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Venganza - por LaurindielR.+18

Web: http://frominsidelaurindiel.blogspot.com

“Me entusiasma enormemente haberles reunido hoy aquí, caballeros”. Una sonrisa maliciosa asomó de sus labios. Bloqueó el ascensor. Allí estaba, él solo, atrevido, valiente, con la pistola en su mano derecha, apuntándoles. Les miraba fijamente, con esos ojos de psicópata que había aprendido a poner gracias a las películas de suspense que se había tragado durante dos años, hasta que el momento de cobrar su venganza por la traición cometida llegara.

Y allí, por fin, en ese ascensor detenido, se encontraban los tres mosqueteros, como él les llamaba. El editor, el corrector y el distribuidor. Los tres le habían engañado, los tres le habían hecho creer que su novela, esa que con tanto ahínco y con tanta dedicación había escrito, esa que para él era casi como una hija, pues relataba sus experiencias personales de niño, iba a ser publicada.

Con esa mirada ensayada, y con la pistola todavía en alto, observó detenidamente a cada uno de los personajes que tenía delante: El editor, gordo y calvo, embutido en un traje de chaqueta gris que le quedaba pequeño, con la camisa blanca a punto de estallar y una corbata de ositos que, pensó, a buen seguro, le había comprado su joven amante; el corrector, hippy todo él, pantalones vaqueros anchos y caídos, camiseta de rayas y rastas, con su inseparable diccionario de la Real Academia Española en la mano, por si, desde su ignorancia, no conocía alguna palabra; y el distribuidor, chulo, con kilos de gomina en su cada vez más escasa cabellera, trajeado, de negro, con su inseparable anillo de oro en el meñique.

Los tres mudaron el semblante al oír sus palabras y sentir el bloqueo del ascensor. Pasaron del orgullo al miedo, sin poder evitar mirar la pistola que les apuntaba. También intentaban mirarle a él, intentaban comprender, repasando en sus mentes, quién era aquel tipo que les apuntaba con un arma y que les había encerrado allí, sin motivo alguno, en ese lugar asfixiante y en el que, desgraciadamente, como todo el mundo sabía, los móviles no tenían cobertura. Estaban perdidos.

Él, por su parte, se divertía. Había planeado mucho tiempo esta venganza, se había imaginado millones de veces este momento, y se regodeaba viendo las caras de pavor en sus contrincantes, viendo cómo el sudor les resbalaba por la cara, y cómo las piernas les temblaban. Así quería tenerlos, y así los iba a tener: contra las cuerdas, sin escapatoria. Ese día no había nadie en el edificio, solo ellos tres, como era costumbre los sábados por la mañana, así que nadie iba a llamar a los servicios técnicos. Podía disfrutar del momento. Luego, desactivaría el bloqueo, subiría el ascensor hasta la azotea y allí dejaría los cadáveres. Salvo emergencia, nadie pasaba por allí, así que iban a tardar mucho tiempo en encontrarles.

Cerró los ojos, todavía manteniendo la sonrisa maliciosa en su rostro, y sin bajar la pistola, comenzó su discurso: “Estimados caballeros, me hallo con ustedes aquí por un único motivo. Hoy celebraremos su muerte. ¿Por qué? Se preguntarán. Muy sencillo: porque me engañaron, porque traicionaron mi confianza, y porque se rieron de mi delante de mis narices. ¿Les sorprende? Vamos, por favor, me recuerdan perfectamente. Soy el niño de la novela, de esa historia de abusos y violaciones que ustedes nunca publicaron. Porque, en el fondo, ustedes conocen la historia. Saben que es real, pero el miedo y el interés les impidieron publicarla. Y me engañaron, me dijeron que era buena y que se vendería bien. Al mes la encontré en la papelera de su despacho, editor. Al mes le escuché decir de mí que era un tarado, que cómo pretendía que una novela así se vendiera. Por eso, caballeros, merecen ser castigados. Despídanse del mundo, a partir de ahora escribirán su propia historia desde los infiernos”.

Solo les dio tiempo a mirarse brevemente. Estaban con los ojos abiertos de par en par. Ya no era solo miedo lo que sentían, era también lástima, compasión, culpabilidad y ese cierto punto de locura que se despierta en las personas cuando saben que su vida se acaba. La cabeza les iba a estallar.

El primer disparo se dirigió contra el editor. No se oyó, el silenciador lo amortiguó. El siguiente en correr esa suerte fue el corrector, y por último cayó el distribuidor.

Activó el ascensor de nuevo. Al llegar a la azotea, no había rastro alguno de asesinato. Entonces, se felicitó por el trabajo bien hecho.

Comentarios (4):

María Esther

18/03/2016 a las 02:38

Al principio me ha impresionado el título, las descripciones de los personajes tan minuciosas, la tensión que se sentía dentro del ascensor.Todo llevaba a pensar en un callejón sin salida, donde el protagonista también tendría un trágico fin.
Bueno, por suerte,cuando llega a la azotea se respira un aire fresco, y la pesadilla ha terminado.
Es un buen relato,con acertado final.
Creo además que logró el reto.
Gracias por competir.

Werchy lam

19/03/2016 a las 12:48

Hola Laurindel, pequeña, ya estoy aquí.
Buena idea, el principio es bueno, el desarrollo también aunque parece exagerado pero al final se comprende todo, y es un alivio. No entendía el uso de comillas en vez de guiones de diálogo hasta que llegué al final. Disculpa mi ignorancia.
La frase “La cabeza les iba a estallar”, es innecesaria, quítala porque funciona mejor. El lector ya sabe. A “También intentaban mirarle a él” le ocurre lo mismo, pasa directamente a “Intentaban comprender, etc”. Te ahorras un “mirar” y el salto es instantáneo, ya suponemos que están asombrados intentando comprender.
Muy bien, has mejorado del anterior a este, un montón.
Nos leemos. Estoy en el 82

María Esther

24/03/2016 a las 01:32

Perdón, quise decir compartir y no como por error escribí “competir”.

Carolina Tribó

25/03/2016 a las 20:55

Hola Laurindiel!!

Mientras iba leyendo, tenía la esperanza de que no llegara a cumplir su venganza, de que solo con amenazarles ya sería buen castigo, pero ya vi que no, jejej.

El texto me ha gustado. Describes muy bien los momentos de tensión y como el protagonista elabora minuciosamente su plan de venganza. Y también haces una descripción muy acertada de los personajes.

– “Allí estaba, él solo, atrevido…” Creo que la primera coma quedaría mejor detrás de “él”

– “…observó detenidamente a cada uno de los personajes que tenía delante: El editor, gordo y calvo”. Quedaría mejor “el calvo”, en minúscula.

– “Así quería tenerlos, y así los iba a tener: contra las cuerdas, sin escapatoria. Ese día no había nadie en el edificio, solo ellos tres, como era costumbre los sábados por la mañana, así que nadie iba a llamar a los servicios técnicos. Podía disfrutar del momento. Luego, desactivaría el bloqueo, subiría el ascensor hasta la azotea y allí dejaría los cadáveres. Salvo emergencia, nadie pasaba por allí, así que iban a tardar mucho tiempo en encontrarles”. En este párrafo repites mucho la palabra “así”. En algunos casos la suprimiría (“Nadie iba a llamar a los servicios técnicos”); (“tardarían mucho tiempo en encontrarles”). En ambos casos, las frases funcionan igual de bien.

En todo caso muy buen trabajo.

Yo soy la 154, te invito a pasarte.

Un saludo!!

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