RetoLiterautas Nº 8 (26 de marzo, 2020)

¿Qué os parece si para el reto de hoy probamos a terminar un relato con una frase concreta?

Ejercicio de escritura Reto Literautas 8

Hoy os propongo terminar un relato con la frase: Los hermanos miraron por la ventana.

Al contrario que con el taller de escritura, aquí no ponemos límite de palabras ni otro tipo de restricciones. Tampoco hay hora de entrega máxima, podéis publicarlo cuando queráis. ¡Escritura libre y creativa!

Puedes dejar tu texto como comentario a las entradas de este post. ¡Feliz escritura!

Entradas relacionadas:

Cómo escribir un microrrelato
Cómo escribir un cuento corto
Escribir un cuento es saber guardar un secreto

Comentarios (30):

María Jesús

26/03/2020 a las 13:36

El tren que circulaba tranquilo a pocos kilómetros de la estación de destino,sufrió de repente una desaceleración. A los pocos metros paro, y estuvo detenido durante mucho tiempo.
los pasajeros, inquietos, no tardaron en levantarse para ver si se enteraban que había sucedido.Corrió el rumor de que el tren había atropellado a alguien, entonces todo el mundo se fue asomando por las ventanas para comprobar si era cierto.
Carmen que viajaba con sus dos hijos fue la primera que vio el cadáver y al instante apartar la vista con el rostro pálido. Cuando vieron la transformación de la cara de su madre, los hermanos miraron por la ventana.

Teresa Fernández

26/03/2020 a las 16:05

Como la casa estaba a oscuras, nadie sabía si pudieron permanecer allí o si habían huído. La pelea fue tan fuerte que los gritos se oyeron por todo el parque, las calles, las aceras, traspasaron los árboles y el cielo. Los vecinos estaban espantados. Eran chillidos de mujer (seguramente la madre) seguidos de una voz ronca e histérica (suponían del padre). Golpes de todo tipo; destrozos, cristales rotos, qué se yo. Puras suposiciones, pero ninguna augurando algo bueno. ¿Y los hijos? preguntábanse todos. ¿Qué fue de ellos?

Los llamaron con insistencia antes de forzar la puerta, temerosos de lo que pudieran encontrar. Una y otra vez.
Y entonces, desde el últimon piso, se distinguieron unos pelillos, luego las cabecitas, y, en medio de sus frentes ensangrentadas, los hermanos miraron por la ventana.

Esther

26/03/2020 a las 16:56

El confinamiento trajo algo bueno, a pesar de todo. Aquella familia tan huraña, a fuerza de escuchar los aplausos de sus vecinos cada tarde, empezó poco a poco a asomar sus cabecitas, así como los brotes que aparecen sin saber cómo. Ya que salir a la terraza era pedir demasiado así, de golpe, se produjo primero un milagro más pequeño: con una leve sonrisa y un amago de juntar las manos, a las ocho en punto, los hermanos miraron por la ventana.

Scott

26/03/2020 a las 17:41

Era exasperante, los pequeños llevaban demasiados días confinados en casa y al caer la noche estaban aburridos.
—¿Qué es aquello que brilla? —pregunto su madre. Al instante, con sus caritas de asombro los hermanos miraron por la ventana.

Amilcar Barça

26/03/2020 a las 17:52

Realmente es de las pocas veces que no se me ocurre alguna de mis meteduras de pata en torno a un lema como el de hoy. Ni tengo en mi reposte algún asunto del que echar mano. Pensé en utilizar el lamentable espectáculo que estamos viviendo, pero no sería serio trivializar pero tampoco ignorarlo, máxime cuando tantos compatriotas hace un mes esperaban que la vida les concediera una tregua, hoy han desaparecido víctimas de sí mismos y de tantas imprudencias encadenadas. Del mismo modo que el relato acaba de forma abrupta, consideraron que la residencia se iba vaciando poco a poco y quizá también su existencia corriera la misma suerte. Por si era la última vez, los hermanos miraron por la ventana.

Mònica

26/03/2020 a las 19:42

No se oía nada fuera de la casa, silencio absoluto. Momentos como aquellos eran únicos e inolvidables, pasarían a la historia sin duda. Tenían miedo. La situación por la que estaban pasando desde hacia semanas había creado entre ellos un lazo mucho más fuerte.
Sus miradas se cruzaron varias veces en aquella habitación, no se decían absolutamente nada pero se comprendían como nunca. El confinamiento había llegado a su fin, volvían a ser libres, podían volar de nuevo, ya nadie les impedía quedarse en casa.. oyeron gritos de alegría, el miedo había desaparecido… ahora si los hermanos miraron por la ventana.

Anawim

26/03/2020 a las 20:23

Desde que la llamaron, la ambulancia tardó diez minutos en llegar. Bajaron los sanitarios y acudieron prestos a la casa. Le hicieron las pruebas: fiebre, tos, malestar general…

— Conviene que nos llevemos a vuestra madre. Los síntomas apuntan a un positivo.

Tras un breve conciliábulo entre ellos, dieron su conformidad. Se despidieron de su anciana madre con profunda emoción, transidos por el miedo de no volver a verla viva.

Mientras la ambulancia, ululando, se alejaba, los hermanos miraron por la ventana.

Chara Rafael

26/03/2020 a las 20:29

Demasiado gritos,la discusión se hizo cada vez mas intensa,reclamaban por la herencia de su padre. Carlos quería el automóvil,Ernesto la casa de playa y Norys pedía gran parte del dinero depositado en el banco. De pronto se escucha un grito desde la planta alta de la residencia y era el momentos del traslado del cuerpo inerte de
Don Julian, los hermanos miraron por la ventana.

Mabel

26/03/2020 a las 20:44

Lo primero que vio fueron esos ojazos. No era el color, no era su forma, ni su tamaño. Eran unos ojos modelados por la emoción y los sueños. Sucede cuando la mirada es más importante que los ojos. Algo familiar había en ellos. Pero no sabía qué.
-Mi madre dice que eres mi hermano.
-Tu madre no sabe lo que dice.
-Generalmente es así. No creo que sea este caso en particular.
-¿Qué te hace pensar eso? Es una mentirosa empedernida
-No lo hace adrede. Creo que su mente vive en un mundo muy particular. Allí ve las cosas desde otro ángulo, no como cualquiera de nosotros.
-¡Silvia! –se escuchó el grito desde fuera-. ¿Cuántas veces te dije que no te escondieras?
-Shhh. Ahí viene mi madre. No menciones que ya te lo he dicho.
Los hermanos miraron por la ventana.

Mava

26/03/2020 a las 21:01

“El enemigo nos acecha, no podemos salir”. “Tampoco podemos movernos demasiado, si hacemos ruido y nos descubren estaremos perdidos”. “Ya falta menos”, le decía mi amigo a su hermana que no aguantaba más el encierro, en realidad no sabía cuándo acabaría. No sabíamos.
En un descuido la niña abrió la puerta y escapó, su hermano fue tras ella. Después de tantos meses escondidos en el sótano, a pesar de que sus ojos estaban sensibles a la luz, por última vez, los hermanos miraron por la ventana.

mar

26/03/2020 a las 21:26

Habían pasado ya 40 dias.
Cuando entraron allí no sabían que estarían cautivos tanto tiempo, solo iban preparados para pasar por sendas fáciles y trilladas, pero aquello fue una sorpresa, un imprevisto,no sabían cómo reaccionar, el miedo los bloqueaba y no iban preparados.

Tuvieron que ir adaptándose poco a poco, día a día, no podían avanzar ningún plan, aquello era totalmente ajeno a ellos, no tenían recursos conocidos, y se iban apoyando en lo conocido, y modificándolo, para avanzar.Cuando ya controlaban la situación, habían pasado 40 días, y recibieron el alta. Al subir al taxi se giraron y los hermanos miraron por la ventana.

@libroslados

26/03/2020 a las 22:35

Me siento seguro cuando compro cuadernos. Necesito tenerlos a mi lado. Me gustan especialmente los que no tienen anillas. Me valen con las hojas grapadas, pero los que más me gustan son los encolados. Son más solemnes, como libros. Eso sí, me da igual que las hojas sean blancas, grises o sepias, pero deben ser lisas. Los cuadernos de rayas parecen usados. Los detesto. Los de cuadros y los de doble raya no los contemplo como cuadernos de escritor. Sé la finalidad que tiene cada uno de los que tengo, pero apenas los uso. Es como si mis ideas estuviesen ordenadas e invisibles sobre sus hojas. Me resultan imprescindibles. En algunos llego a anotar alguna idea, una frase, cualquier ocurrencia. Cosas que exciten mi creatividad. En este, por ejemplo, ¿lo ves?, he anotado al final de la última hoja cómo acabará el libro: «Los hermanos miraron po la ventana».

@libroslados

26/03/2020 a las 22:37

Me siento seguro cuando compro cuadernos. Necesito tenerlos a mi lado. Me gustan especialmente los que no tienen anillas. Me valen con las hojas grapadas, pero los que más me gustan son los encolados. Son más solemnes, como libros. Eso sí, me da igual que las hojas sean blancas, grises o sepias, pero deben ser lisas. Los cuadernos de rayas parecen usados. Los detesto. Los de cuadros y los de doble raya no los contemplo como cuadernos de escritor. Sé la finalidad que tiene cada uno de los que tengo, pero apenas los uso. Es como si mis ideas estuviesen ordenadas e invisibles sobre sus hojas. Me resultan imprescindibles. En algunos llego a anotar alguna idea, una frase, cualquier ocurrencia. Cosas que exciten mi creatividad. En este, por ejemplo, ¿lo ves?, he anotado al final de la última hoja cómo acabará el libro: «Los hermanos miraron por la ventana».

Maurice

27/03/2020 a las 02:05

Después de quince días de encierro, los niños se volvieron insoportables. Cuando el gobierno decretó el aislamiento por la amenaza del virus, la madre sabía que “la cosa” en la casa se haría difícil.
Agotó todos sus recursos: sentarlos frente al televisor con sus programas infantiles; hacerles buscar palabras en diarios y revistas viejas; cocinarles las comidas preferidas… Pero no había caso; nada parecía llenar el agujero de tedio y monotonía.
Se le ocurrió (aunque no compartía el método), que infundiendo algo de temor en sus imaginaciones inocentes, lograría mantenerlos a raya durante un tiempo.
Telefoneó a su marido al trabajo para transmitirle la idea, pidiéndole ayuda para manejar la situación.
–Dejálo por mi cuenta -le habría dicho su esposo-, más tarde te llamo y te cuento.
Solo si se mantenían en silencio, y en calma, evitarían que los guardianes del gobierno pasaran a buscarlos y llevarlos lejos de sus padres para protegerlos de *la peste*.
Cuando unos minutos más tarde papá arribó a casa, sigilosamente se dirigió a la entrada sin anunciarse. Suavemente, golpeó la puerta. Entonces, los hermanos miraron por la ventana.

Graciela Murillo

27/03/2020 a las 06:24

En la ciudad perdida de Viena, donde el sol pocas veces llegaba, dos hermano miraron por la ventana de su casa un acto insólito, un acontecimientos que años después les marcaría sus vidas inocentes, la mañana siguiente se sentaron en la mesa del hogar, que se hubicaba justo en el medio de toda la habitación, su madre les sirvió cereal con leche descremada, aunque estos detestaran tal leche, y que en otro tiempo incluso le causaba vomito al chico menor, —Necesito que en ningún momento, hablen de lo que presenciaron ayer, dijo su madre con voz suave y discreta, —su padre —agrego— no sabía lidiar en situaciones de riesgo, y siempre menosprecio su punto ciego: “La confianza”.

De vuelto.

27/03/2020 a las 12:32

PAUSA

Los hermanos miraron por la ventana. No había rastros de sus papás así que podían seguir jugando Nintendo®. Otros dos mundos más y acabarían el juego. Era increíble que hubieran sobrevivido tanto. -Hay que parar aquí. No hemos lavado la loza del desayuno y ellos están por llegar -dijo la niña. -¡Pero ya vamos a terminar! -chilló el menor. -El último que llegue arregla la sala -dijo ella mientras daba los primeros pasos.

En la cocina ella enjabonaba los pocillos y en la sala el niño cantaba y bailaba, trayendo los trastos: “No me puedes tocar, así te vas a quedar, alguien que me saque ya de este lugaaaaar”. Hizo algunos pasos de Rock and Roll y sin notarlo se pisó un cordón. Al dar el paso se cayó, con la jarra de vidrio en las manos. Tras el estruendo, la niña llegó con los guantes aún puestos y lo miró. El niño se levantó de inmediato: no se había cortado, pero la alfombra de la sala quedó bañada en jugo de mora. -¿Ahora qué hacemos? -preguntó él. -Levanta los pedazos, pero no te vayas a cortar. Con cuidado.

La niña llevó un trapero* y lo puso sobre la mancha. El motor de un carro sonó frente a la casa. El niño se precipitó para asomarse por la ventana: no eran sus papás. Un escalofrío lo recorrió mientras suspiraba. -¡No puede ser! -gritó la hermana. -¿Qué? -¡El trapero tenía cloro o algo! El niño corrió a la sala para ver cómo se destiñó una parte de la alfombra.

-Espera -dice el niño, y en un instante trajo la parte de alfombra que sobró en la instalación. -Si lo cortamos bien lo podemos poner donde está desteñido, creo. -No, eso se va a notar. No se puede. No. ¿Qué hacemos? -Sí se puede. Tú eres la mejor cortando. Hazlo. No tenemos otra solución. -No creo que funcione -dijo ella.

Para haberlo hecho sin trazos, sin tiempo, sin experiencia y con las tijeras del colegio, no le quedó tan desigual. Pero las hilachas en los filos no engañaban a nadie. -Hay que quemarle los bordes -dijo el niño, sacando un encendedor de su bolsillo. -Nooo, eso hay que hacerlo con la plancha -respondió ella. Al cabo de unos intentos se desesperaron al ver que la plancha no quemaba lo suficiente. -Déjame intentar con el encendedor, ¿sí? -Que no, que eso es peligroso. -Voy a hacer una prueba con el pedazo dañado. Al instante, una llamarada hizo que el niño lo soltara, asustado. -¿Qué haces? -fue lo único que se le ocurrió preguntar a la niña. Su hermanito estaba paralizado. -¡Trae agua! -le gritó.

Mientras el niño llenaba una olla en la cocina, la niña agarró el trapero para sofocar el fuego a golpes sin recordar que estaba impregnado del líquido inflamable. Repartió el incendio por toda la sala. Cuando el niño iba a entrar con el agua, la niña lo estrelló en su huida. La olla se le volteó encima. Hubiera sido graciosísimo en otra situación. La hermana lo sujetó de la mano y corrieron hacia el cuarto del televisor. El juego aún estaba pausado, y los hermanos miraron por la ventana.

*fregona, mopa o lampazo, según donde se lea.

Pd: También está publicado en mi blog http://escribeburitica.blogspot.com/ para que puedan dejar sus comentarios. Gracias!

Inés

27/03/2020 a las 13:55

Deseando que todo aquello solo fuese una ficción, pensando en lo que dejaban allí afuera y esperando, una vez más, que quedase un día menos, los hermanos miraron por la ventana.

Mercedes

27/03/2020 a las 13:55

Y después de haber asesinado a sangre fría a sus padres el mayor preguntó hiriente “a ver quién se tiene que lavar los dientes ahora, eh?”. Orgullosos de su hazaña y de su sarro los hermanos miraron por la ventana

MT Andrade

27/03/2020 a las 14:19

Las calles se poblaron de incrédulos transeúntes. Volvieron los vehículos con sus bocinazos de festejo. Por un día parecieron olvidar sus diferencias políticas y se habló, por última vez del coronavirus.
Durante horas hubo propuestas, no olvidar, continuar trabajando juntos, de lo que habían aprendido en el encierro.
Muchos pidieron continuar con el teletrabajo. Habían redescubierto que el contacto con la familia, con los hijos no se podía canjear por dinero, ni por una posición personal en una empresa impersonal.
Los comercios se llenaron de personas que miraban y curioseaban, nadie compraba.
No todo había terminado, amenazas ya previstas comenzaban a mostrar su rostro.
En su casa Juan y María, con gran esfuerzo, después de comprobar que continuaban con fiebre se levantaron de sus camas. Los hermanos miraron por la ventana.

Ana Yacoel

27/03/2020 a las 15:35

Ocupación en París
Desde su escondite sobre el teatro, frente al Royal Bergère, en al barrio latino de París, los hermanos Isaac y Niso Albalag fueron testigos de una historia de amor y espionaje, cuyo argumento se transformó en la labor más importante de sus vidas durante los años en que este episodio ocurrió.
Era de noche, ellos miraban el bar de enfrente que había cambiado su fisonomía, muchas banderas y símbolos nazis reemplazaban el antiguo decorado. La mayoría de los clientes eran soldados con insignias nazis y alguno que otro civil muy bien vestido.
Una noche vieron por primera vez a una mujer muy delgada, con una cartera bandolera y una carpeta bajo el brazo. Recorría las mesas una por una hasta que tomó una hoja, su lápiz de grafo grueso y comenzó a dibujar un retrato que poco tiempo después entregó a cambio de unas monedas.
Semanas más tarde se acercó a un soldado, charlaban, se reían, tomaban algún trago y de vez en cuando ella se alejaba para dibujar otro retrato, lo entregaba y volvía junto a él.
Los hermanos miraban y jugaban a adivinar, les sorprendía que a veces el soldado cambiara su uniforme por ropa muy elegante, tampoco entendían porque se enojaba tanto cada vez que la chica tomaba una hoja para dibujarlo.
Se daban cuenta de que cierta intimidad se había instalado entre los dos, Isaac pensaba que eran novios, Niso imaginaba algo distinto cada día, ocupaba su mente tratando de entender la situación como si se tratara de un enigma.
Una noche, todo cambió, el soldado llegó al bar con una chica alemana y permaneció todo el tiempo con ella. Bailaban, reían, se emborrachaban, parecía que la otra chica se hubiera vuelto invisible y se la veía triste y celosa, aún a la distancia.
Pasados unos días, el hombre entró solo nuevamente. Poco a poco volvió junto la chica francesa, compartían la mesa, reían, a veces se emborrachaban, la chica seguía vendiendo retratos y el soldado aprovechaba esos momentos para salir, según Isaac se iba al fondo a hablar por teléfono con la chica alemana que seguro era su novia o su esposa. Todo hacía pensar que el soldado estaba casado y se divertía un poco allí el Paris.
Pero la chica francesa estaba enamorada, y quería estar junto a él, así que se empeñó en conquistarlo, y en hacer su retrato. Una noche en la que él soldado estaba recostado en el respaldo, borracho y aparentemente dormido, tomo su lápiz y empezó a dibujarlo. Una vez terminado el retrato, lo guardó en su carpeta y siguió la vida sin pensar que ese retrato la llevaría quien sabe a dónde.
Y así fue, la chica alemana volvió, la chica francesa decidió mostrarle el retrato, lo que no sabía es que la chica alemana no era la esposa ni la novia del soldado, era una espía, él le pasaba información de algunos rumores que circulaban por el bar.
En esos días los alemanes eran los dueños de la ciudad, no iban a permitir que una tonta enamorada pusiera en riesgo a su informante, así que enviaron dos soldados a buscarla, y la chica desapareció. Esa fue la última vez que pisó el bar, los hermanos miraron por la ventana.

Menta

27/03/2020 a las 15:58

Nosotros vivimos en el acuarto derecha y a la izquierda vive don Pablo un actor jubilado y su perrito Lucas.

Es un buen vecino. Algunas veces cuando tengo que bajar a comprar algo urgente, los niños se quedan muy contentos con él. Siempre tiene una palabra cariñosa para ellos y ganas de contarles un cuento porque sabe miles y no digamos poesías. Su voz, que ha doblado a muchos artistas extranjeros me tiene enamorada.

Desde que estamos encerrados en casa por el coronavirus, los niños cuando oyen ladrar a Lucas o cocinar a don Pablo, siempre me piden para ir a su casa y verle. No les dejo. Entonces le dan golpecitos en la pared y él pacientemente les contesta.

Hace dos días, cuando iba a apagar la luz de la mesilla, oí detrás del cabecero de la cama, una tos seca. Di unos golpecitos que no tuvieron respuesta. Pensé: “es muy tarde, seguro que está durmiendo”.

Al día siguiente, a través de la ventilación del cuarto de baño, le oí toser de nuevo.

Le llamé por teléfono para saber qué tal estaba y me contestó que bien, que tenía un poco de tos porque se había enfriado sacando a Lucas de paseo. No me tranquilicé.

Esta tarde, a las ocho cuando estábamos en la terraza aplaudiendo en señal de agradecimiento a todas las personas que están trabajando para nosotros, los obedientes confinados. Vimos llegar una ambulancia que paró frente a nuestro portal.

Obligué a los niños a meterse en casa; para nosotros cesaron los aplausos, el himno nacional, las canciones. Todo.

Estábamos impresionados y temiéndonos lo peor cuando oímos voces en el descansillo de la escalera. Un poco más tarde, golpes en las pareces y después nada. Me quedé en el salón rezando y los hermanos miraron por la ventana.

Alonso García-Risso

27/03/2020 a las 17:41

El castillo Gris domina toda la comarca. Desde la torre como cofa de un gran mástil, se distingue cada punto del horizonte.
Por el camino se acerca un cortejo. Soldados escoltan un féretro de un personaje principal. Timbales tocan a denuedo y un mensajero, a grandes voces anuncia: “El Rey ha muerto”.
Otro drama se gesta en el tercer nivel de la torre. Los hijos menores adolescentes del rey, han sido apresados durante la noche por orden del advenedizo hijo mayor, temeroso por su heredad. Ha venido de lejos propalando conspiración organizada por los príncipes. Será drástico, actuará rápido, sin piedad. No bien arribe al castillo dará la orden de ejecución, se oponga quien se oponga.
La ventana del tercer nivel da al patio de ejecuciones con el patíbulo, justo en medio.
Eduardo y Alfonso los hermanos condenados, escuchan la llegada del cortejo, ya resuenan los tambores siniestros, por las escaleras los pasos de los verdugos… Los hermanos miraron por la ventana.

Baxin

27/03/2020 a las 18:48

“Tenían miedo. No sabían que pasaría después. Se disipó lentamente la oscuridad aquella mañana. El silencio dominaba la ciudad. En toda la noche ningún tren pasó por las gastadas vías de la vida. No había aves que los despertara con su canto. Solo una figura que caminaba lejana entre la neblina. Errática, buscando algo entre el suelo. De pronto, un golpe en el vidrio y un grito conocido, les devolvió la esperanza. Entonces los hermanos miraron por la ventana.”- (Extraño esto en verdad, espero que todos estén bien) 🙂

MARÍA LUCRECIA

27/03/2020 a las 21:05

Era un lindo día, el sol brillaba y el viento traía a nuestra casa los trinos de los pájaros.
Aproveché para explicarle a mis gemelos la magia de la migración de las aves.
En el norte empiezan a sentir el frío y saben que tienen que venir al sur en busca de calor y encontrar alimento. En su calendario, hay un día indicado para partir y no pueden posponerlo. Miren, en el cielo, son golondrinas. Y los hermanos miraron por la ventana.

Pablo Jesús Sesma

28/03/2020 a las 21:45

Una bella aldea abandonada.

En una aldea perdida en la Sierra de la Demanda donde corre el riachuelo sin nombre, no se localiza en el mapa podría ser un arroyo de poca agua que desemboca en un afluente de los afluentes en cadena hasta llegar al gran Ebro, un valle de su nombre. El terreno de distintas altitudes y elevaciones, muy accidentado, sirve para hacer trekking en todas las estaciones, excepto en invierno que se necesita raquetas para la nieve y crampones para el hielo.

Una casona reformada que antes era abandonada, en ese villorrio apenas había algunas casas destartaladas y sin moradores, las habían dejado con los antiguos seres como mobiliario y demás que no pudieron llevarse debido al peso y volumen por los senderos abruptos.

Lo mas curioso era que tenía un dormitorio que se entraba a un cuartito con una pequeña biblioteca para un hombre de campo sabio y culto que difería del resto del poblado. Todo algo arreglado y pintado.

Trajeron unos cuidadores con niños huérfanos a vivir en el pueblecito que tanto les encantaron a ellos, porque podían jugar a mil actividades.

Un muchacho de unos diecisiete años con curiosidad cogió un libro antiguo y algo extraño en su escritura que estaba olvidado y cubierto de polvo, de repente un ruido metálico se oía desde la calle, y el bullicio de unos chicos que subían se dirigieron a la habitación del primer piso. Y entre ellos, los hermanos miraron por la ventana…

Alicia Commisso

28/03/2020 a las 23:13

El color que faltaba

Éramos muy jóvenes, ella no pudo detener mi espíritu bohemio, me gritó “¡Cobarde!”, y me alejé tan lejos que me olvidé de su aroma, su resplandor, su cabello dorado. Ya no era la princesa de mis fantasías ni la que irrumpía mis pensamientos nocturnos. Sabía que algún día volvería y ella estaría allí, enamorada, paciente, esperándome; hasta que la mirada de otros ojos no perturbara los míos, y los besos de otras bocas perdieran su sabor. Recorrí calles y pueblos, viví mi aventura a pleno. Y fue ese día, en aquella peatonal, que vi rostros de extraños; desolados, indiferentes, grises, sin norte ni sur, ruidos ensordecedores y olores de ciudad apestosa. La tétrica estampa me devolvió mi propia imagen; yo era un trotamundos como ellos. Me asusté. De repente pensé en Ángeles. Me pareció verla entre la multitud envuelta en su propio brillo, reclamándome. Huí angustiado. Tomé otro camino. Los pasos me llevaron a un parque. Sentí que los colores de la naturaleza despertaban mis sentidos, el sol filtrándose a través de los árboles sorprendió mi andar, jugando entre la luz y la sombra. La extrañé. Recordé nuestros paseos y el primer beso de ambos. Esa misma noche fui en busca de ella. Pensé que aún estaría allí, enamorada, paciente, esperándome; y la luna se volvió poesía, al fin encontraría el resplandor de su color; el que faltaba para completar el paisaje de nuestro amor. Llamé a su puerta, nadie respondió. Una vecina se asomó por la ventana, “¿vos sos Lucas, el novio de Ángeles?”. “Sí, ¿qué sabe de ella?”, pregunté, temeroso a su respuesta. “Pasaron siete años…” dijo la anciana“. Sí, sí, pero… ¿qué sabe de ella, dónde la puedo encontrar?” La mirada de la mujer decía lo que sus palabras no podían pronunciar. Luego me entregó una carta. “La dejó para vos”, me dijo con voz entrecortada mientras cortaba unas rosas rojas de su jardín. “Su flor favorita, lleváselas, detrás de las vías esta el…” De repente un temblor atravesó mi cuerpo y un vacío invadió mi corazón; como si un tornado se hubiese llevado mis sueños.

Yubany Checo

28/03/2020 a las 23:42

La comida se me terminó y el problema no era ni siquiera donde conseguirla sino qué. Salí hacia el ascensor. Las cosas enlatadas eran la mejor para situaciones como estas. Escuché por la radio sobre algunos puestos de comida el gobierno había instalado en ciertos lugares de la ciudad. Debía apresurarme. Era probable existieran más personas en la misma condición que yo. Calculé no me tomaría mucho ir y regresar. Caminaría y así ayudaría a mi mórbido cuerpo.
Me puse los guantes y mascarilla. Pulse el botón. Por alguna razón me temblaban las manos. Quizás por solo comer pan en las últimas semanas. Sentí marearme pero me agarré del pasamano pegado a la pared. Preferí sentarme un rato en los escalones mientras esperaba que el ascensor subiera. En mi estado, era un riesgo tomar las escaleras.
El ascensor se detuvo en mi piso. Bajó más rápido de lo que supuse. En el iban dos jóvenes. Los había visto antes, eran los hermanos que vivían en mí mismo piso. Lucían bien para estar viviendo la escasez de comida que llevaba meses. Llevaban varias bolsas negras con ellos, quizás la basura de todos estos días. Los saludé y solo escuché un murmullo. Se quedaron mirándome. Por momentos no lograba enfocar mi mirada en sus rostros pero sentía como recorrían mi cuerpo. Parecían buscar algo no se exactamente lo que seria. Salí tan pronto la puerta del ascensor se abrió. Hice un esfuerzo para estabilizar mi cuerpo y caminar. Mi respiración zumbaba en mis oídos. Acelere mis pasos, los quería perder. Tome la primera esquina aunque eso me desviaba del puesto de comida que buscaba. Pero la gente últimamente me parecía rara. Creí haberlos despistado cuando volví mi cabeza hacia atrás y no los vi.
Mi salida al puesto de comida fue un fracaso. No quedaba nada. Al entrar al edificio vi al gato de la señora Pierna. Su apartamento y el mío estaban uno al lado del otro. Ella siempre salía con su gato en brazos aunque esta vez no. El animal tenía una mancha de sangre sobre su lomo y además estaba visiblemente asustado. Para esa hora del aguacero solo quedaban goteras que se escurrían por el toldo. Note que el hombre que atendía en el lobby de edificio no estaba. Quizás tenía días sin venir y era ahora que me percataba de ello. Siempre dejaba todo ordenado pero esta vez había semillas de aceitunas sobre su despacho y una hilera de hormigas cargando algunas migajas. Al parecer el hombre no tuvo tiempo de comérselas por completo. Quién sabe. Tambien había olvidado botar la basura. El hedor subía hasta el último piso. En las últimas reuniones se consideró sustituirlo. Ya estaba viejo y las cosas se le olvidaban.
Esperaba el ascensor cuando los dos jóvenes se pararon cerca de mí. Pero un impulso me hizo tomar las escaleras. Traté de subir más de un escalón por paso. Escucha pasos. Me detuve para respirar un poco. Seguí. Quería mirar atrás. Llegue a mi piso. Me escondí en el descanso donde estaban las plantas que servían de decoración. Respire más despacio. Recordé las sesiones de relajación que me aprendí en las clases de Yoga.
Es cierto lo que le cuento. Después de eso entre a mi departamento. Me encerré hasta ahora que ustedes vienen a preguntarme por ella.
──Entonces usted dice que sabe cómo llegaron estos zapatos aquí.
──Como puede explicar su aparición frente a su cama.
──Le he dicho que no lo se. Además son zapatos de mujer. Yo vivo solo.
──Encontramos pelos de gato en ellos. ¿Tiene usted algún gato por mascota?
Hasta ese momento no atinaba en coordinar mis pensamientos con mis respuestas.
──No, no tengo mascotas.
── ¿Uso usted el ascensor recientemente?
──Tengo dos días usando las escaleras. ¿Por qué lo pregunta?
──Encontramos gotas de sangre en el piso.
Entonces pensé. Mire el exterior del edificio. Las luces de la patrulla me tenían absorto. Subí al auto y si recuerdo bien, los hermanos miraron por la ventana.

Gladys Moreno

31/03/2020 a las 21:02

En el pasaje del fondo, donde mi abuelita dice que viven los “oscuritos”, ella los nombra asi desde que se aprobó la Ley antidiscriminaciónen, son extranjeros que llegaron al país en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Yo tengo una conpañera de curso que vive allí, ella no habla muy bien castellano y se hace unos moños divertidos con muchos adornos, los primeros días de clases la profesora hacia de interprete y casi todos ocupabamos las manos para hacer gestos o buscabamos imagenes en los libros o internet para poder comunicarnos. A mi escuela llegaron más niños este año y algunos viven cerca de mi abuelita.
Allá en las casas del fondo viven como 10 o más personas en cada casa, mi mamá dice que no les alcanza la plata para arrendar y alimentarse, por eso viven hartos en una casa tan chica. Yo pienso ¿cómo viajaron tantos kilómetros en avión para vivir tan mal? Son más de 6000 kilómetros; la profesora nos lo dijo, cuando presento a la Kira. Será que en su país ¿estaban era peor?
Mi abuelita dice llegaron a quitar el empleo a la gente de aquí, mi papá dice: que los trajeron engañados, que loz estafaron, mi mamá es más compasiva, ella suspira y dice: “pobre gente, llego a puro sufrir”, los profesores nos dicen que aprendamos nuevas culturas, su idioma, sus costumbres y que nosotros debemos enseñarles lo de nuestro país, mis compañeros y yo nos parece que ellos son iguales a nosotros, porque les gusta jugar y conversar aunque no entendemos lo que hablan.
Mi abuelita me grita, diciendome “pero niña ¿me estas escuchando?”
-Si abuelita, le digo y la miro fijamente como le gusta a ella cuando cuenta las cosas
-Yo estaba durmiendo, (ella siguió narrando) cuando se escuchaban los gritos y las sirenas de los carros de bomberos que entraron al pasaje y siguieron hasta el fondo. Los vecinos salieron todos a mirar, y empezaron a opinar lo q sucedó mientras comenzaban a elevarse las llamas desde una de las casas del fondo. Los bomberos comenzaron a trabajar tirardo agua la casa que se.quemaba y las casas de ambos lados.
Los vecinos tenian sus propias teorias del inicio del incendio, que era sobrecarha electrica, que se alumbraban con vela porque no pagaban la cuenta, que la cocina… en ese momento los “oscuritos” salieron casi todos porque una mamá gritaba y un vecino dijo parece que los.hijos se.quedaron adentro de una de las casas. El fuego quemó casi la mitad de la casa y cuando se pensaba lo peor, una vecina indica la casa y … los hermanos miraron por ventana

Andrea

08/04/2020 a las 14:14

«Solos en la tormenta»

El resplandor del rayo iluminó la habitación durante un instante. El trueno hizo que todo retumbara y Martín se abrazó a su hermana.

Ella le acarició la cabeza en un ademán tranquilizador.
—Todo irá bien, todo irá bien —susurró.

Mentía. Ni ella misma se lo creía. El desbocado latir de su corazón la delataba.

A pesar del repiqueteo de la lluvia pudieron escuchar los golpes sobre la puerta. Habían amontonado todos los muebles de la habitación pero sabían que no sería suficiente. Tarde o temprano cedería.

De pronto, el ruido se detuvo y los niños respiraron aliviados. ¿Se habían rendido?

Un nuevo relámpago alejó las sombras y los hermanos miraron por la ventana.

Jaime Salcedo Muñoz

15/04/2020 a las 04:07

Yenis y Jimy eran dos hermanos que dormían en la misma habitación. Él tenía trece y ella tenía once. Vivían con sus papás, quienes llevaban cinco años de matrimonio. Una noche de sábado, como la mayoría de ocasiones, mamá los mandó a dormir más temprano que el resto de los días. No importa cuánto patalearan o protestasen los niños, cada sábado a las nueve de la noche debían estar en la cama listos para dormir. La madre lo hacía para protegerlos, pero la inocencia de los niños les cegaba y les hacía creer que esa orden era injusta. A ellos les hubiese gustado ayudarla cuando se despertaban por la madrugada y la escuchaban gritar y huir por la casa llorando de ese maldito borracho que les tocó como progenitor. Entre tanto pensar, los hermanos se quedaron dormidos. Pero no pasó mucho tiempo hasta que los despertaron unos fuertes golpes en las paredes y la voz del papá gritando pedazos de las canciones de Diomedes Diaz de manera incoherente. La madre intentaba calmarlo con voz dulce, pero eso animaba más al borracho. Ella evitaba provocarlo, no darle motivos para golpearla como los sábados anteriores y lo ayudara para que no fuese a caerse, evitando un mal golpe. De un momento a otro, los niños empezaron a escuchar como la mamá gritaba de manera horrida a la vez que se escuchaba como alguien golpeaba carne con todas sus fuerzas. Cuando los golpes se detuvieron, la madre lloraba débilmente y rogaba perdón por una falta que seguramente jamás existió. La niña quería salir de la alcoba, estaba realmente desesperada. El hermano, un tanto más consciente del peligro, no se lo permitió. En eso escucharon a la madre gritar un “No lo hagas, por fff”, que fue interrumpido por un último tremendo golpe lleno de mucha furia, acompañado de muchas carcajadas. En los minutos silencios no hubo más que silencio. El hermano abrazaba a su hermana y le decía que todo estaba bien, que no llorara, que ya casi era hora del desayuno. Ella se quedó dormida entre lágrimas, él escuchó el sonido de la puerta principal. Se levantó de la cama con todo el cuidado del mundo y vio a su padre arrastrando una bolsa negra hacia su auto. Rápidamente despertó a la niña y la jaló del brazo hasta dejarla frente a la ventana. Ella, confusa, se limpió los ojos y vio aquella escena. Los hermanos miraron por la ventana juntos como su papá se subía al automóvil completamente asustado y tembloroso. No le importó dejar la puerta abierta antes de arrancar.

Deja un comentario:

Tu dirección de correo no se publicará. Los campos obligatorios aparecen marcados *