Los retos de Literautas, ahora en el blog

Un nuevo reto para sobrellevar el confinamiento. Esta vez los publicaremos en el blog. ¿Te apuntas?

Reto Literautas

Como ya habréis leído, hace unos días nos decidimos a empezar una serie de retos de escritura diarios a través de las redes sociales para hacer más llevadero el confinamiento de los que, como nosotros, tienen que permanecer en sus casas estos días.

Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que el sistema que os propuse no era óptimo. Algunos de vosotros no tenéis redes sociales o no os gusta usarla; otros sí tenéis, pero no estáis seguros de dónde publicar los relatos. Para colmo, al estar dividido en tres redes sociales, los que los publicáis en una no podéis ver lo de las otras… Vamos, un lío tremendo.

Por eso anoche pensé en darle una vuelta y Tomeu me dijo la gran frase: «¿Por qué no lo publicas en el blog como hasta ahora?». Y claro, tenía razón, como casi siempre. Aunque esto no se lo digáis, que se le sube a la cabeza.

Así que a partir de hoy los retos del #RetoLiterautas se publicarán en el blog. También los compartiremos en las redes sociales, claro, para que podáis estar al tanto de los que van saliendo. Pero de esta forma, si queréis compartir vuestros textos con el resto de participantes, podéis hacerlo como comentarios a la entrada de cada reto, para que podamos leerlos y comentarlos entre todos.

Bueno, y ahora que hemos aclarado este asunto, vamos con el reto para el día de hoy:

#RetoLiterautas para el 21 de marzo de 2020: escribe un relato que comience con la frase: El juguete estaba debajo de la cama… ¿Te animas a continuar la historia?

Recordad que podéis dejar vuestros textos en los comentarios a continuación. ¡Feliz escritura!

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Comentarios (45):

Isaac Roales Arnau

21/03/2020 a las 13:36

El juguete estaba debajo de la cama. Un precioso soldado de plomo;ya no lo recordaba. De repente y como en Toy Story, me habló, y me confesó que aunque el llevaba años ahí debajo confinado, estaba tan o más asustado que yo.
Me dijo que no pasaba tanto miedo desde que descubrió que yo era ya un adulto.
Lo cogí, le limpie el polvo y lo traslade de nuevo a mi infancia, dónde mi único miedo era perderle de vista.

Luis Duque

21/03/2020 a las 14:29

El juguete estaba debajo de la cama como parte del plan que el monstruo dejara de maltratar y se dedicara a jugar.

José luis

21/03/2020 a las 14:55

El juguete estaba debajo de la cama y ella sedienta de sexo.

Me aproximó lento,insinuante, desvistiendome mientras contemplo el contoneo de su cuerpo bajo las sábanas.

Acaricio sus pies envueltos en medias de nailon, y los acerco a mi entrepierna… dejo que juegue.

El aliento de sus labios y el perfume que desprende me hace creer que estoy ante una hembra monumental.
Me mira burlona y me aparta.
Prefiero esto….

Alejandra

21/03/2020 a las 16:31

El juguete estaba debajo de la cama, el mismo que había tirado a la basura, horas antes. Un huracán de pensamientos cruza mi mente, nada tiene sentido, ¿o sí? No sólo está el juguete, también está la manta que tenía bordada su nombre: “Lucas”.
Un sentimiento recorre mi cuerpo, pero no es miedo. Se siente cálido, familiar, casi cómo un abrazo suyo. Lágrimas brotan de mis ojos al entenderlo todo.

No quiere que le olvide.
Y yo solo quiero decirle que lo amo.

María Jesús

21/03/2020 a las 18:58

El juguete estaba debajo de la cama, pero el niño no lo sabía. Confiaba en lo que sus padres le habían dicho “te lo traerán los reyes el cinco de enero”. Ellos sabían que el niño nunca hubiese mirado debajo de la cama, donde habitaba ese monstruo peludo que le dificultaba coger el sueño por la noche.

Charola

21/03/2020 a las 19:06

Hola Iria y Tomeu. ¡Qué alegría tenerlos de vuelta! Como tenemos tiempo para escribir, ¿podría ser un reto de una semana? Escribir un micro relato de 100 a menos palabras. El reto podría salir el sábado y para el lunes tenerlos listos para que durante la semana podamos leer y corregirnos.
No sé, es una idea.
Cuídense y gracias.

Inés

21/03/2020 a las 19:14

El juguete estaba debajo de la cama. Llevaba poco tiempo en esa casa, pero sabía que aquel era un buen escondite, perfectamente situado para salir a explorar cuando las personas desaparecían.
Pero algo estaba cambiando ahí fuera. Aunque no entendía bien el lenguaje humano, sospechaba que tenía que ver con ese tal coronavirus que tanto mencionaban.
Esperó y esperó…hasta que se quedó sin pilas.

Amilcar Barça

21/03/2020 a las 19:47

El juguete estaba debajo de la cama, escondido, donde los anteriores usuarios de la misma lo habían dejado. Era normal que lo escondieran, de haberlo encontrado sus padres se habría liado la mundial.

En el vecindario llevaban mucho tiempo intentando averiguar quien era el gamberro que rompía las farolas de la calle. Era la única manera de poder disfrutar de unos momentos de intimidad en la oscuridad.

Aunque la verdad fue que el hallazgo, a quien encontró el juguete, no le dijo nada; intentó relacionarlo con un objeto de placer pero aquello con forma de “y” no le decía nada. Y lo tiro a la basura.

veronica

21/03/2020 a las 20:11

El juguete estaba debajo de la cama. Sabía que no iba a poder evitar mirarlo al mínimo sonido que produjera esa notificación de Instagram de que alguien le escribía o de que a alguien le había gustado la foto que había colgado media hora de antes en su perfil.
Y sonó. Lo dejó debajo de la cama y no en su mesilla porque en cierto modo estaba cansada de esa dependencia. Pero no pudo, alargó el brazo y cogió su móvil, lo desbloqueó , vio el mensaje y se dio cuenta de que quizá esto no era un juego…..

Priscila

21/03/2020 a las 20:44

El juguete estaba debajo de la cama. Menos mal. Qué alivio. El solo hecho de imaginar la posibilidad de haberlo perdido la aterrorizaba. ¡Qué poca justica haríamos al juzgarla! Al fin y al cabo, se trata de una inquietud de lo más natural, de lo más humana. ¿Qué persona en la faz de la Tierra querría prescindir de algo así estando confinada en casa en pleno estado de alarma? Bajan sus pulsaciones. Su corazón se relaja. Le da al botón, y… ¡He aquí la obsolescencia programada!

francisco

21/03/2020 a las 20:53

El bichejo
El ser, de una forma indescriptible por la velocidad a la que estábamos corriendo por la casa, me perseguía sin cesar y me intentaba dar zarpazos para atraparme, pero solo lograba arañar las paredes y el suelo detrás de mi. Descubrí que su punto débil eran las escaleras, así que no paré de subir mientras pude.
Llegué al ático y cerré la puerta con ladrillos y muebles ayudando a dejarla atrancada.
Busque por los cajones algo que me sirviera para defenderme o para lanzarme y encontré algo debajo de la cama que servia de estantería par las cajas…. no lo veía bien, y casi no cabía allí debajo, tuve que alargar bien el brazo y lo rozaba con la punta de mis dedos y en vez de cogerlo, lo alejé mas.. al intentar sacar el brazo me corté con los mueles del somier en el antebrazo. Peor imposible, el bicho olía la sangre a mucha distancia y se ponía mas furioso.
Rápidamente me fui al otro lado de la cama y con un trozo de madera lo cogí y arrastre hacia mi el dichoso juguete….., era una catraca mexicana que me habían regalado hace muchos años, con un bonito muñeco en la parte delantera y con los golpes en la puerta se me ocurrió una idea….preparar una trampa rápidamente ya que empezaba a agujerearse la puerta.
Crucé una cuerda muy fina de lado a lado y pegué la catraca a un extremo del barrote de madera. Me escondí y esperé a que rompiera la puerta….

Ana Pascual

21/03/2020 a las 21:31

El juguete estaba debajo de la cama, esperando el regreso de su dueño. Ya le faltaba el brazo izquierdo, los dos ojos y un mechón de pelo. Iván quiso recuperarlo, rodó sobre su cuerpo menudo, hasta desaparecer bajo el somier. Había tenido un día de los que él calificaba como horrible. Le dolía todo el cuerpo, sobre todo la espalda, a la altura de los riñones y glúteos; ahí se habían cebado los de siempre.
Cogió a la muñeca por la cintura y estiró con fuerza de la cabeza, también le hundió un tenedor en la barriga y, se maldijo. Se maldijo a escondidas, debajo de la cama, en voz baja y entre sollozos. Se odiaba, porque estaba destrozando su juguete favorito.

Pablo Jesús Sesma

21/03/2020 a las 21:41

Una esposa para el día del cumpleaños de su marido le regalo un juguete que lo tenía debajo de la cama. Cuando a su mujer no le apetecía hacer sexo con su compañero, él cogía su muñeca hinchable porque estaba empalmado, el problema médico era el priapismo.

Mava

21/03/2020 a las 22:00

El juguete estaba debajo de la cama, ¿cómo no nos dimos cuenta antes? Buscamos por toda la casa, revisamos cada rincón, cada cajón, vaciamos las cajas de los juguetes como cuatro veces y nada. Nuestra pequeña no paraba de llorar, de gritar y patalear. Quería a su amiguito, “el oso Yuma”, no había nada que la conformara. Le compramos otros juguetes, otros osos, y nada, quería ese. Estuvimos buscando todo el día, estábamos exhaustos, sin saber qué hacer y convencidos de que nos esperaba una noche en vela, porque ella se dormía únicamente con Yuma. Mientras acomodaba el gran desorden que provocó la búsqueda, pensando en inventarle alguna historia sobre el oso, veo que al lado su cama había una sola zapatilla. Miré debajo de la cama y allí estaban: la zapatilla y el oso.

mar

21/03/2020 a las 22:04

¿y esto?
El juguete estaba debajo de la cama.
Portazo

MARÍA LUCRECIA

21/03/2020 a las 22:50

El juguete estaba debajo de la cama. No me explico cómo nadie lo encontró. Quizás Dios quiso dejarme un recuerdo de él y lo hizo invisible. Hoy, antes de dormir lo tomo entre mis manos y le doy las buenas noches. A veces me parece que sonríe, porque los perros sonríen, aunque sean de peluche.

Laura

21/03/2020 a las 22:52

Hola chicos.
Qué alegría volver a tener noticias de ustedes.
Soy de los que no tienen redes sociales, por lo que agradezco que lo hagan a a través del blog.
Adhiero a la idea de Charola: por diferencia horaria, me entero varias horas tarde (el correo me ingresó a las 14.00)y pierdo cuatro horas con el cierre (a las 20.00 hs ya ustedes tienen el cierre), por lo que no sé si llego a presentar algo adecuado, aunque es todo un reto en sí. Obliga a estar demasiado pendiente del ordenador en una carrera contra el tiempo para poder comentar los de los compañeros, y pensar en el del dìa siguiente, incluso para ustedes, lo que tal vez pueda general algo de ansiedad en estos tiempos en que tenemos que poder sobrellevar el encierro de la mejor manera posible (ya sé que no es obligatorio, pero quienes participamos en el taller, no nos gusta dejar de hacerlo).

Por supuesto, ustedes son los que deciden.
Si puedo, mando algo.
Abrazo fuerte desde Argentina.

Literautas

22/03/2020 a las 07:57

Laura, charola, no tenéis que preocuparos por la diferencia horaria. Al contrario que en el taller habitual, esta propuesta no se cierra nunca; uno de los motivos para hacerla de esta manera es que podéis publicar vuestros textos cuando queráis. 🙂

Tampoco hay restricciones de espacio ni de otro tipo, como en el taller, porque creemos que en estos momentos en los que las restricciones nos vienen de fuera, sienta mejor algo más de libertad en el ámbito creativo. Así que no os preocupéis, podéis publicar los textos cuando os vaya bien y nosotros seguiremos leyéndoos. 🙂

Un abrazo a todos y gracias por participar.

Yubany Checo

21/03/2020 a las 23:01

Entré como el resto. Las alarmas se dispararon pero los guardias no podían llevarnos a todos. Ya no tenían donde ponernos. Conseguí leche en polvo, suficiente para las próximas semanas. Me costó una herida en el abdomen aunque la de ayer fue peor.
Me miran. Infectados y sanos, a quien le importa. Camino entre ellos sin levantar el rostro. Con una mano agarro la bolsa de leche y en la otra el pedazo de metal. Tengo menos miedo que ayer. Llegaré y me pedirá otra vez que lea el cuento de la hormiga y la cigarra. Respiro profundo. El viento empuja mi cuerpo por la calle desolada.
Estoy a dos esquinas del apartamento. Le prometí no demorar.
Cuando la ciudad se apague, el me preguntará por ella. Siempre lo hace antes de dormir. Entonces trataré de no repetirle lo que tengo días haciendo. Entiendo que es peligroso. Pero llora y yo tambien aunque él no lo sabe.
Pronto la ciudad se apagará a la misma hora. El dormirá y yo vigilaré como lo he hecho todos los días desde que decretaron el encierro.
Ahora escucho pasos. Alargo los míos. Vienen detrás de mí. Subo las escaleras sin descansar. Meto las manos en los bolsillos hasta encontrar la llave. La puerta está abierta. Corro hasta la habitación y solo el juguete estaba debajo de la cama.

Dante Tenet

22/03/2020 a las 02:51

El juguete estaba debajo de la cama,hacia mucho tiempo que dormía solitario sin escuchar la voz de un niño.

Su anterior dueño se había marchado y el quedo olvidado.

Pero ese día se presentaba distinto, desde temprano se podían escuchar ruidos de gente entrando y saliendo en la planta baja.

Era cuestión de tiempo que llegaran hasta la habitación donde el estaba.

Lo encontrarían, tendría un nuevo dueño, se acabaría su soledad, solo le quedaba aguardar.

Cerca del mediodía se abrió la puerta de golpe y entraron discutiendo a los gritos dos niños.

Esta es mi habitación dijo uno, no es la mía retruco el otro.

De pronto llego la madre y les dijo que se corrieran que quería pasar una escoba.

Cuando la paso debajo de la cama , hizo sonar sus cascabeles de arlequín y los tres se agacharon a averiguar que era.

Cuando lo vieron, los hermanos comenzaron a disputárselo y el solo atino a sonreír tras su mascara pintada.
Ya tenia dueño.

atilio parrillo

22/03/2020 a las 03:07

El juguete estaba debajo de la cama. Esa fue la sentencia que Tito, el jefe, el padrino, había transmitido vía telefónica a Joaquín, el más joven y como tal el más motivado en escuchar la voz autoritaria del mandamás.

Ese susurro transportaba al muchacho, a un lugar nunca antes visitado, haciendo que por su imaginación comenzara una procesión de potenciales ascensos en la escalera de la asociación que más temprano que tarde le harían un lugar en la mesa deseada.

De todas formas, la tarea de Joaquín no finalizaba en la escucha. Lo oído, necesitaba ser propagado entre todos los presentes, fundamentalmente que lo oyera Cacho, el ejecutor.

Este, experiente, tenía la certeza que “el juguete” como le decían, se encontraba cercano a ellos. Sin embargo, algo que tomó la figura de una duda, corroía su entendimiento. ¿Por qué debajo de una cama y no, en “mí” cama? ¿Había cambiado algo desde la última copa que tomaron con Tito en el boliche? Cacho, además de haber sido condecorado como la herramienta que hacía que las ideas de Tito transportaran deseos al terreno de la realidad, era un tipo inteligente.
Su capacidad intelectual, radicaba en abrirle continuamente a las preguntas las puertas de su cerebro.Si bien obedecía aquello que se desprendiera de la boca del jefe a manera de recomendación, sugerencia u orden,colocaba el tamiz que su cabeza le imponía.

El aparato transmisor de la autoritaria voz de su amigo, el teléfono, en forma permanente llevaba un mensaje en el cual aparecía su apodo:”digánle a Cacho…” Pregúntenle a Cacho…” y así en forma pertinaz.
Esta vez no,¿qué había ocurrido o qué estaba ocurriendo? La respuesta próxima al optimismo, era que el aparato estuviera intervenido, y Tito se arrogara el derecho a no identificarlos. La otra, la pesimista, era que poco a poco, la banda iba a ir prescindiendo de sus servicios ya que las canas y la calvicie deben pagar un precio.

Luego de las hipótesis, necesitaba una respuesta. Sabía que esta no era asequible mediante otra comunicación telefónica. Desconocía el paradero de Tito, y más aún un número que le dijera donde encontrarlo.

La necesidad,tomó prestada la silueta que la ansiedad le ofrendaba, y así maquillada lo obligó a resolver por el camino de la obsesión, qué mierda estaba ocurriendo.

Las camas eran tres, la suya, la de Joaquín y la del “paragua”.
A este último, el creador del universo, le había contestado a sus padres,que no tenía, cuando aquellos solicitaron el ingrediente que nos hace humanos. La ausencia de un mínimo atisbo de la lucidez imprescindible, para que el mundo deje de ser un continuo apagón,colocaba al paragua viviendo en el territorio de los simios, sin siquiera conocer el significado de la palabra colocada detrás de “homo”.
Era el candidato, el juguete , ya sin vacilaciones que detuvieran su embestida, lo encontraría abajo del lecho del menos capaz.Pero la ilusión de que esto se alejara de una certeza lo mantenía aún vivo, sin que la garantía o la fecha de vencimiento determinaran la caducidad de sus servicios.

Cacho, luego de que transcurrieran escasos segundos, colocó su humanidad de rodillas para revisar cada uno de los tirantes que sostenían su cama. Le llegó el primer cachetazo, no estaba. Repuesto y sin incorporarse acometió contra el lecho de Joaquín, anhelando que aunque se tratara para él del premio consuelo, a Tito se le hubiera ocurrido que al benjamín le había llegado la hora del bautismo. El resultado fue el mismo. No eran las maderas que sostenían el colchón del pibe, el refugio del juguete.
Ya no había más números a los que apostar: decidido y con furia, se desplomó boca abajo y con sus dedos escudriñó cada uno de los barrotes que soportaban el peso del paragua.
Sorprendido, con las manos vacías, con la mente encasillada entre dos enormes signos de interrogación, se incorporó. Una vez de pie,sintió un estruendoso sonido, que llegó a sus sentidos antes que la vista y el tacto dieran cuenta de un líquido morado que desde la cima de su pecho descendía sin detención hacia su abdomen.
Cacho era inteligente, resolvió el problema como si de una ecuación de primer grado se tratara. Tito lo quitaba del ruedo, el empujón final fue puesto en marcha por las manos del paragua. Tito lo quería, y sabía que junto al último latido de su amigo, también sonaría la madera que hacía de puerta tras un puntapié bestial, invitando a participar en la obra a varios personajes vestidos de milicos.

MT Andrade

22/03/2020 a las 03:10

JUEGOS DE CUARENTENA
El juguete estaba debajo de la cama. ¿Cómo saberlo?
El pasillo se había transformado en cancha de fútbol. Me dolían las piernas de tantos pelotazos y este individuo que no se cansaba.
Alguien abrió la puerta, miré hacia el estar. Bancos, sillas, pañuelos y muchos trastos se habían convertido en casa de muñecas cuando sucedió lo imprevisto, o lo demasiado previsto.
El delantero pateó y el portero estaba distraído; la pelota golpeó de lleno la frágil estructura.
Intentamos todos reconstruirla, hasta el futbolista, pero el conejo no aparecía.
Llantos, gritos y alguien se fue a acostar temprano.
Al cabo de un rato salió diciendo: —yo también voy a jugar a la pelota.
—¡No! ¡No, por favor! Entonces buscamos bien y lo encontramos

Sebas A

22/03/2020 a las 05:28

El jueguete estaba debajo de la cama. Xavier no se había percatado. Hacía tiempo que había dejado de prestarle atención para dedicarse a otras cosas más mundanas. Ya no soñaba con sus colores brillantes. Ya no imaginaba que los rayos mortíferos que desprendía, la que otrora fuera su espada preferida, matarían a aquellos malvados que pretendían pertubar la paz de la humanidad. Desde hacía largo rato había perdido la inocencia. Su curiodidad, ese niño interior, que lo había acompañado desde pequeño se había desvanecido, y su lugar estaba ocupado por un aburrimiento existencial. Su falta de motivación era constante, y su estancamiento la regla.
A ciegas, en la oscuridad, tanteó debajo de la cama para encontrar su zapato. Grande fue su sorpresa al palpar el tacto duro y plástico de aquel juguete olvidado. Su rostro se transformó en sonrisa. Su mente se desvío en un placentero viaje de retroceso a la infancia. En un instante se recordó quien era, y mejor aún, quien siempre había querido ser.

Fernando

22/03/2020 a las 06:37

El juguete estaba debajo de la cama. Si lo hubiera encontrado antes de ir a acostarse hubiera evitado tan terrible noche, insatisfactoria por dónde se le viese: Hacer el amor sin ganas, con la mente en otro lado, como si algo faltara, y la terrible sensación de un clímax que nunca llegó y, más que todo, haber batallado tanto para dormir al niño que,inconsolable, finalmente se durmió sin su osito de peluche, su juguete favorito.

Esther

22/03/2020 a las 10:33

El juguete estaba debajo de la cama y nunca lo encontraron. Después de registrar armarios, cajones, mirar detrás de los cuadros y romper algunas figuras huecas de porcelana, la policía salió de aquella casa muda, sin rechistar, sin mirarse a los ojos. Había algo inexplicable que paralizaba al que se acercase a esa cama. Nadie la tocaba, y tampoco se preguntaban si alguno lo había hecho. Porque, en el fondo, todos lo sabían. Los padres, los primeros. Después, los vecinos de aquella enorme casa. Hasta el perro había huido de allí, le vieron corriendo solo, con la mirada perdida y exhausto, saliendo de la ciudad. Sí, todos sabían que debajo de la cama estaba aquel pequeño juguete, dentro del cuerpecito de la criatura.

Carmen Pérez

22/03/2020 a las 12:54

El juguete estaba debajo de la cama justo al lado de donde yo me encontraba escondida, aterida de miedo. La sombra seguía moviéndose por la habitación, zigzagueaba entre los muebles sigilosamente. Se olía el silencio. Se oía el miedo.
Alargue la mano hasta rozarlo con los dedos, ya casi lo tenía. Ví que la sombra se había quedado parada, la tela de la sábana se estaba moviendo, me había descubierto.
De repente, un grito se escapó de mi garganta. Ante mí, el rostro de mi amado perro moviendo, sin cesar, su cola.
¡ Vaya susto que me he llevado!

Mercedes

22/03/2020 a las 14:45

El juguete estaba debajo de la cama ayer cuando me acosté. Hoy no está pero hay una nota “Gracias por devolverme mi osito, hacía años que no lo veía”. Vivo sola

Alex

22/03/2020 a las 14:47

El juguete estaba debajo de la cama y empezaba a tener miedo, mucho miedo. Las pelusas habían comenzado a acribillarle y ya echaba de menos incluso aquello que antes echaba de más. Se sentía solo, perdido y un poco histérico, así que cogió el poco valor que le quedaba y decidió salir de su escondite. Lamentablemente, Tobby también le estaba esperando.

Chus

22/03/2020 a las 14:48

El juguete estaba debajo de la cama. Se quedó allí la última vez que intentó convertir ese lugar en el oscuro refugio donde amortiguar los gritos y reproches…. Los llantos y súplicas llegaban nítidos a pesar de sus intentos por no escucharlos. Ella prometió que sería la última vez; prepararon juntas las maletas, sonrieron sin parar…. Hoy mira el juguete olvidado, no pudieron abrir la puerta, covid19 dijeron… Los llantos esta vez quedan amortiguados por aplausos. Son las 20h…. y nadie escucha lo q ocurre en la puerta de al lado.

Diego

22/03/2020 a las 14:51

El juguete estaba debajo de la cama. Cuidadosamente me agaché
para recogerlo. Realmente no quería despertar a mi hermana,
que dormía profundamente y es conocida en la familia por su
mal despertar. Ahí estaba el dichoso motivo por el cuál mi
hermana había estado llorando hasta caer dormida. La noche era
ya avanzada y no lograba conciliar el sueño. Observaba
sigilosamente a mi madre y a mi hermana, preguntándome como
podían dormir con el movimiento continuo del barco. Supongo
que no depende de mí, a algunas personas no les supone ningún
problema y a otras simplemente les imposibilita el sueño. Pero,
aunque mi falta de sueño se podía deber a ese motivo
últimamente, sé que hoy no era por eso. Estos días eran
complicados, ni siquiera llevo la cuenta de los días que llevamos
encerrados en este barco con rumbo al supuesto futuro. Me
pregunto si soy el único que tiene dudas, que se plantea la
perfección de la nueva tierra y que tiene la sensación de que
quizás no va a estar mejor allí, sino en su casa con su familia. Al
fin y al cabo, uno mismo no puede estar mejor que en el sitio de
dónde viene, tengo la sensación de que estoy cometiendo un
error. Pero, en fin, como dice mi madre, qué va a saber un chaval
de mi edad, si mi madre – qué nos ha podido cuidar toda la vida
– cree que es lo correcto, así será. De verdad espero que tenga
razón y que todos los problemas que hemos tenido hasta ahora
desaparezcan, qué si mi país no era mi sitio, lo vayamos a
encontrar. Así mismo van pasando las horas, pensando en
silencio, hasta que llegue el momento en el que me dé cuenta de
que en esta noche no voy a poder dormir. Pero sobre todas las
cosas, a lo que le daba más vueltas en mi cabeza, era a una
palabra en particular, un nombre. Si me hubieran dicho que una
sola palabra me iba a quitar el sueño… Un nombre que nos
podría salvar la vida, lleno de grandiosidad, la nueva tierra de la
que todo el mundo habla. América.

El principiante

22/03/2020 a las 17:22

El juguete.
El juguete estaba debajo de la cama… no se dio cuenta. Dio vuelta sobre su cuerpo. Se sentía pesado sobre el colchón. El dolor en un costado de la espalda hizo que su rostro se contraiga y que se quedara inmóvil por un instante. Luego se movió suave estirando las piernas. Notó que había tocado algo. Podía ser la espalda de la esposa o la almohada en donde ella reposaba su cabeza todas las noches. Ya no se acuerda muy bien los sucesos que motivaron el distanciamiento. Solo que por decisión de ella no volvieron a dormir juntos. Se quedó quieto y volvió a conciliar el sueño interrumpido. Hasta que la migraña apareció y lento, separó los párpados apretados hasta ese momento. Se cubrió la cara con la frazada cuando percibió que la claridad que llegaba del ventanal lo cegaba.
El cerebro se mantenía atento a cada sonido. Podía escuchar el crujido de las ramas movidas por la brisa, el martilleo lejano de una obra en construcción, el transitar de las ruedas por los rieles del tren distante.
A las cuatro y cuarenta y cinco sonaría la alarma y debía levantarse para ir a trabajar. Entonces aparecían todas las preguntas. La incertidumbre sobre cada cosa que debía hacer lo agobiaba. Se le pasaba la vida Inmovilizado por cómo debía proceder con cada asunto, ¿Pero y si alguien ya estaba levantado? ¿Lo saludo? ¿Y si no me saluda? ¿Qué le digo? ¿Espero a ver qué me dice primero? ¿Y si tengo que darle de comer a la perra y con el ruido de la puerta se despiertan todos? ¿Llegaré a tomar el tren de las seis? ¿Con que humor vendrá mi jefe hoy?…
Hallaba algo de tranquilidad cuando tomaba el teléfono celular. Cuando encontraba que la gran inquietud, la intensa excitación y la extrema inseguridad eran compartidas por muchas personas en las redes sociales, entonces los hombros tomaban un estado de relax. Su cuerpo y mente se daban tregua a la batalla contra al ansia, la preocupación y la agitación. Sin darse cuenta había centrado su atención en el uso de su móvil, haciendo de este modo que se vean afectadas sus relaciones en el entorno social y laboral.
Con rápido movimiento se quitó de encima la frazada y colocó todo el peso de su cuerpo sobre el codo derecho. Los dolores pasaron ahora a un segundo, quizás tercer plano. Ayudado por el mismo codo, con una envión quedó sentado con ambos pies tocando el piso. Examinó el borde de la mesa de luz con la mano pero no lo encontró. Dio un segundo repaso con la mirada y tampoco lo halló.
El movimiento sobre la cama hizo resonar los resortes del colchón en varias ocasiones, y notó que la mujer comenzaba a moverse en los pies del lecho matrimonial. No lo quiso intentar de nuevo, entonces se calzo las chancletas, se incorporó y cuando dio un primer paso, escuchó el vidrio partirse en pedazos debajo la goma del calzado. El teléfono estaba destruido.
El hombre meneando la cabeza de un lado al otro, el cuerpo tembloroso y los ojos humedecidos intentó decir algo pero las palabras no salían. Con la respiración entrecortada, salió del cuarto y se encerró en el baño. Veía su mundo en problemas. El túnel oscuro invadía sus sentidos y el cuarto de baño parecía achicarse cada vez más al ritmo de la agitación en su pecho. Se tomó la cabeza entre ambas manos. Sentía llegar una corriente fresca por las ventilas sobre una de las paredes, el notó encontrar una salida en los finos vidrios de aquella pequeña ventana. Debía romper el cristal y para eso examinó cada espacio en aquel sombrío cuarto de baño. Tomó la afeitadora eléctrica y quebró uno de los vidrios. Sentado sobre un borde de la bañera, apoyó la punta filosa sobre las venas de la muñeca izquierda…pero se detuvo. Creyó escuchar el tono de alarma de su móvil. Es imposible, debía ser su intrincada imaginación. La música volvió a sonar cuando el filo se hundió en las arterias. Comenzó a desangrar.
Dos horas más tarde la esposa encontró el cuerpo en un charco de sangre.
Parte del testimonio que la ahora viuda dio a la policía fue:
“Mi esposo ya casi ni hablaba con nosotros, estaba en su mundo. Pero no entiendo por qué rompió mi teléfono”

Emma

22/03/2020 a las 17:40

El juguete estaba debajo de la cama. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, ni comprendía por qué ya nadie jugaba con él. Intentaba recordar el nombre del niño con el que solía jugar ¿Era Pablito? ¿O era Julito?, no estaba seguro, los recuerdos se le iban emborronando a medida que pasaba el tiempo. Y seguramente había pasado años desde la última vez que escuchó a alguien hablar. ¿Dónde se habían ido todos? ¿Por qué habían apagado la luz y ya nunca volvieron a encenderla? Él había quedado bajo la cama en aquella postura ridícula, con la trompa atrapada bajo sus orejas y con una de sus cuatro patas, doblada hacía atrás.
Sentía que iba perdiendo su vitalidad y su frescura, capas de polvo y telarañas iban posándose sobre él, sin que pudiera evitarlo. Había esperado mucho tiempo a que Pablito, o Julito viniese a su encuentro y le sacase de aquella situación, pero hacía mucho que había perdido la esperanza de volverle a ver.
Pero una mañana de verano algo cambió, pues un ruido atronador le despertó de su letargo. Escuchó un tropel de pisadas que subían por las escaleras de madera, que llevaban a las habitaciones. Alguien empujó la puerta que permanecía cerrada y se dirigió a la ventana, la abrió de par en par y unos luminosos rayos de sol se posaron sobre la cama. Sus ojos acostumbrados a la oscuridad permanecieron cerrados durante unos minutos y cuando consiguió abrirlos, le vio, vio a Julito o Pablito, allí agachado mirándole con una cara de asombro similar a la que él mismo tenía.
—Mamá, mamá —gritó el niño—, ¡mira lo que hay debajo de la cama!
—A ver qué es eso tan importante —dijo a la vez que se asomaba y tomaba por una pata al elefante de peluche— bueno debe de ser algún juguete de tu padre.
—¿Me lo puedo quedar? ¡Yo lo quiero mamá!
—Claro que sí, pero antes habrá que darle un buen lavado, lleva ahí debajo veinte años.
—¡Papá mira lo que he encontrado!
—¡Eh! Ese era mi elefante ¿dónde lo habéis encontrado? — dijo el padre del niño con una alegría incontrolada— creí haberlo perdido en la mudanza.
Lo atrajo hacía si y lo abrazó como se abrazan dos amigos que llevan 20 años sin verse y de pronto recordó su nombre, Julito, sin ningún atisbo de duda, porque de nuevo sintió el abrazo del niño de 20 años atrás.

Leonardo

22/03/2020 a las 21:04

El juguete estaba debajo de la cama. Y yo estaba sobre la cama. El juguete vió las pantorrillas , tobillos y zapatillas de una mujer. Yo vi lo que faltaba por ver de esa bella mujer. Un momento después el juguete que estaba debajo de la cama nada pudo ver. Y yo que estaba arriba de la cama todo pude sentir.

Alonso García-Risso

22/03/2020 a las 22:20

El juguete estaba debajo de la cama.

La noche cae escoltada por sombras. A tientas busco la acogida de mi cama, me tiendo en ella, me entrego a mí mismo y medito.
Acallo la vorágine de pensamientos atendiendo al flujo y reflujo de la respiración. Entonces se hace el silencio.
Una voz interna se destaca y sobresale. Me conmina a mirar bajo la cama. Le doy vueltas y vueltas a ese sorprendente mandato. Al final me vuelco, miro bajo la cama.
Allí en medio de luz tenue está ese juguete de antaño. Lata verde semejando aquellos ingenios de acero y toneladas de muerte, un tanque Sherman Americano (habría preferido un T-34 Ruso). Entorno a él una ronda de seres luminosos analizan y comentan la inconciencia con que llega a las manos de niños. Esos seres me miran, saben que soy uno de esos niños que recibieron un juguete como ese… Ya no soy aquel inocente (que no tal, sino en tanto desconocimiento e ignorancia) que arribó a este mundo rudo y violento. Sin embargo algo en mis ojos delata que hay cambio en mi percepción de vida. Lo captan y adquiere para ellos sentido cuando dije sobre El Puñal de Borges: “Cuantas ansias de sesgar vida y sangre a placer”.

Nats

24/03/2020 a las 15:15

El juguete estaba debajo de la cama,
y yo sin precisar asomé la cabeza para cantar,
de pronto mi Luna se rio,
y yo sonrojada salí con precisión.
Ella emocionada me vio
y de inmediato se puso a bailar,
el problema no era el juguete,
las ganas eran de estar de fiesta,
y moverse para no entristecerse.

guiomar de zahara

25/03/2020 a las 10:11

Buenos tiempos para todos.me encuentro un poco desorientada pues no se como participar.
Me podíais explicar como poder ser uno de vosotros/as y seguir escribiendo y comentando los relatos?
Gracias anticipadas y muchos abrazos virtuales para mis antiguos compañeros de literautas. Saludos a los futuros.

guiomar de zahara

25/03/2020 a las 10:13

No puedo enviar nada.

guiomar de zahara

25/03/2020 a las 10:16

No se que tengo que hacer para enviar los relatos.Estoy absolutamente desorientada, ayer por la tarde me enteré. Ruego a alguno de mis compañeros de la etapa de Iria y Tomeu me orienten
¡¡¡por favor !!!

Literautas

25/03/2020 a las 10:24

Guiomar, no te preocupes. No puedes enviar los textos a través del formulario porque ahora no lo estamos haciendo así. Nos sería imposible revisar los textos y prepararlo como en el taller habitual, sobre todo publicando un reto al día. Por eso los textos para participar se publican como comentarios en la propia entrada de la propuesta. 🙂

Espero haberte ayudado. ¡Un abrazo!

Gladys Moreno

25/03/2020 a las 19:57

El juguete estaba debajo de la cama; es la frase que a lo lejos escuche de mi hija ella hablaba con Miguel, en el pasillo frente a mi dormitorio. No pude despertar completamente, no pude decirles que pasen, que no molestan, que revisen y saquen el juguete y ni pensar en levantarme para sacar yo misma ese juguete, quizas era el juguete favorito de mi nieto Miguelito, ¿cómo estará él? Tantos días sin abrazarlo, ni besarlo, ni darle respuesta a sus por qués de alguna cosa, ni tomar su mano para ir juntos a la plaza, tampoco hacer esos ricos postres que tanto le gustan, A su edad los niños crecen tan rápido, preguntan de todo y aprenden con facilidad. Y aunque yo no he estado totalmente ausente en estos dos largos meses,la tecnología ha permitido verlo en la pantalla del celular de mi esposo, quien ha diario me visito en el hospital, él ha sido mi apoyo incondicional. Me emocioné al ver el video que grabo mi hija con todos los saludos de ánimo de su familia, en especial ver a Miguelito soplando sus manitos para que me llegaran los besitos que me enviaba. El es uno de mis motivos para pensar que volveré a abrazarlo, jugar con él, a ser la misma que era.
Estoy tratando de recordar que fue lo último que me dijo… “Lita Any, Lita Any, vamos a la paya”
Me preocupa cual será su reacción cuando me vea, ¿que dirá cuando escuche mi voz? ¿se asustará cuando vea mi nueva apariencia. Mi hija le explico a Miguelito del accidente, él vió que ne desmaye y que me llevaron al hospital, en un lindo día de playa. ¿A un niño que se le explica? Si yo aún no entiendo, como despues de un insoportable dolor de cabeza y perder el conocimiento, hoy no camino, apenas hablo, mi brazo izquierdo no responde, hace unos días comence a sentarme y a vestirme con mucho esfuerzo.Es díficil comprender todo pero es una promesa: la silla de ruedas no será parte de mi vida.

“¡Hola Lita Any!”
¡Hooola mi querido Miguelito! ¿Qué estas haciendo? (el niño se mete debajo de la cama)
“¡Aah! Aqui esta mi juguete, gracias Lita por guardarlo, te doy un besito de premio.”

Jaime Salcedo Muñoz

31/03/2020 a las 00:25

El juguete estaba debajo de la cama. O al menos, mis papás lo llamaban así; el juguete, bonito y preciado juguete. Si supieran… maldito, no era ningún juguete. Era un demonio. Juraba ser el Señor de las moscas, pero nunca le creí. ¡Maldigo la hora en que se creó ese bicho! Por las noches me despedía mamá con un beso, me leía un cuento y yo me quedaba dormido antes del final. Cuando mamá decía el final, me despertaba dándome un beso en la frente. A la vez, papá gritaba desde la habitación contigua un buenas noches al que yo correspondía con voz varonil. Mamá sonreía, apagaba la luz y salía de la alcoba. Era entonces cuando el juguete empezaba a golpear la cama desde abajo. ¿Me creería el lector si confieso que escuchaba su risa? No sé porqué nunca le conté esto a mis papás ni a nadie más. Siento que es un pecado estar escribiéndolo ahora. Tal vez esto sea lo más peligroso que haga en la vida.

Andrea

08/04/2020 a las 13:59

¡Hola! Muchas gracias por crear este espacio para la creatividad. Un saludo.

«El perro de peluche»

El juguete estaba debajo de la cama. Un manto de polvo lo había protegido del frío y las pelusas le habían servido de almohada. Por desgracia, nada podía impedir el paso del tiempo. El marrón de sus orejas y su hocico se había perdido, el blanco de su pelaje se había ensuciado. Ya no recordaba cómo había perdido su ojo izquierdo y el derecho pendía de un hilo.

La puerta se abrió con un chirrido. La habitación se llenó de luz y unos pies se pasearon por delante del perro de peluche.

En el pasado los habría contemplado con esperanza, habría pensado que se movían por él, que le buscaban. Decepción tras decepción entendió que no era así. Se habían olvidado de él.

La persona encontró lo que buscaba y se marchó. Las tinieblas regresaron y el peluche suspiró. ¿Qué sería de él?

Los oxidados goznes se lamentaron de nuevo, pero esta vez las sombras apenas se escondieron. El muñeco apreció unos pies más pequeños que de costumbre. No estaban mal como cambio. Unas rodillas les siguieron y luego vino el resto de un cuerpo. El haz de una linterna le cegó.

Cuando recuperó la vista, se encontró cara a cara con el redondito rostro de una niña. El corazón le dio un vuelco y contuvo la respiración.

—¡Vaya!

Ella parpadeó al verlo. Alargó el brazo y lo cogió. Le quitó el polvo y la pelusa mediante caricias, y el juguete supo que habría llorado de tener lagrimales.

La niña le contempló a la luz de la linterna con curiosidad.

—¿Cuánto llevas ahí debajo? —susurró.

Una voz de mujer llegó a ellos desde el otro lado de la casa y la niña dio un respingo.

—Uy, no debería estar aquí. Vámonos.

Le estrechó con un brazo y el perro sonrió. Las cosas iban a cambiar.

Felisa

10/05/2020 a las 13:29

LA VIDA SIN MÍ

El juguete estaba escondido debajo de la cama, y , junto a él, su dueña.
Cada día echaba los pies al suelo, los metía en sus zapatillas y corría a apagar los fuegos de los demás.
Pasaron los años…los años…los años…¿Cuánto hacía que no limpiaba debajo de la cama?

Perla preciosa

06/11/2020 a las 12:44

Magos estresados

El juguete estaba debajo de la cama, y no nos acordamos cuando fuimos al Ayuntamiento del pueblo para llevar los de Nuria, con el fin de que los Reyes Magos se los entregaran en la noche apropiada, tras la cabalgata.
Llegó el gran día y cuando mi hermana oyó su nombre por la megafonía, salió corriendo con mucha ilusión, y recogió el voluminoso paquete que Melchor le puso en las pequeñas manos. Tras esto, subimos al coche y nos fuimos a casa. Cuando llegamos, corté la cinta donde ponía el nombre, y Nuria quitó el envoltorio y abrió la gran caja que contenía toda una gama de juguetes para todos los gustos: muñecas delgaditas como las Barbies de los años 80, que le encantaban, muñecas más gordas y hasta triponas, muñecas con cuerpo de tela y una maquinaria para cantar en el interior, coches teledirigidos para que aprendiera a conducir, pues de mayor quiere ser pilota, patines para jugar en la calle con sus amigas… se acabó el repertorio, y faltaban los zapatos de tacón de una de las Barbies. Ella comenzó a cabilar con su aún corta inteligencia, y no acertaba a explicárselo: ¿cómo era posible que los Reyes le hubieran traído una Barbie descalza?
Vino llorando a la cocina, donde mamá y yo preparábamos la cena, y nos contó lo ocurrido. Mi madre y yo nos miramos, seguramente tan perplejas o más que ella, y decidimos investigar la misteriosa ocurrencia de los Magos.
—Cariñoi, los Reyes están muy estresados durante estas fiestas, y posiblemente se hayan olvidado de algo –le explicaba mi madre dulcemente-. Sois muchos los niños y niñas a quienes tienen que atender, y no dan abasto para todas.
Y me mandó ir a su habitación y registrar todos los cajones de su armario y de su mesilla, y removerlos si fuera posible, con el fin de saber si se habían extraviado por algún rincón de la misma y nosotras no nos habíamos dado cuenta, mientras Nuria le enseñaba todo lo que contenía la caja, y mi madre celebraba con ella el detallismo de los magos y lo buenos que habían sido.
—Por fin voy a aprender a conducir. Llevaré a Barbie Cristal conmigo para que me ayude, y yo seré la jefa. ¿Qué te parece, mamá?
—Estupendo. ¡Ya verás como en pocos meses lo consigues!
Finalmente encontré los zapatitos de Barbie cara de ángel debajo de la cama de Nuria. No dije nada para que no se alterara y mantuviera la ilusión hasta que le llegara la edad de descubrirlo todo, y cuando mi madre la acostó, le desvelé el secreto.
—Los zapatos estaban debajo de la cama. Quizá cuando hicimos el paquete con todo, se cayeron y no nos dimos cuenta. Dejémosselos sobre la mesilla, para que, nada más despertarse mañana, los vea.
Así lo hicimos, y a la mañana siguiente cuando se despertó, halló enseguida los zapatos, por los que largo rato había llorado la noche anterior. Se levantó sin vestirse, y fue a saltos hasta el cuarto de mamá para contárselo.
—¿Ves, cariño, como los Reyes no se habían olvidado de ti? Los perdieron por el camino sin darse cuenta, y tuvieron que volver atrás a buscarlos. Una vez encontrados, han venido corriendo esta madrugada, y aquí te los han dejado, para que veas que no era su intención hacerte ningún feo.
Y así fue como logramos que, pese a no ser perfectos y sí tan personas como el resto de los mortales, Nuria no perdiera la ilusión por esperar a los Reyes Magos al final de cada Navidad.

Laura

06/11/2020 a las 21:57

Hola Perla Preciosa.
Cuánto tiempo sin saber de tí. Me alegro de sigas escribiendo.
He leído tu relato, me ha gustado mucho el trajín para conservar esa dulce inocencia de los pequeños.
Tan solo se señalo, tal vez alguien lo va a hacer también, la palabrita “dejémosselo”. Es bastante extraña, entiendo perfectamente lo que quieres decir, pero creo que le sobra una s. He encontrado al respecto otras combinaciones, exactamente la que has realizado, no, pero la doble s no creo que corresponda.
Saludos.

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