
─Hace tiempo que no nos comunicamos Braghe. ¿Cómo estás?
─Bien amigo Miguel, pero ando un poco liado con un problema de falta de Internet en casa.
─ ¿No lo has tenido nunca o te falla la señal recientemente?
─Tengo fibra ópti, pero no sé cómo hacer llegar la señal al cuarto donde he cambiado mi mesa de ordenador.
─ ¿La línea eléctrica de tu nuevo emplazamiento del ordenador y donde tienes enchufado el router, es la misma?
─Sí, sí, Miguel Ángel, es la misma.
─Entonces no te preocupes Braghe, esta tarde cuando salgas del trabajo te cuento.
Esa misma tarde se pasó Miguel Ángel por la tienda de ofimática de su cuñado y compró una pareja de adaptadores powerline. Cuando faltaba poco para que Il Braghettone saliera del trabajo, le llama por teléfono.
─Braghe, acabo de dejar en tu parking comunitario la solución a tu problema de acceso a Internet.
─ ¡Cómo es eso Miguel!
─Te he dejado una caja con la solución y las instrucciones dentro. Si tuvieras algún problema, me llamas.
─ ¿En un parking comunitario y sin conocer mi nombre real? ¡No Habrás puesto Il Braghettone!
─ ¡No hombre, tranquilo! He puesto la caja donde no puede estorbar a ningún coche y, en una columna próxima, un cartelito con una flecha y una inscripción: ¡NO ABRAS ESA CAJA!
─Bueno, un poco disuasorio sí parece, pero imagínate que alguien “irresponsablemente” se lleva el cartelito. Podría venir otra persona y llevarse la caja.
─No te preocupes, en la misma caja hay otra inscripción: ¡NO HABRAS ESTA CAJA! Seguro que la encontrarás en su sitio.
─Muchas gracias Miguel Ángel. De todas maneras, te la has jugado. Para cuando te haga falta quiero que sepas que mi nombre es Daniele Ricciarelli y vivo en el 4º 4ª del mismo edificio del parking.
─Gracias Braghe. Hoy no te puedo acompañar para la instalación, aunque es muy fácil, pero si lo necesitas, avísame.
Obed Gómez
06/04/2020 a las 19:11
—No te atreves dijo Lucy a Hanna —calentando la comida en la cocina luego de llegar a casa
—Lucy es cierto, yo estoy aquí la mayor parte del día y te juro que desde que trajiste esa caja… —traga profundo —Pasan cosas extrañas en la casa, se siente un nauseabundo olor cuando estoy cerca de ella
Lucy había trabajado en la casa de los abuelos de una tía que vivía en Orlando, ella había muerto hace años, pero su tía Loyda buscaba a alguien para que le cuidara la casa a cambio de un poco de dinero, Lucy era de esas chicas que solo buscaba dinero fácil, no tenía un trabajo estable por lo que buscaba trabajos a parte de hacer limpieza a en un bar…
—No te creo —Lucy ríe para luego ver lo que cocinaba
—Es cierto, deberías notarlo, las cosas que se caen, los olores raros
—Pense que eras tú —se burla
—Lucy no estoy bromeando es verdad, tienes que deshacerte de esa caja
La caja era brillante con incrustes de diamantes blancos y rosas en los costados, era de 3 por 3 y era hermosa a la vista, tenía un pequeño candado que la cerraba, así que jamás la habían abierto, Lucy pensó entonces y recordó que la caja la había tomado a escondidas de la esquina sótano de la tía Loyda, ¿Que podría haber ahí? Hanna decía que había un mal olor saliendo de ella, pero era una caja hermosa y por ello la tomo de aquel sucio y polvoso sótano de la tía Loyda que era una coleccionista de polvo.
—Deberiamos abrirla entonces, deberíamos de ver qué hay dentro de esa caja
—Lucy no te atrevas, no abras esa caja! —Hanna empezaba a sentir un calor raro por su espina —Debes de devolverla, no lo sé pero creo que no es algo bueno
—¿Que puede tener? —dijo en tono burlón —¿Organos? ¿Algún virus? O pueden ser joyas, pero han estado ahí demasiado tiempo y puede ser que el olor que sientes es ese que sientes cuando guardas cosas, ese olor que le dicen… De guardado —Lucy toma la decisión y ya no hay vuelta atrás.
Dos horas después, ya habiendo cenado, Lucy se prepara para abrir la caja, tiene una llave maestra que la robó del saco de la tía Loyda para abrir todos los rincones de la casa, y por si acaso con un martillo y un cincel. Estaban sentadas en el sofá viendo la caja que estaba frente a ellas en la mesa de la sala, habían puesto el martillo y las demás cosas al lado de ella.
—Esta no es una buena idea Lucy
—Ya Hanna, no seas tan paranoica y miedosa —tomo la llave maestra de la tía Loyda —Intentaré con la llave primero —la metió en la hendidura pero no funcionaba, la giro un poco pero la quebró —Oh no!
—¿Qué estás haciendo?
—La llave se quebró —se lamento Lucy —¿Cómo abriré los demás cuartos que me faltan de la casa? No puede ser
—¿Y? ¿Se quedó atorado el otro trozo de la llave?
—Si, no hay otra forma que usar la fuerza bruta —tomo el martillo y el cincel, colocando la punta en un lado del candado golpeó con fuerza tres veces que el trozo de la llave se salió —Eso debe de ser bueno —dijo y siguió martillado hasta que finalmente se abrió…
Hanna se hizo un poco hacía atrás, ella tenía miedo y mejor quiso alejarse aunque quería salir huyendo; pero no dejaría a su mejor amiga sola, ya estaba en esto… No podía retractarse. Por otro lado Lucy estaba emocionada, esperaba ver joyas o algo de valor de todas maneras pensaba verderlo al mejor postor en la tienda de Facebook, quitó el candado y la abrió solo un poco, ese olor salió.
—Dios es horrible —dijo Lucy con la mano tapando su boca, el olor era insoportable
—¿Déjala, cierrala —le dijo rápidamente Hanna que se había alejado más
—Ya llegamos aquí —la abrió de un golpe —No puede ser —tosio mucho y vomito un poco en el piso
—¿Pero que es eso Lucy? —Hanna se quedó estupefacta.
La tía Loyda había tenido un marido llamado Charles, era un amor con ella, se casaron hace muchos años y le regaló un diamante en bruto que fue incrustado en el anillo de bodas, ella en cambio le dió un anillo de oro, con pequeños diamantes de colores; Loyda era una mujer deseable en ese entonces, poderosa y adinerada, que no le importaba nada más que el amor de su marido, pero aunque el anillo era hermoso siempre pensó que había sido muy caro… El esposo de Loyda murió en la guerra, una granada le había desecho la mano y se había desangrado, en la noche del funeral la tía Loyda se había quedado sola, las demás personas se habían ido… ¿Que fue lo que hizo? Abrió el ataúd y vio la mano de su esposo que le habían reconstruido para el funeral, y ahí estaba el anillo, le arrancó el dedo con el anillo… Y tomo la caja más precisada para guardar el regalo más preciado que había dado… Recupero lo que era de ella y en su anciedad, dijo que el realmente no se mereció jamás el anillo.
Lucy encontró la caja y la abrió, en su codicia encontró el dedo con el anillo que era más preciado para su tía que su propia vida, y ahí estaba negro y desgarrado por gusanos, con ese olor de putrefacción y horrible escena de el hueso asomándose por la parte de la uña.
—Hay que venderlo —dijo Lucy riéndose.
Rollo
06/04/2020 a las 23:43
Veo un destello de luz, me cega por unos instantes y luego veo a Sebastián irrumpir en la habitación.
-Hola Ana -anunció.
-¿Qué haces acá? -manifesté desconcertada.
-Ya te vas a dar cuenta. -empezó a mirar para todos lados.
-¿Qué buscas? -me acerqué a él.
Parecía desesperado, algo buscaba y no pararía hasta encontrarlo.
-Esto. -señaló una caja de color azúl con un signo de preguntas dibujado.
-¿Qué? -expuse confusa.
Recogió la caja y la colocó encima de la cama.
-¡NO ABRAS ESA CAJA! -no reconozco esa caja pero algo dentro de mi me dice que no puede abrirla, no puedo permitirlo.
-Lo sabía, acá tenés lo que busco, ya no tengo dudas -se dispuso a conocer el interior.
Me lancé sobre él con todas mis fuerzas.
-Te dije que no. Andate. -lo fulmine con la mirada.
-Algún día voy a conocer el interior de esa caja, te tenés que abrir Ana, sólo quiero ayudar.
-¿Qué? – mis ojos mostraban confusión. ¿Que me quería decir con eso?
Nuevamente un destello de luz me cegó. La voz de Sebastián se hacía presente.
-Ana…
Parpadee rápidamente y lo ví parado en la puerta de la habitación simulando tocar.
-Te dije que te vayas.
-Pero si acabo de llegar.-se quejó.
-Sebastián, acabas de querer abrir esa ca… -la caja azúl no estaba encima de la cama, tampoco de donde la había recogido él.
-Me dejó pasar tu hermana, le dije que quería charlar con vos porque nos había quedado una charla pendiente.
-¿Cuál? -respondí automáticamente sin volver del todo en mí.
-Hace dos días estábamos hablando de vos, me estabas contando de vos y de repente te fuiste. Vine para hablar, pero si queres me voy.
-No, está bien. -¿Qué? ¿Yo contestando eso?
Sebastián sonrió y pasó lentamente.
El ruido a cartón roto se hizo presente.
-Disculpame, no la ví.
La caja azúl estaba a los pies de él.
¿Qué significa esto? No lo sé. Solo sé que lo de recién no fue casualidad.
El chaval
07/04/2020 a las 11:25
SE PERDIÓ EL AMOR
Este confinamiento por el covid19, con tres semanas más y con determinación del gobierno de tener que prorrogar, para muchas personas que viven en matrimonio y que el tiempo ha ido desmejorando su relación, este parón de actividad física e intelectual, todavía ha incrementado más su incomunicación.
Al amor y a la convivencia, no le va bien dejar pasar el tiempo porque unas normas o leyes autoritarias o religiosas en determinados momentos de la historia de un país, tengan que soportarse a partir de unos años que han propiciado el aburrimiento, la soledad moral y el hastío.
Para sobrellevar estas situaciones, la mujer, en la mayoría de los casos, es la que más aporta a la colaboración en temas delicados, en ceder a las pretensiones de su compañero con el fin de soslayar disputas y que la vida vaya pasando; y preservar las costumbres que su familia y el entorno le habían inculcado, aunque fueran injustas para la convivencia.
En un cambio de muebles de una habitación a otra, había diferentes cajas de cartón, donde como en todas las casas de larga pervivencia, se guardan y se acumulan pequeños recuerdos: figuritas de porcelana que ya no caben en las estanterías, bisuterías guardadas con amor, por lo que representaron en su día y que continuarán ocupando espacio innecesario.
A la indicación de ella, el hombre iba trasladando los enseres, cuando éste se fijó en una caja que le pareció no haber visto nunca: una caja pequeña de madera color marrón oscuro y labrada con un ángel alado. Hizo intención de abrirla, cuando le paralizó un grito de ¡no abras esa caja! Y se la quitó de las manos.
Nunca antes había alzado la voz, y quedó tan sorprendido que continuó la labor sin preguntar nada y en silencio.
En la caja estaba el diario, con los apuntes de sus primeros años de matrimonio, cuando existía el amor, el cariño, los felices días de convivencia social, los viajes …para luego ir decayendo, –como los pétalos de la rosa que se va deshojando por no querer seguir con algo irremediable—así llegó la desidia total; ya no eran unos puntos suspensivos que alentaba a seguir escribiendo, es que ya no había nada que mereciese la pena de coger un lápiz.
Amilcar Barça
07/04/2020 a las 11:26
“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo alguien.
¡Meca! Aunque te empeñes en no salir, te sacaré de ahí. Así se expresaba el tío Raimundo cuando con un palo quería mover una piedra que pesaba más de doscientos kilos. Un chavalico en edad escolar que había leído algo sobre palancas y también sobre la gravitación universal, le dio una barra de hierro y le colocó un apoyo atrás, un fulcro, para que apoyara a esta.
—Pruebe ahora a moverla, pero meta la piedrecica esta lo más cerca posible a la piedra gorda. Si no lo hace así, no conseguirá nada.
El tío Raimundo, que era más bruto que un arao, dobló la barra de hierro pues su grosor no era el apropiado para ese peso.
—Jajajaja, chaval, pues te has lucido con la lección, para ese viaje no necesitaba alforjas.
Quiso la casualidad de que el maestro del chico pasara por allí y le llamó la atención el corrillo montado. En un principio no dijo nada, pero cuando pretendió burlarse del chico, no se pudo contener:
—Usted en un bruto que pone la carreta delante de los bueyes. Y con la mente más cerrada que una O. El chico tiene razón porque lo ha aprendido en la escuela. No le voy a explicar a usted cuanto sobre las palancas existe pues sería en vano, solamente se lo voy a demostrar con una piedra el doble de gorda que esta. Solo necesito un tronco de madera lo suficiente resistente, pues esta barra de hierro es demasiado débil para este peso.
El maestro buscó un tronco aparente de grosor y largura y poniendo la pía, el fulcro, lo más cercano posible al peso a mover, sin ningún esfuerzo volteó la piedra. A continuación colocó el palo y la pía en la piedra que el tío Raimundo pretendía menear y esta salió despedida.
—Ala, a ver si aprende a trabajar con la cabeza.
—¡Calle señor maestro, que este es capaz de derribar la pared del frontón a cabezazos!
Bueno, ese introito que abre el cuento, por lo que ya sabemos nunca se le podría haber ocurrido a este cabezudico llamado tío Raimundo; pero por algo hay que empezar, sobre todo cuando ni de lejos te da el aire. Yo creo que la frase del principio, la debió decir aquél al que los dioses condenaron a soportar al mundo sobre sus espaldas. Que dicho sea de paso, menuda putada.
En fin, que siempre hay un pensamiento, una idea, que nos sirve de apoyo para contar algo que no tiene nada que ver con lo que se pretendía expresar. No existe mejor argumento que prohibir o amenazar con hacer o dejar de hacer una cosa, para que se cumpla.
Si dices: “¡¡NO ABRAS ESA CAJA!!”, ten la seguridad de que de una u otra forma la caja será abierta; o la caja de bombones o de galletas o… pon lo quieras. Yo, con mi santa, ya sé que cuando quiero que haga una cosa, solo tengo que pedirle que no lo haga o viceversa. Y ahora que pienso ¿no empleará ella el mismo método?
En casa de mi padre fueron nueve hermanos, hoy solo queda la pequeña, nonagenaria. Pues eso, como era la más chica, era el juguetico de todos. Tenían una especie de silo dentro de la casa al que llamaban el harinero. A mi tía, no hacían más que enguizcarle y tomarle el pelo diciéndole que no se le ocurriera abrir la portezuela que en la parte inferior tenía el almacenillo pues “estaba lleno de manzanas”. Tanto y tanto le insistieron, que sucumbió a la tentación de la curiosidad y la provocación. La entonces niña, abrió la portezuela del harinero y toda la carga, cebada, se derramó dejándola casi sumergida. El disgusto que la pobre se llevó, fue mayúsculo y la bronca a los otros, no fue menor. Y además, tuvieron que volver a subir la cebada al granero para devolverla a su silo.
¿No fue el conde de Munchuasen, el que bajo un manzano descubrió aquello de que lo que sube baja? Pero no tiene nada que ver con lo del punto de apoyo, creo, seguro que el chico lo sabría. Hay que tener principios.En fin, otra vez será.
Amilcar Barça
07/04/2020 a las 11:36
El chaval
Se nos perdió el amor de tanto usarlo. Muy melancólico. Yo también tengo miedo del día en que no tenga nada que contar a mi blog o en estos foros. Ya tengo escrita la despedida. salu2 chaval.
Morci
07/04/2020 a las 11:51
-¡No abras esa caja! -gritó Bruno con lágrimas en los ojos.
Tenía en mis manos algo muy valioso. Era una caja de madera preciosa, barnizada con tacto y destreza. En su parte superior había un corazón hecho con perlas diminutas de colores diferentes, que al brillar con la luz del sol creaban un arco iris mágico que se reflejaba en su rostro.
Tanto misterio me estaba matando. Por fin tenía entre mis manos la caja que tanto empeño había puesto Bruno en ocultar. Necesitaba saber qué escondía. No podía seguir así. Esa caja nos estaba destruyendo. Yo lo amaba como nunca antes había amado a nadie. Pero no me gustaban nada los secretos.
Abrí la caja y quedé perpleja. Estaba vacía. ¿Por qué no podía abrirla, entonces?
Levanté la mirada, atónita y suplicante, aún con la caja abierta en mis manos, y miré a Bruno, que estaba sonriendo y llorando, quién sabe si de alegría o de pena.
-Esta caja está llena, aunque tu no lo veas así. No quería que sucediera de esta forma. Pero siempre has sido muy cotilla. Me lo podía esperar -dijo riéndose dulcemente.
¿Pero qué narices estaba diciendo?
-Ahora ya está abierta. Es el momento. No puedo correr las manecillas del reloj hacia atrás para frenarte. No quería que esto sucediera así pero…
-¡¿Pero qué pasa, Bruno?! Si está vacía…-dije revisando de nuevo el interior de la misteriosa caja.
– No está vacía. Está llena de recuerdos. Pero no recuerdos pasados, sino los que están por venir -dijo Bruno, mientras cogía la caja de mis manos, levantaba la madera que representaba la base y dejaba al descubierto el fondo real de la caja. Cogió algo que no pude ver. Me estaba poniendo de los nervios tanto secreto.
-¿Se puede saber qué tonterías estás diciendo?
Bruno me miró fijamente, con una sonrisa que no le cabía en la cara y con un brillo en los ojos que nunca antes le había visto.
-¿Quieres casarte conmigo?
Alfred
07/04/2020 a las 19:43
EVA
¿Cómo se puede ser tan imbécil? Era lo que se preguntaba sentada frente a aquella caja. Pegó el vaso a sus labios y dio un nuevo trago de wiski. Llevaba… En realidad no sabía con certeza el tiempo que llevaba allí sentada contemplando la maldita caja. Inspiró hasta llenar sus pulmones de aire. Mientras expiraba lentamente, soltó el vaso. Cogió un cúter y mientras lo contemplaba, pensó: “Si no querían que la abriese, porqué escribieron en la pared: ¡NO ABRAS ESA CAJA!
Maurice
08/04/2020 a las 03:36
LA CAJA DE PANDORA
Al principio la recibió de su Padre. Y después todo cambió. Siendo bella, persuasiva, graciosa y hábil, jamás imaginó que su debilidad cambiaría para siempre el destino de la especie humana. “¿Qué podría suceder si desobedecía? ¿Quién se daría por enterado? ─pensó.
Cuando el engaño, el dolor, la traición y el odio fueron liberados, ella los vio correr por el mundo, desenfrenados. Advirtió que gracias a su curiosidad, el sufrimiento azotaría a los mortales para siempre. Era tarde. Arrepentida quiso detenerlos, pero solo pudo con la más débil, y por otro lado la única que daría a los hombres un motivo para seguir luchando, la esperanza.
Desde entonces, camina por los senderos polvorientos intentando redimirse de su desobediencia. En su conciencia retumban las palabras de Zeus, “¡no abras esa caja!”
Guiomar de Zahara
08/04/2020 a las 11:08
Confinado en su habitación estudiando durante dos horas, al finalizar su encierro obligatorio, salió y fue derecho a la biblioteca, miró hacia la chimenea y parándose, contempló los leños encendidos y el zigzaguear de las llamas. Después se acercó al escritorio y tocó un resorte oculto: Un cajón triangular surgió lentamente. Lo abrió y sacó un paquete envuelto en un paño rojo; retiró la tela y tomó con delicadeza entre sus manos, una cajita de madera labrada… en ese instante oyó la voz enérgica de su padre: ¡No abras esa caja!
elvocito
10/04/2020 a las 18:30
La caja de los secretos sexuales.
Un chalet de construcción antigua y una zona ajardinada que rodeaba esa casa. La entrada con dos peldaños y el umbral en forma de arco de medio punto. Y gran puerta que daba al jardín color verde.
Suenó el timbre, era el mensajero de mudanzas. Le abrió su mujer y su hijo con curiosidad corrió hacia el camión normal. Los empleados sacaron la gran caja y la llevaron detrás de la residencia campestre por las dos puertas abiertas. La dejaron en el césped marcado en blanco y después firmaron la entrega.
Con curiosidad había una puerta con cerradura tapada con un gran papel, su hijo lo quitó. Su madre sintió curiosidad y no tenía llave de acceso, un misterio. ¿Por qué el mensajero no dijo nada ni le entrego la llave?
Buscó un juego de llaves, las probaron por si daban en el clavo. Nada encajaba, pues llevaba un tipo de seguridad que no se podía hacer copias para acceder a la caja.
Un juego de destornilladores de distintos tamaños madre e hijo se entretenían a probar a abrirla, de repente un gran vozaron le retumbaron en los oídos de los dos, y atónitos giraron la cabeza, después de acribillarles con el gritó de su marido:
_ ¡No abras la caja! Yo tengo la llave me han llamado, es un secreto para mí fuera de aquí.
_ ¿Qué pasa? – replicó su esposa.
_ He dicho que os vayas de una puta vez. – subió la tensión.
Su marido abrió la caja y se adentro cerrando la puerta. Llegaron los electricistas, instalaron la luz. Después el mobiliario sencillo y porque no una cama al completo.
Un día su esposo más que amado, un pervertido sexual, iba con hombres, muchachos, etc. A su mujer e hijo no le hacia mucha gracia. Ya habían escuchado los gemidos sexuales…
Nayla
10/04/2020 a las 18:52
Tè y un consejo (para mi misma)
En tardes como esta, suele armarse en mi cabeza un caos, que no podría asegurar ser ese caos poco habitual, ¿que digo tardes? Noches, y quizás incluso alguna mañana. El flujo de pensamientos se acelera, son más y más con el paso de los minutos. Se empiezan a chocar unos con otros, impacientes, pareciera no haber forma de frenarlos.
Sin embargo, sucede algunas veces, por efecto de una fuerza aparentemente desconocida (que se encuentra fuera o dentro mío), que me detengo. Entonces, pienso lo hermoso que sería detenerse tantas veces como una quisiera, sin importar el mundo, el tiempo, parar el tiempo ¿porque no?. Sigo soñando y de pronto me veo a mí misma caminando el verano pasado por un bosque de ñires y lengas, recuerdo el aire puro y único que solo existe en el sur, siento como si ahora mismo respirara ese aire. Camino con la sensación de que algo bueno está por suceder, tengo dudas, si, pero también muchas ganas de cumplir metas, sueños, deseos y aunque suene un poco cursi, de ser feliz y pasarla bien.
Volviendo al tema, es ahí donde caen todas las fichas, y una se da cuenta la importancia de captar los momentos en nuestramente. Sí, todo junto. Cada lugar donde somos felices, de lo que sentimos, de las veces que deseamos de verdad, desde lo más profundo.
Pueden captarse literalmente con imágenes, algunos lo hacen con objetos que representan ese lugar o esa persona. Otros lo hacen escribiendo, esta es una forma muy original, ayuda a llegar al detalle.
En mi caso, encontré una forma muy sencilla de guardar los recuerdos, es tan simple como agárrarlosos muy delicadamente con la punta de los dedos y guardarlos en una caja. Pero cuidado, !No abrás esa caja! Menos, si estas en esos momentos de rabia contra el mundo, hacia todo lo que te rodea, eso te incluye. Menos que menos si es para burlarte de ellos. Simplemente no la abras.
A no ser que… estés en una de esas tardes, noches, o porai sea una mañana, en la que te invade la tristeza y ves todo gris. Solo en ese caso, puedes abrirla. O a no ser que tengas un nuevo recuerdo para atesorar.
8-04-2020
David el gnomo.
10/04/2020 a las 19:59
Las veces que miro por la ventana y veo a mi vecina esperar el autobús entre los almendros pelados, son las veces que pienso en que yo también debería de salir de mi casa y tomar ese autobús o cualquier otro. Una vez al día son esas veces, después de verla desaparecer en ese trasto motorizado me olvido de que no salgo de casa desde hace años. Sí, algunos dicen que padezco agorafobia. Una palabra que ni siquiera conocía. Pero que me explicó un psicólogo, por teléfono obviamente. Me contó que la agorafobia es una enfermedad relacionada con la ansiedad, esa ansiedad abstracta que realmente puede representarse de múltiples maneras puede generar ataques de pánico a la hora de salir a la calle. Gracias, me ha sido usted de gran ayuda, le contesté al psicólogo.
Pero no. No es ansiedad lo que a mí me sucede, por lo tanto el tipo de agorafobia es diferente o simplemente lo que a mí me sucede es otra enfermedad. Después de pensarlo durante días y semanas, consultando diferentes libros, leyendo a poetas imaginarios como Alberto Caeiro llegué a la conclusión de que lo que a mí me pasaba no era ninguna enfermedad. Simplemente es que no quería salir de casa, ¿es esto entendible desde un plano psicológico? Por supuesto que no, siempre hay que buscar una explicación racional para todo lo inexplicable y que una persona no quiera salir nunca de su casa entra dentro de lo inexplicable para la mayoría de las personas. Quizá unos pocos románticos desfasados podrían decir lo contrario. Quizá sea por eso por lo que no quiero salir de casa, porque no quedan románticos ni románticos, algún psicólogo lumbreras podría hacer una tesis al respecto y llamar a esta nueva enfermedad que es la ausencia del romanticismo, no sé, por ejemplo, ausromanfobia.
Miro los almendros pelados, no es la hora de mi vecina, una bicicleta vieja encadenada a uno de ellos. Un hombre lee el periódico sentado en un banco, el repartidor aparca frente a mi portal y suena el telefonillo. Es mi pedido semanal, lo imprescindible para ir tirando. Abro la puerta para que el chico que sube las cajas pueda dejarlas en la cocina. Pero hace algo inusual, saca un cúter del bolsillo de su pantalón y se dispone a abrir una de las cajas ¡No abras esa caja! Le grito. Dentro vienen poetas románticos ¿qué quieres que se escapen? Me mira como si lo que le estuviera diciendo no tuviera sentido. Y seguramente no lo tenga para la mayoría de la gente.
Francisca
10/04/2020 a las 22:15
Habían pasado días, ya ni siquiera los contábamos.
No sabíamos qué más hacer. Nos cansamos de ver Netflix y la biblioteca estaba agotada.
Habíamos redireccionado los muebles una y mil veces, ordenado los libros alfabéticamente y por género, la ropa por colores. Limpiamos la casa entera incontables veces.
Pero nunca había hecho hincapié en el placard. Vivía allí hace siete años y nunca había hecho hincapié en ese placard.
Le sugerí que lo ordenáramos mientras abría la puerta. De repente sonó un estruendo, como una bala de plata al dispararse, o así lo recuerdo ahora, tal vez no fue para tanto.
Miré al suelo y me llamó la atención el brillante del amarillo y los detalles en rojo; cuando iba a recogerla ella gritó desesperadamente: “¡Déjala! ¡No abras esa caja!”.
No la volví a ver.
José María
11/04/2020 a las 15:24
Valla sorpresa me encuentro con literatas funcionando ,¿desde cuando estáis de nuevo?Soy José Maria. mé alegro de que este is por aquí ,ya me iré poniendo al corriente que es lo que a pasado y como va esto un saludo muy fuerte desde Tarifa.
Pedro era un albañil,estaba trabajando con su cuadrilla ,en una construcción de lujo en Marbella .Cuando llegaba la hora del almuerzo, Pedro salia a dar una vuelta por los alrededores de la obra; pues había un montón de cotorras,periquitos,inseparables sueltos por la urbanización y estaban criando en los altos eucaliptos y arboles de esta ,cada día, cuando llegaba a casa, le contaba la cantidad de periquitos y otras aves de colores que que había a sus dos hijas pequeñas ,la más pequeña le dacia que por que no cogía una para criarla en casa. Así se llevo el pobre Pedro varios días intentando atrapar alguna de estas aves. Mirando los nidos ,pero estaban muy altos ,los compañeros lo miraban entre bromas el empeño que ponía “te vas abrir la cabeza desgraciado”le decían en bromas,un día uno de los ali-catadores pensó jugarle una broma ,le pregunto a Pedro si quería uno de esos pájaros ,pedro dijo que si,pero que como lo iba a atrapar, si el lo había intentado sin resultado alguno. Entonce le enseño una caja de cartón vacía y echo un poco de pan mojado en la caja, la dejo debajo de un árbol y puso un cartel.no abrir la caja ,es una trampa .Le explico que si la caja se cerraba era que algún pájaro o animal estaría dentro.
Compinche con los de más trabajadores,volvió a coger la caja de cartón ,mientras Pedro trabajaba e izo sus necesidades en la caja ,la cerró y la volvió a colocar en su sitio ,al rato se oían voces de sus compañeros ,¡Pedro la caja!¡la caja esta cerrada! ,Pedro fue corriendo a ver ,la caja estaba donde antes y arriba esta puesto el cartel ,”no abrir esta caja”.Un saludo a todos y no abrir la caja .jajaja
Alicia Commisso
11/04/2020 a las 15:25
Por altavoces se anunciaba que el micro de las 7:00 a. m. a Buenos Aires llegaría con un retraso de tres horas; por lo tanto, sabiendo que pasaría un buen rato allí, me puse a curiosear a las personas para, de alguna manera, acortar el tiempo. Se oían algunos insultos, mientras que otros se paseaban con explícitas caras compungidas.
En eso, entró una joven pareja vestidos con ropas deportivas, acomodando sus mochilas en sus hombros y guardando un manojo de llaves. Me llamó la atención que él transportara un maletín negro y ella una caja común a la que sostenía con firmeza; dado que por sus vestimentas parecían turistas o deportistas. Luego compraron algunas revistas y bebidas del kiosco. Mientras comían y bebían sentados en sus banquetas, la mujer, por momentos, miraba en derredor con visible actitud de intranquilidad.
Calculando que aún faltaba un buen rato, subí al bar y pedí un café con leche y medialunas. Un hombre, sentado a una mesa opuesta, estaba leyendo el periódico; alcancé a ojear el título de la portada, en la cual pude leer que una joven pareja había robado, en horas de la madrugada, en la conocida joyería “El Unicornio Azul” de la ciudad de Córdoba, huyendo luego en un veloz auto blanco siendo identificados a través de las cámaras de seguridad.
De inmediato corrí a comprar el diario. En las fotos, opacas por cierto, se podía otear a dos jóvenes con mochilas y un maletín negro apoyado, como al descuido, sobre la vitrina exhibidora. Ni bien anunciaron los arribos y las partidas bajé a la sala de espera. A través del vidrio volví a ver a la pareja en cuestión; esta vez parados en la plataforma 3; ella seguía con su mismo gesto de inquietud. En ese momento pensé que debía llamar a la policía, pero tuve miedo.
Al fin llegó el micro, subí sin dejar de espiarlos. La mujer colocó la caja sobre el portaequipaje.
Ya todos acomodados, el ómnibus partió.
Yo seguía releyendo y mirando una y otra vez la publicación de la pareja buscada.
Ya acercándonos a destino, corrí la cortina de la ventanilla y divisé a una comitiva parados en el andén; guardaespaldas, y algunos patrulleros rodeando la zona. Traté de bajar detrás de la pareja; no quería perderme ningún detalle. Enseguida noté que se habían olvidado la caja. Me tenté y, con mucho temor, me atreví a agarrarla. De inmediato escuché un grito que me paralizó; “¡No abras esa caja!” Para mi sorpresa, la apoyó sobre su propio asiento, la abrió y sacó una mascota caniche. “Que no me descubra el chofer”, murmuró.
Bajé consternada, quedé atascada entremedio de los periodistas y fotógrafos que se empujaban para acercarse y tener la mejor primicia. Comencé a sentirme angustiada, traté de salir de la asfixiante multitud, lo único que quería era llegar a casa. Había perdido interés, después de todo, pasaría lo de siempre; los ladrones esposados y llevados a prisión.
Esa misma noche mientras preparaba la cena, los canales de televisión mostraban “La gran noticia del día”, con la imagen de la pareja de la terminal y un título que decía: “El jefe de la policía federal y su comitiva recibieron, con gran orgullo y satisfacción, a los Policías de la División Especial de Seguridad; Lucas Saldías y Julia Martínez por su desempeño ejemplar en el robo de la joyería “El Unicornio Azul” de la ciudad cordobesa, aprehendiendo a una pareja justo en el momento que intentaban huir del país con joyas y dinero de un valor incalculable”
Una vez que había visto la noticia cambié de canal, terminé mi comida y me fui a dormir. La incertidumbre había terminado. Sólo me quedaba saber qué habría en ese maletín negro.
Pánfilo Gil
11/04/2020 a las 17:10
La noche se presentó con una repentina lluvia, que obligaba a los transeúntes a cobijarse en los aleros de los edificios,en el interior de las tiendas y cafeterías y en cine. Manolo, quien se dirigía a su morada luego de finalizada su jornada laboral, le sorprendió este chubasco inesperado, aunque calmaba el calor, era un tropiezo en su andar. Bajo un toldo de los vendedores ambulantes se cobijó. Sobre pequeñas mesas, bloques y paños estaba la mercancía que ofertaban.
Manolo echó un vistazo sobre aquel desastre comercial, pero a la vez tan eficiente ¿Cómo harán para trabajar así? Se dijo. Debían darse prisa en recoger la mercancía que sobre los paños estaba, sino la lluvia, aunque leve,originaba una pequeña corriente y la dañaría.Su vista se posó en unas cajas colocadas unas encima de otras, no obstante, le llamó la atención una en particular, de color blanco con un rótulo en rojo con una leyenda en inglés donde se leía ” top secret”.O era una travesura, o los vendedores tenían sus confidencias.
Un chico alto, pálido y greñudo caminó hacia el montón de cajas y, precisamente a la caja blanca, la bajó al suelo, cuando su curiosidad iba a ser complacida, escuchó una voz que le de decía, por favor no abras esa caja, déjala donde está, no te vaya a pasar como el gato. La dueña de la voz, una linda chica que rompía todos los esquemas de belleza. El chico pálido sólo atinó a decir – Espero que no sea una bomba- y se apartó. La beldad sin igual rió, movió su negra cabellera y respondió – Algo peor-.
Manolo observó todo y le pareció divertido. La lluvia se incrementó y todos deseaban estar en sus hogares, él era uno de ellos. Abordó un taxi y se marcho, durante el trayecto pensó en la caja blanca y sobretodo en la linda chica ¿Una moderna Pandora ?
María Jesús
11/04/2020 a las 19:42
Las noches de tormenta nuestra vecina Laura,una joven viuda a quien le daban pavor los truenos, se venía a casa hasta que amainaba. Con ella venía siempre su hijo Pablo, un chico de mi edad. No es que Pablo me cayese mal, pero nunca le consideré mi amigo y eso que en mi pueblo los días de tormenta eran frecuentes y nos veíamos mucho. Pablo era un chico muy introvertido, apenas teníamos conversación y nos pasábamos el rato enganchados a nuestras Nintendo combatiendo online.
Yo no iba nunca a su casa, pero una noche tuve que quedarme a dormir en ella ya que mi madre, que estaba separada, tenía que quedarse en el hospital con mi abuela enferma y no quería dejarme solo.
Esa noche, quizá porque estábamos en su ambiente, Pablo estuvo conmigo muy comunicativo, desviviéndose para hacerme sentir cómodo. Su habitación apenas tenía juguetes o adornos, solo objetos relacionados con los estudios, por esa razón creo que me llamó la atención una caja bastante colorida que había en un estante.
-¿Qué guardas aquí?- le pregunté cogiendo la caja.
-¡¡Déjala!! ¡¡No abras esa caja!!- dijo arrancándomela de un tirón y guardándola apresuradamente en el armario.
Su reacción me pareció desmesurada y me dejó muy cortado. Luego me pidió disculpas farfullando no sé que excusa sobre su contenido, que yo no escuché. Pero lo cierto es que había descubierto que Pablo tenía un secretillo y averiguar de que se trataba se convirtió en mi obsesión.
Pasé buena parte de la noche ideando un plan para acceder al contenido de la caja, pero no encontraba viabilidad a ninguna de las cosas que se me ocurrían, Pablo dormía de cara al armario y si tenía el sueño ligero me oiría si intentaba husmear en el.
Aunque esa noche no hice nada, me impuse el propósito de averiguar que escondía, costase lo que costase.
La oportunidad se presentó unos días después cuando mi madre, que se turnaba con mis tíos para cuidar a la abuela, me dejó otra vez durmiendo en casa de Pablo.
Aproveché que él había ido a ducharse para acceder a la caja, que seguía en el armario, y cuando vi su contenido me dejó helado. Dentro había ropa interior mía, que no sé como había conseguido. Ojala hubiese doblegado mi maldita curiosidad.
Chelo do Xastre
12/04/2020 a las 15:38
Indiscreción
Sigilosamente disimulando su miedo, su vergüenza o quizá el amor que aún sentía por esa persona que estaba detrás de la cámara, bajó la mirada como una niña pequeña que se esconde tras la falda de su madre que a voces le decía … ¡María no abras esa caja!
Y en mitad de la noche bajando por las escaleras de esa vieja casa deshabitada, vuelve a sentir pavor y humillación cuando ve lo que realmente había en esa caja usada…
Chelo del Sastre
Amilcar Barça
12/04/2020 a las 18:47
José María: valla es una cosa que -normalmente- se pone para impedir el paso y Vaya, cosa que tú has querido escribir, puede ser una interjección o un tiempo verbal. Últimamente mucha gente, hasta quienes se ganan la vida con el teclado, cometen ese imperdonable pecado. Repasa antes de enviar tu relato, comprobarás si hay una o muchas cosas que chirrían. De nada majo.
Vespasiano
13/04/2020 a las 17:31
Una caja parlanchina
Estaba como todo el mundo estos días, encerrado en casa. Había apagado la emisora de radio cansado de oír música sin parar. Aburrido de tanto encierro me dirigí al balcón para desentumecer los huesos y asombrado vi un embalaje de gran tamaño que alguien había dejado dentro del jardín.
Intrigado por si fuera un pedido que hubieran dejado equivocadamente en la puerta de mi casa, bajé para cerciorarme.
Mientras descendía los peldaños me vino a la memoria aquella noche que caminaba por el paseo marítimo de Torre del Mar, cuando de repente y sin esperarmelo un chico salió de dentro de una caja semejante a esa dando un grito que me dejó patidifuso, mientras otros muchachos que por allí estaban medio escondidos se partían de la risa, al mismo tiempo que yo me acordaba de su santa madre. Así que pensé: «Luis, mira las etiquetas antes, pero ¡no abras la caja!»
Así que despacito y esperando que pudiera ser alguna broma de ese estilo, me acerqué hasta ella. De pronto escuché: «¡Socorro, sácame de aquí!» La voz no me pareció muy natural aunque las palabras fueron pronunciadas con bastante claridad.
Levanté la tapa superior con mucha cautela con el palo del rastrillo y nuevamente casi pierdo el resuello, revoloteando dentro de la caja el loro de mi vecino decía descompuesto: «¡Gracias, Luis, por sacarme de aquí!».
De repente salió volando hacia la ventana del salón de su casa. El animal desesperado chocaba una y otra vez contra los cristales, gritando como un poseso:
«¡Abre, que soy yo!», «¡Abre, maricón!», «¡Mala persona!», «¿Quieres que me coja el virus?» Hasta que por fin Leandro, medio avergonzado, le abrió la puerta de la calle para que entrara.
YAYI
13/04/2020 a las 22:57
Javi cumplía años. Su madre preparó una magnífica fiesta de cumpleaños a la que asistieron todos sus compañeros del cole yfamilia.
Tras la fiesta un montón de regalos le fueron entregados: balones, patines, una bici y algún juego electrónico. El abuelo, al que tanto quería, había salido pronto y no había dejado su regalo o al menosél no lo había visto…¡Qué raro él tan generoso siempre!
Por la noche, su mamá , le entregó una caja pequeña en la que se leía: “no abras esta caja”
-¿por qué papa? preguntó su mamá.
-Estoy seguro que su curiosidad le obligará a abrirlo pronto y leer la joya que contiene “EL PRINCIPITO”
Jose Maria
14/04/2020 a las 12:59
Almicar barca. Gracias por tu corrección ,la verdad que no utilicé corrector, ni repose para corregir ,fue escribir tal cual. Gracias que no me dedico profesionalmente a la escritura; solo soy un simple aficionado, ojala algún día pueda escribir bien, ahora solo lo intento ,quien sabe si me empeño más quizá lo logre. Un fuerte abrazo y salud.
Perla preciosa
14/04/2020 a las 17:39
Beatriz se levantó muy de mañana, casi a la vez que los pájaros más madrugadores, y comenzó a preparar el desayuno y a hacer las distintas faenas de casa. Unas horas después despertó a Conchita, su única y adorada hija, a la que había educado como a una tacita de plata, y que hoy celebraba uno de los acontecimientos más importantes en la vida de cualquier mujer: su boda, ese momento mágico, tan deseado por muchas, que después puede convertirse en un infierno, o de lo que, en cualquier caso, algunas se arrepienten tras llegar al lecho nupcial. Apenas se levantó, comenzó a recordar mientras se arreglaba y desayunaba su taza de chocolate como todos los días festivos, los momentos más felices de su vida, y a compartirlos con su madre:
—Hoy es el día más feliz de mi vida, mamá, sólo comparable a aquél en el que conocí a Alberto, aquel otro en el que obtuve la licenciatura, o a ese en el que comencé a trabajar.
—¿Y ya no te acuerdas de esos otros que pasaste cuando eras pequeña, y de los que nos encargamos tu padre y yo? Tiempo y dinero nos costó que conocieras al rey y le leyeras una carta, que hicieras teatro y fueras la protagonista de todas las comedias, que ganaras matrículas de honor desde los primeros cursos… ¡Y decías que te sentías la reina del mundo!
Conchita, ruborizada, se reía emocionada, pero con un sentimiento mixto entre alegría y desolación, pensando qué le estaría guardando esta vez su madre, al recordarle esos pormenores de la infancia.
—¡También os pasasteis lo suyo! ¡Mira que hacer puzles de mi cara para que las demás la armaran…! ¡Mira que ponerme una calle en Madrid y otra en el pueblo, cuando apenas sabía leer…!
Ya en la habitación, se asustó al ver el vestido (blanco y floreado como corresponde a la ocasión, además de tener una enorme cola), y le pareció que había engordado algún kilo, dado que no le cabía tan bien como la primera vez. No obstante, logró colocárselo, y tras ello se miró en el espejo. ¡Estaba estupenda! Tal vez se lo había imaginado. Sin embargo, los vestidos de novia no pasan de moda: ¿será que ellos, en el fondo, nos prefieren con vestido, y es aún una regla inviolable en momentos como éste? ¿Qué pasaría si alguna probara a casarse de traje de chaqueta y pantalón? Tras la boda, no se quejan si nos los ponemos. ¿Hemos dejado entonces de ser mujeres y de tener la obligación de estar guapas? ¡Debería haber sido más atrevida y haber sabido plantarle cara a mamá en muchas cosas! Mi padre hace tiempo que murió. No habría habido ningún problema. Y sin embargo, ¡qué tontas somos a veces nosotras, que, por no llevar la contraria a los demás, sacrificamos aún nuestros deseos!
En estas cavilaciones estaba, cuando entró Beatriz muy alegre:
—¡Cariño, acaban de traer esto para ti!
Y le extendió un enorme ramo de flores, con una tarjeta en el centro, en la cual se leía:
“En el día de tu boda
Te deseo lo mejor.
Serás la reina de todas,
Como corresponde a la ocasión;
Serás la envidia de muchas
Y de pocas la admiración.
Serás el regalo y la esperanza de vida,
Y de las pocas que conocen el verdadero amor.”
Al acabar de leer la esquela, Conchita y su madre lloraron abrazadas, entre emocionadas y avergonzadas. ¡Quién le iba a decir a la hija que tendría una suegra escritora, y que le escribía unos versos mínimamente logrados! ¡De alguna manera se lo tendría que pagar!
El tiempo apremiaba y no daba lugar a digerir todos estos vaivenes emocionales, que en ocasiones más apropiadas habrían dado lugar a serios conflictos internos en el ánimo semiinfantil de Conchita, cuyo señorío y amaneramiento no la habían preparado para avatares tan furtivos y confusos. Enseguida se presentó Lina, la peluquera, llegando muy puntual a la cita, y arregló sus hermosos tirabuzones, depositando una corona de laureles sobre ellos. Tras esto, peinó coquetamente a Beatriz, y se marchó, deseando los mejores parabienes a ambas.
Ya en la iglesia, Conchita pronunció un “sí” que fue aplaudido por todos los asistentes tras el final de la ceremonia. Ella sin embargo escuchaba en silencio. Acompañada de Alberto y seguidos por toda la comitiva, se encontró finalmente en el lugar del convite, sin saber aún si reír o llorar. De lo que sí estaba segura era de que no comería en absoluto: los sobresaltos le habían quitado el hambre, y sólo la música de bienvenida al restaurante y los aplausos del público lograron reanimarla un poco. ¡Quién le iba a decir que pasaría por tantas contradicciones en un día tan señalado! Cuando le quitaron la liga acabó de desmoronarse: la habían desposeído de uno de los tesoros más bellos de ese día!. ¿Se estaría equivocando el destino con ella, engañándola con falsas promesas?
Llegado el momento de brindar, alzó su copa sin pensarlo, y tras ello tomó el contenido. ¡Por fin empezaba a saborear el camino de la felicidad! Tal vez era cuestión de tiempo, y todo consistía en aprender a base de novatadas infantiles, como cuando de pequeña le quitaban la mejor golosina, o el primer sitio en la fila para entrar a clase, o para la tarea más importante del día. Por iniciativa suya, los recién casados inauguraron el baile nupcial, y amenizaron la tarde con distracciones de todo tipo.
Llegado pues el momento clave del día, Conchita y Alberto quedaron solos en una habitación a oscuras, solamente iluminada por una vela, con el fin de que Alberto pudiera realizar acertadamente la tarea que se proponía. El día había sido agotador, después de todo, para ambos, y la comida en exceso, la bebida sin demasiadas contemplaciones, y los cantos y el baile sin contención, los habían dejado extenuados.
—Así pues, te has casado conmigo, amor, porque tu madre te aseguró que en mí encontrarías el camino de la felicidad, ¿verdad?
—Correcto. Ella me dijo que cuando viniera mi príncipe azul, sería la mujer más feliz de la Tierra.
—Pues ese camino de la felicidad, querida, es un poco pedregoso, y cuesta bastante llegar a la cima. Sólo el primer paso es bastante duro, y aunque todas lo desean, muchas desfallecen al darlo, y seguidamente se lo piensan: “tal vez el camino de la felicidad no es para mí, y me he equivocado de destino; tal vez ese príncipe azul del que me hablaba mi madre de pequeña, no sea más que un lobo feroz dispuesto a destrozarme al primer roce”.
Y viendo que Conchita no respondía, procedió a tumbarla en la cama; seguidamente él hizo lo propio, y cuando quiso sembrar la Flor de Lis, ella le sugirió:
—¡Mi vida, no abras esa caja, que la cerró mi madre con candado cuando era pequeña, y se le han olvidado las llaves en casa!
Rodrigo Reyes
26/04/2020 a las 09:03
Saúl acababa de llegar a su casa después de tener que sufrir el funeral de su tío Salva. Con desprecio recordó como fue su última discusión al hablar acerca de los desvíos de dinero que Saúl había hecho durante años.
– Viejo inútil – dijo Saúl moviendo la cabeza lentamente con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
Mientras que se quitaba su saco y lo dejaba en el perchero junto a la puerta, Saúl estaba pensando en quien iba a poner al mando de “su empresa” y en qué lugar visitaría primero; Cancún o Miami. Con una sonrisa de oreja a oreja caminó hacia la sala y se dejó caer en su sillón preferido, al momento subió sus pies a la pequeña mesa, que nunca supo porque la compró ya que era horrenda, y hasta entonces reparó en la caja que estaba colocada cuidadosamente en medio de la mesa de hierro forjado y cristal.
Esta era una caja de cartón que tenía una nota de la compañía de envíos con los datos de su casa. Trató de recordar en que momento la abría metido a la casa y lo hizo sin éxito.
Con un leve encogimiento de hombros se levanto y se dirigió a la cocina por un cuchillo para abrir el paquete.
Al regresar le pareció que la caja estaba movida un poco de como la había dejado pero suponiendo que se equivocaba procedió a abrir la caja.
Con una leve inquietud, bastante rara en él, abrió el paquete y rebuscó en el interior lo que sea que le habían enviado. Una sensación creciente de incomodidad lo fue poseyendo y cuando menos pensó saco del paquete una pequeña caja de madera con aspecto de ser muy vieja, la madera se veía reseca y con lo que parecían marcas de golpes cerca de la chapa y en los contornos de toda la tapa, como si alguien hubiera querido abrirla por la fuerza.
Extrañado, Saúl la empezó a examinar cuando encontró, en la base de la caja, una nota doblada con una pequeña llave pegada en ella. La sensación de incomodidad empezó a transformarse en algo físico, sentía un peso en el pecho, le costaba respirar y sentía los labios muy resecos.
Colocó la llave en la mesa junto a la caja y mientras desdoblaba la nota, Saúl no pudo evitar pensar en su tío y en la trágica forma en la que había terminado su sociedad de negocios, recordó la discusión, los gritos, el como su enojo iba subiendo hasta que le pareció que una nube roja le cubría sus ojos.
Con sudor frío recorriendo su espalda Saúl leyó la nota:
Querido Saúl yo sé que
piensas que todo ha
terminado y que has ganado.
No quiero tu remordimiento
ni tu satisfacción solo
quiero decirte que en esta
caja está tu salvación y tú
perdición, te preguntarás
seguramente a qué me
refiero, únicamente te diré
que si abres esta caja
puede que vivas o que te
salves para disfrutar de
los frutos de tu traición.
Abrir o no la caja es tu
decisión pero tengo que
advertirte que si no abres
la caja, esto también
resultará como una
respuesta e igualmente
vivirás o morirás.
Te mando un abrazo querido
sobrino y espero que pronto
nos veamos.
– Salvador
Con una expresión livida y unas manos temblorosas, Saúl coloco la nota en la mesa y como en un sueño recogió con su mano derecha la llave y con la izquierda la caja.
Lentamente, con temblores casi convulsivos, Saúl fue acercando la llave a la caja mientras que en su cerebro se repetia una y otra vez:
– No abras la caja Saúl!!!
Sintiéndose desfallecer metió la llave en la cerradura y la giro dos veces en sentido horario. Con una claridad inesperada pero igualmente el corazón latiendo a toda potencia, se decidio a abrir la caja, ya que si Salva no estaba mintiendo, cosa que nadie nunca presenció, entonces no importaba su decisión, de una o otra manera iba a morir.
La señora Verónica entro a las 9 de la mañana a la casa del Sr. Saúl a hacer el quehacer de la semana, hora en la que el Sr. Saúl estaba trabajando, o al menos ella así lo creía porque al entrar se encontró con que estaba sentado en el sillón de la sala viendo atentamente la mesita.
Extrañada, se acercó a él mientras llamaba su nombre y con la inquietud en aumento se colocó en frente de él y pensando que se había quedado dormido lo agitó un poco mientras lo seguía llamando.
Sin que ella se lo esperara, el cuerpo del empresario cayó al suelo, revelando una expresión de terror puro como si el señor Saúl estuviera gritando desesperadamente.
Lluvia Mental
27/04/2020 a las 23:55
INFINIDAD DE TIEMPOS, o MUCHOS TIEMPOS EN UNO
La ventana no apunta a la luna, da al edificio de en frente. Por suerte me duermo rápidamente.
Abro los ojos y veo la luna desde mi ventana, como de costumbre no puedo dormirme.
Doy vueltas y vueltas en mi cama, sabiendo que mañana va a ser imposible levantarme para ir a la escuela.
Prendo la luz y me pongo a escribir mientras me fumo un cigarrillo. Intento volver a dormir.
Abro los ojos y estoy allá.
La luna y el castillo dibujan una imagen perfecta desde mi ventana.
Me duermo en paz.
Abro los ojos y estoy acá.
La cuarentena en casa, en mi ciudad natal, es como volver a la adolescencia, pienso reiteradamente; a veces me confundo.
Constante costumbre de encontrar similitudes.
Son las 4 am y no me puedo dormir. Me encuentro diciéndome a mi misma “¡no abras esa caja! ¡Nada bueno pasa después de las 2 am!” .
Gladys Moreno
06/05/2020 a las 06:53
Ese año tu hija ya tenia pensado pasar las vacaciones de verano en tu casa después de años sin visitarte, juntó peso a peso durante el año para viajar todos, y tener un encuentrofamiliar abuela, hija y nieras.
Para mi hermana y yo, la primera semana fue de juegos y travesuras en el campo, que persiguiendo y arrancando de los gansos, llendo a encerrar las ovejas, dando de comer a las gallinas y retirando sus huevos de los nidos, correr al estero al ¿quien llega primero? y sin caer por el.camimo…
– Disculpe,lamento mucho su pérdida, reciba mis condolencias
– Gracias vecina, pase adelante en el jardín esta mamá
¡Ay! Abuela ¿en que estaba? Si, recordando esos días en tu casa. En la segunda semana llovío, lo encontramos rarísimo, en verano jamás llueve en la capital. Esa fue la oprtunidad para recorrer los rincones de la casa y preguntar por los personajes de esas fotos tan antiguas. Era uma casa de madera, de un piso, con habitaciones amplias con cielo alto, la cocina y el baño estaban aparte, a metros, parecia del tiempo de la Colonia. Al fondo dos piezas que se ocupaban para guardar ropa, muebles en desuso, herramientas, alimentos, materiales para algun arreglo, etc. Nos había dicho mamá que no debiamos entrar ahí, pero parece que se nos olvido, apenas entraba la luz del sol por el costado de una ventana, no se podía encender la ampolleta, porque al sector aún no llegaba la electricidad. Habían baúles, con ropa de invierno, otros con trigo y maíz y otro con cuadros, y una caja pequeña que tomé con cuidado, no podíamos ser descubierta. ¡Abrela, ábrela rápido! dijo mi hermana
Me acerco a una mesa, y apenas coloco la caja ahí escuchamos ¡NO abras esa caja!. Mi hermana y yo salimos gritando de miedo, corriendo, porque estabamos solas en casa.
Hoy mamá me dijo que me haz dejado la caja y no sé si quiero abrirla
–
Eiredurne
02/06/2020 a las 18:19
¡No abras esa caja!, eso me repetí una y mil veces en mi cabeza, mientras estiraba del cordón verde que lo sujetaba y rasgaba el papel de periódico que envolvía la caja.
Cuántas veces hemos oído eso de que la curiosidad mato al gato, lo que ocurre que esta vez no estaba ni cerca de imaginarme lo que iba a encontrar y el giro que iba a dar mi vida a partir de ese momento.
Cuando abrí las tapas de cartón, un suave olor a lavanda me recordó a mi madre y me invito a seguir mirando a ver que podría descubrir en ella; un sobre de tela con flores aromáticas, un pequeño peluche, unas cuantas fotos viejas y un sobre con el logotipo casi ilegible debido al paso del tiempo eran las pruebas del mejor secreto guardado durante años en mi familia.
Retiré el peluche y aparte el sobre, cogí las fotografías, no había más de 10, algunas de ellas eran en blanco y negro mis favoritas, siempre he pensado que tienen un toque especial, entre nostálgico y romántico, en ellas aparecían mis abuelos, una comida familiar en el campo, la celebración de un cumpleaños, unas vacaciones en la playa….mientras iba pasando las fotos una dulce sonrisa aparecía en mi rostro, echaba de menos a mis abuelos, tenía que ir a visitarlos más a menudo y mientras pasaba las fotos y evocaba recuerdos de mi infancia, de repente sentí como mi estómago y mi corazón daban un salto mortal, que paralizó el tiempo. ¿Qué hacía yo vestida de novia en una Iglesia? ¿Esa foto era de mi boda? ¿Quién era ese hombre que posaba junto a mí? ¿Por qué no tenía ningún recuerdo de ese día? ¿Cómo era posible que no me acordara de que me había casado? y ¿Dónde demonios estaba mí supuesto cónyuge?? Mientras todas esas preguntas bullían en mi cabeza, sentía que me mareaba, que me faltaba el aliento y que me costaba respirar, sólo el grito ahogado de mi madre me hizo volver a la realidad.
¡No abras esa caja!